Explorando el cosmos: ¿hay vida inteligente ahí fuera?
Si realmente existe vida extraterrestre, ¿hay alguna posibilidad de que sea inteligente y además logremos establecer contacto con ella? Hablamos de estas preguntas trascendentales con un experto en astrobiología.
Cuando hablamos de búsqueda de vida extraterrestre, automáticamente casi todos pensamos en seres inteligentes y con los que, además, nos podamos comunicar. En este tipo de encuentros se han basado, de hecho, muchas novelas y películas de ciencia ficción que imaginan cómo sería un universo plagado de criaturas similares a nosotros.
En una entrevista anterior con Carlos Briones, investigador del CSIC en el Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y autor del libro ¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el cosmos (Ed. Crítica 2020), exploramos cómo se aborda a nivel científico la búsqueda de vida en otros planetas o satélites, y qué requisitos deben tener estos lugares para ser considerados habitables. Ahora, damos un paso más y comentamos con el experto la posibilidad real de que esas supuestas formas de vida extraterrestre tengan también una inteligencia similar a la nuestra.
En el imaginario colectivo, el concepto de vida extraterrestre casi siempre nos lleva a los marcianitos verdes, una especie de robots-persona que además poseen una inteligencia similar a la humana pero, si realmente hubiera vida ahí fuera, esta podría ser muy distinta a la vida tal y como la conocemos, ¿no?
Claro. Como comentábamos en la anterior entrevista, a nivel bioquímico esta vida podría ser muy diferente a la que hay en la Tierra, y dar lugar a organismos que nosotros casi no reconoceríamos como tal. Así que es bastante improbable que, además, esta vida hubiera evolucionado para dar lugar a criaturas semejantes a los humanos.
Primero, las condiciones de sus planetas o satélites de origen tendrían que haber tenido una evolución parecida a la de la Tierra, y de las primeras células muy sencillas tipo bacterias se tendría que haber llegado a células parecidas a las eucariotas. Parte de ellas serían pluricelulares, después algunas de estas tendrían que ser animales o similares a las células animales. Y, después, algunos de estos organismos tendrían que haber desarrollado un cerebro o estructura parecida que les confiriera la misma capacidad de transformar el mundo que tiene el ser humano.
Si te das cuenta, cuanto más avanzas en la evolución, mirándola desde nuestro punto de vista, desde nuestra ramita del árbol, pues es más difícil que haya ocurrido exactamente lo mismo en otros lugares, porque ha habido un montón de eventos y de procesos que podrían no haberse producido, o haberlo hecho de forma muy distinta. Por ejemplo, en la Tierra si no hubiera caído el famoso meteorito que terminó con los dinosaurios, los mamíferos no habrían prosperado tanto y quizás seguiríamos siendo un planeta poblado por dinosaurios. Dinosaurios que podrían ser muy evolucionados, pero que por el simple hecho de ser ovíparos nunca habrían podido tener un desarrollo cerebral tan grande como el de algunos mamíferos y, por tanto, haber generado vida inteligente.
Es muy atractivo buscar otras vidas inteligentes y hay que seguir haciéndolo pero, al igual que somos optimistas al pensar que puede haber otras vidas, no debemos serlo tanto al hablar de otras vidas inteligentes.
Por otro lado, cuando hablamos de inteligencia también habría que pensar en los tipos de inteligencia, ¿no? No solo en una inteligencia al estilo humano…
Claro, por ejemplo en el ámbito de los animales hay muchos casos de inteligencia en mayor o menor grado. Puedes pensar en insectos sociales como hormigas o abejas, o en los pulpos, que hacen cosas maravillosas como enroscar y desenroscar un tapón -que parece una tontería pero no es tan sencillo-, o los cuervos, que tienen mucha inteligencia. Por no hablar de otros primates como los chimpancés, o de perros y gatos que tienen comportamientos de inteligencia social y una capacidad de adaptarse a nuestra forma de ser muy notable. Pero claro, una inteligencia compleja como la nuestra, con capacidad de anticipación, que desarrolla un lenguaje con el cual nos podemos referir a cosas que tenemos delante que no son imprescindibles para comer o reproducirnos y construir, por tanto, referentes culturales… eso, que sepamos, en nuestro planeta solo lo ha conseguido Homo sapiens.
