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¿Cómo mejorar las vacunas contra las enfermedades de transmisión sexual?

Un estudio ha demostrado que es posible realizar una vacunación cutánea para generar linfocitos T CD8+ –que neutralizan células infectadas por microorganismos intracelulares– y redirigirlos hasta los tejidos del cuerpo donde se precisan.

Uno de los mayores desafíos en el desarrollo de vacunas eficientes contra las enfermedades de transmisión sexual (ETS) –como el VIH o el virus del herpes simple– es comprender cómo atraer células inmunitarias especializadas, llamadas células T CD8+, hasta la parte del cuerpo por donde penetra el virus por primera vez en el cuerpo –como, por ejemplo, la mucosa del tracto genital femenino– para que se establezcan allí.

Y es que, para ser plenamente eficaces, este tipo de células deben estar aguardando en el tejido, listas para proporcionar una defensa inmune protectora inmediata, en lugar de esperar en el torrente sanguíneo a que se produzca una infección, ya que pasar de la sangre a los tejidos lleva su tiempo y la respuesta defensiva es menos eficaz.

Hasta ahora, se creía que la mejor estrategia era administrar la vacuna directamente en la superficie del cuerpo donde presumiblemente podría comenzar la infección –por ejemplo, el tejido genital femenino–, de modo que el sistema inmunitario pudiese generar células T CD8+ que regresaran luego al punto de vacunación para luchar allí contra cualquier virus futuro que encontraran. El problema es que administrar vacunas directamente en el tejido genital femenino no es sencillo ni agradable para el paciente, y tampoco es muy eficiente.

Un nuevo método

En un estudio publicado recientemente en la revista Nature Communications, investigadores del King’s College de Londres han demostrado que es posible, mediante una vacunación cutánea, generar células T CD8+ protectoras que acudan a las mucosas de la zona genital.

El equipo de científicos ha descubierto que su estrategia de vacunación reúne a un pelotón de células inmunes –llamadas células linfoides innatas (ILC1) y monocitos– en los tejidos genitales para que trabajen juntos y liberen unas sustancias químicas denominadas quimiocinas que envían una llamada a las T CD8+ generadas por la vacuna para que acuden al tejido genital. De este modo, no hace falta que la vacuna se inyecte directamente allí.

"Este estudio pone de manifiesto cómo se pueden aprovechar grupos especializados de células inmunes innatas en tejidos distantes para atraer a las células T CD8+ protectoras, evitando así que los primeros tejidos donde desembarcan los virus se infecten", explica la autora principal del estudio, la profesora Linda Klavinskis, del King’s College.

"Ahora necesitamos confirmar estos resultados con otros tipos de vacunas diferentes a la utilizada en el estudio para ver si la vacuna cutánea es capaz de desencadenar una respuesta similar en todos los casos. Si se demuestra que es así, esto podría tener un impacto significativo en la mejora de la efectividad de las vacunas contra las enfermedades de transmisión sexual", añade Klavinskis.

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