Hay personajes a lo largo de la historia que consiguen colarse en la memoria común. Algunos lo hacen por la vida que llevaron, otros por lo que consiguieron con su trabajo y otros por lo revolucionarios que fueron para su tiempo. Estas tres características se encuentran en Marie Curie, una mujer que peleó toda su vida para poder dedicarse a su verdadera pasión: la ciencia.
Quien de adulta sería una de las grandes científicas de Polonia nació en una familia de clase baja y descubrió lo mucho que le fascinaban las ciencias siendo muy niña. Su padre, profesor de física, la animó a estudiar a pesar de las prohibiciones y los estigmas sociales de la época. Al ser la hija más joven, el dinero para cursar estudios superiores fue a parar a su hermana pero el destino quiso que ella se casara antes de entrar a la universidad y Marie pudiese viajar hasta París para estudiar Física y Matemáticas. Desde ese momento, Marie Curie destacó como una mujer extraordinariamente inteligente y capaz.
Junto a su marido, Pierre Curie, llevaría a cabo algunos de sus investigaciones más importantes entre las que se destaca el descubrimiento de dos elementos radioactivos, el polonio y el radio. Desde ese momento los Curie dedicarían gran parte de su carrera a ampliar los escasos conocimientos que se tenían sobre la radioactividad y estos les valdrían compartir el Premio Nobel en 1903 y en solitario para ella en 1911 (Pierre murió en 1906 debido a un accidente). Marie Curie rompería las concepciones que la sociedad respecto a las mujeres y la ciencia en numerosas ocasiones y sus aportaciones acabarían por ser reconocidas y abriéndole puertas que hasta entonces permanecían cerradas para las pocas científicas.
Con un talento y una inteligencia excepcionales, una devoción admirable por la ciencia y un espíritu de lucha que le ayudó a superar todos los obstáculos que le aparecieron en el camino, Marie Curie es un icono de la historia y de la ciencia. Tuvo el valor de seguir sus sueños, demostró su valía a una sociedad que no terminaba de aceptarla y rompió las reticencias de esta hacia las mujeres. La recordamos con esta galería sobre su vida.
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Primeros años
Marie, por entonces Maria Sklodowska, nació en la Polonia ocupada por los rusos en 1867. Era hija de un profesor de física y de una maestra de escuela que murió siendo ella una niña. A pesar de las trabas que la sociedad le imponía por ser mujer, siempre demostró una enorme pasión por la ciencia y su padre la animó a seguir sus deseos y la educó lo mejor que pudo.
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Su trabajo como institutriz
Debido a las dificultades económicas que pasaba su familia, Marie tuvo que empezar a trabajar como institutriz en casa de unos acaudalados abogados mientras el poco dinero que tenían se destinaba a que su hermana mayor, Bronislawa, viajase a París para estudiar en la Sorbona. Se enamoró de Casimir, hijo de sus empleadores, y aunque querían casarse tuvieron que dejar de verse por la negativa de los padres de él a la relación.
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Un golpe de suerte
Destrozada emocionalmente, Marie se encontró con que su hermana Bronislawa iba a casarse y ya no quería viajar a París, por lo que fue ella quien comenzó sus estudios en la Sorbona.
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Su vida en la Sorbona
Comenzó sus estudios en Física y Matemáticas en 1891. Al principio se quedó en casa de su hermana pero prefirió trasladarse a una pequeña buhardilla y malvivir con escasos recursos económicos pero centrada siempre en sus estudios.
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Primera de su promoción
Marie Curie completó sus estudios en 1893. Si que una mujer cursase una carrera de ciencias ya resultaba poco habitual para la sociedad del momento, Marie Curie fue un paso más allá y terminó la primera de su promoción. Ese año solo se graduaron dos mujeres en toda la Sorbona.
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Cuando Marie encontró a Pierre
Poco después de graduarse conoció a Pierre Curie, profesor de Física y director del laboratorio de la Escuela de Física y Química Industrial de París. La afinidad, tanto sentimental como intelectual, fue prácticamente instantánea y la pareja se casó en 1895. Tras un viaje en bici por Europa como luna de miel, retomaron su actividad en el laboratorio y compaginaron sus investigaciones con el cuidado de sus hijas, Iréne y Eve.
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Del magnetismo a la radiación
Para su doctorado, Marie Curie decidió investigar la radiación espontánea del uranio y profundizar en los trabajos previos de Henri Becquerel. Su marido acabaría por dejar las investigaciones que estaba realizando en el campo del magnetismo para ayudarla y juntos extraerían dos nuevos elementos radiactivos a partir del óxido de uranio, el polonio (en honor a Polonia) y el radio.
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El primer Nobel (1903)
En 1903, la Academia Sueca decidió entregar el Premio Nobel de Física a Marie y Pierre Curie y a Henri Becquerel por los avances que habían conseguido en cuanto a la radioactividad y los fenómenos radioactivos. Marie Curie se convirtió en la primera mujer en recibir este prestigioso galardón y ella y Pierre destinaron todo el dinero del premio a su laboratorio.
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La muerte de Pierre
Tras el galardón, la pareja siguió ejerciendo la docencia para mantenerse y sufragar sus investigaciones. Por ser mujer, Marie tuvo que trabajar en instituciones menores a las afueras de París hasta que Pierre consiguió una cátedra en la Sorbona, momento en que pudo contratarla. Por desgracia, su marido moriría en 1906 al ser arrollado por un carro en plena calle. Marie Curie, viuda con 38 años, continuó su trabajo en solitario.
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Pionera en la Sorbona
La muerte de Pierre ayudó a que la comunidad científica y la sociedad comenzasen a otorgar el valor merecido a la labor y la trayectoria de Marie Curie. En 1906 se convirtió en la primera mujer en dar clases en la Sorbona y dos años después, en 1908, volvió a ser pionera al convertirse en la primera mujer en obtener una cátedra y en ejercer como jefa de laboratorio en esa misma institución. También fue nombrada directora del Instituto del Radio de París.
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El segundo Nobel
En 1911 y debido a la continuación del trabajo que había realizado desde 1903, Marie Curie recibió su segundo Nobel, esta vez en el campo de la Química.
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Muerte y legado
Marie Curie había estado expuesta a elementos radioactivos sin la protección necesaria y los efectos nocivos de estos sobre el cuerpo humano provocaron a la científica una anemia aplásica. Esta acabaría causando su muerte en 1934 pero para entonces ya era reconocida como una profesional de prestigio internacional. No solo consiguió enormes avances científicos sino que además demostró que las mujeres podían y debían hacerse un hueco en el mundo académico sin importar a quién le rabiase.
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