Y en realidad, algo de ese estilo es lo que querríamos hallar fuera cuando hablamos de buscar vida inteligente en otro planeta. Nos gustaría tener como interlocutor a alguien parecido a nosotros, que nos hablase de cómo es su mundo y también de lo que siente, o de cómo se enfrenta a problemas como la muerte… Para mí un referente de todo esto es E.T., el extraterrestre, que era, aparentemente, una película para niños, pero que lo que nos mostraba era un ser totalmente asimilable a los humanos. ET producía una empatía con nuestra especie brutal porque podía hablar del dolor, del miedo, de la soledad… algo así me gustaría tener como interlocutor extraterrestre, no un cuervo que supiera coger un palito para hurgar en un agujero y comer gusanos…
Bueno, sería alucinante encontrar así en otro planeta…
¡Por supuesto! Imagínate encontrar un cefalópodo inteligente, que también es muy de película de ciencia ficción, nadando en el océano de alguna luna de Júpiter… claro que hay que mantener nuestra escucha y nuestras radio antenas atendiendo al cosmos, pero personalmente lo veo muy difícil.
Además, en el caso de encontrar vida extraterrestre inteligente, también estaría el reto de ser capaces de comunicarnos…
Claro, ¿cómo mantienes una conversación con ellos? Ese es otro motivo de reflexión de muchas películas y novelas de ciencia ficción, en La llegada, por ejemplo, que es una película fabulosa, se nos plantea precisamente que los extraterrestres llegan a la Tierra pero, aun teniéndolos delante, nos cuesta un montón comunicarnos con ellos porque su tipo de lenguaje es distinto.
Y, dando otra vuelta de tuerca, una buena mayoría de la información que recibimos nos llega por la vista y el oído, y asumimos que otras formas de comunicación tienen que ver con eso, pero imagínate que esos seres inteligentes en otros entornos no han desarrollado el sentido de la vista y el oído… a lo mejor se comunican por un lenguaje complejo en función del olfato, o del tacto, o de las ondas de presión del aire como las que detectan las antenas de los insectos, ¿qué haríamos ante eso? Puedes tener delante a alguien inteligente pero con quien no te puedas relacionar. Es complicado.
Y, como todo eso va a depender del lugar donde se hayan desarrollado esos seres, pues no tenemos ni idea, en principio, de cómo sería una comunicación con inteligencias extraterrestres. Es muy sugerente, claro, al final es un tema que va más allá de la ciencia.
Y tú qué crees, ¿estamos solos en el universo?
Yo creo que no estamos solos en cuanto a otras vidas. Al final, la química va a llevar a la biología sin mucha dificultad en aquellos lugares en los que sea posible y donde haya materia orgánica, agua y energía. Pero soy más pesimista en cuanto a que podamos encontrar otras vidas inteligentes con las que comunicarnos. Ahí, o bien estamos solos, o bien estamos lejos: tan lejos en el espacio y en el tiempo que seguramente nunca lleguemos a encontrarnos.
Esto es, también, un toque de humildad: no tenemos por qué encontrar todo lo que estamos buscando, habrá cosas que nos pasemos toda la vida intentando captar y nunca llegaremos a ellas. Yo creo que la aventura es, también, el propio camino: la búsqueda de vida extraterrestre es fascinante y nos está generando nuevas preguntas continuamente, que nivel científico es lo más importante que hay.
Puedes leer aquí la continuación de la entrevista: ¿tenemos derecho a invadir Marte?

Carlos Briones