Toda la Tierra es radiactiva; los químicos radiactivos de la corteza terrestre, los rayos cósmicos, el radón de la bebida y la comida, incluso de los propios tejidos humanos… La radiactividad nos rodea. Lo cual no significa, sin embargo, que esta radiactividad sea peligrosa para la salud, siempre que no supere ciertos niveles.
Pese al miedo que existe a las centrales nucleares, en la actualidad la industria asegura un manejo seguro de fuentes radiactivas. Para cerciorarse de que los niveles de radiación a la que los trabajadores de las centrales se expone, y la población en torno a ellas, se mantenga inocua, es imprescindible controlar tres variables: distancia, blindaje y tiempo de exposición.
Según un informe epidemiológico realizado por Foro Nuclear, los efectos de las radiaciones ionizantes en la salud de las personas son representativos cuando las personas están expuestas a altas dosis de radiación y/o a altas tasas de dosis, pero no ocurre lo mismo cuando la tasa de exposición a la radiación es muy baja o cuando la dosis total recibida también lo es.
El informe también recoge las conclusiones de varios estudios de entornos nucleares, que se llevan realizando desde 1940, y de entre todos ellos no se recoge ningún aumento en mortalidad por cáncer en ninguna de las áreas estudiadas, a excepción de una: el área de Chernóbil, que registró un sustancial incremento en cáncer de tiroides entre la población infantil.
A pesar de que en el siglo XXI la mejora de la seguridad de las centrales nucleares haya minimizado el riesgo de otro desastre nuclear con tanto impacto como el de 1986 en la actual Ucrania, los residuos nucleares y su gestión siguen constituyendo un grave problema ecológico. Es especialmente, la contaminación de las aguas: océanos, lagos, ríos... donde durante años la industria arrojó bidones de estos residuos. Hoy, esta práctica está prohibida y perseguida.
Muchos científicos ven en la energía nuclear una alternativa a los combustibles fósiles y señalan su importante papel en la transición energética y para minimizar los efectos del cambio climático; para otros, el riesgo de la gestión de los residuos y otros riesgos asociados con el uso de esta fuente de energía suponen un problema demasiado importante como para que su uso compense.
Con una incidencia suficiente, la radiación ionizante puede alterar el tejido de los seres humanos, de los animales (causando alteraciones como el cáncer o incluso la muerte) y alterar los ecosistemas; pero los niveles a los que el ser humano suele estar expuesto son, por lo general, inocuos para la salud. Eso sí, en algunos rincones del planeta, la radiación es mayor que en otros. ¿Hasta qué punto es peligrosa? Repasamos algunos de los lugares “más radiactivos” de la Tierra.
Islas Marshall
Estados Unidos probó 67 armas nucleares entre 1946 y 1958 en las Islas Marshall. Lamentablemente, estas pruebas dejaron una huella que perdura en algunas regiones de los atolones. Tanto es así que un estudio publicado en 2019 recomendaba no habitar algunas de sus islas, hasta que se limpien y se evalúe su seguridad. Algunas de estas islas, que han registrado más radiactividad que la propia zona de Chernóbil, son Enjebi, Runit, Bikini y Naen.
Somalia
El documental Toxic Somalia revela cómo en el año 2004, a partir de un tsunami que azotó los 3.300 kilómetros de la costa de Somalia, salieron a flote cientos de barriles con desechos tóxicos, algunos de ellos con fugas, que acabaron en las playas. Hay registros de infecciones de las vías respiratorias, hemorragias intestinales, reacciones químicas extrañas en la piel, y unas 300 muertes repentinas, pero no se ha podido confirmar que todos estos casos sean debidos a la influencia de estos residuos nucleares.Como recoge Al-Jazeera, a fines de la década de 1980, empresas europeas arrojaron desechos como uranio, plomo, cadmio, mercurio y otras toxinas industriales en el norte de Somalia, pero la tendencia se aceleró rápidamente después de la violenta expulsión del líder somalí Muhammad Siad Barri en 1991, según la ONU.
Chernóbil
Aunque hoy Pripyat es una ciudad fantasma, los alrededores de la central nuclear de Chernóbil se pueden visitar, aunque con unas medidas de seguridad: como explicábamos al principio de la galería, controlando el tiempo de exposición, y también el “blindaje”, con trajes especiales. De hecho, recientes visitas realizadas por influencers e instagrames han provocado la crítica de algunos sectores; no solo por temeridad, sino también por respeto.En todo caso, el desastre de Chernóbil extendió la radiactividad varios kilómetros a la redonda y, además de las muertes directas que provocó la catástrofe, dejó otras 4.000 muertos por cáncer y varios miles de fallecimientos tiempo después.
Fukushima
Otra de las catástrofes nucleares más importantes fue el terremoto de 2011 en Japón, que provocó un tsunami que arrasó las costas y que afectó a la central nuclear de Fukushima. Japón es uno de los países con mayor actividad sísmica del mundo; este accidente hico reflexionar acerca de la importancia de estudiar bien dónde y cómo construir una central nuclear.No obstante, la mayoría de científicos creen que no hay comparación entre los casos de Chernóbil y Fukushima, además de que el desastre de 2011 fue provocado por una catástrofe natural, y no hay muertes directas provocadas por la radiactividad. No obstante, la central quedó inutilizada para siempre.En cuanto a las consecuencias de la radiactividad emitida al medio, la energía liberada durante el terremoto fue equivalente a la explosión de 200 millones de toneladas de dinamita. Además, después del accidente, la radiación observada en los alimentos superaba en 27 veces el máximo legal establecido. Afortunadamente, la radiactividad en la zona está remitiendo.
Handford Site, Estados Unidos
Millones de toneladas de residuos fueron generados en Handford Site, Estados Unidos, entre 1943 y 1945. Este lugar es una planicie en medio del estado de Washington que todavía está siendo sometida a un exhaustivo proceso de limpiza, que es posible que se prolongue todavía unas décadas más.
Mailuu-Suu, Kirguistán
Algunas zonas de Mailuu-Suu, en Kirguistán (anitgua república de la URSS), son auténticos vertederos de desechos nucleares. El legado tóxico proviene de las minas de uranio locales, como parte del programa nuclear soviético.El nivel de nuleoides pesados y materiales radiactivos presentes en el agua corriente que llega a las ciudades, cuyas mediciones se realizan periódicamente desde el año 2000, ha llegado a superar en algunas ocasiones en 30 veces los límites establecidos por la legislación europea.El Instituto Black Smith la designó como la cuarta ciudad más contaminada del mundo en el año 2006.
Mar Mediterráneo
En 1999, el físico nuclear de la Universidad de Tesalónica, Fokion Vosniakos, aseguró en el décimo Simposio de la Asociación Científica para la Protección Medioambiental del Mar Mediterráneo (Mesaep) que la radiactividad del Mar Mediterráneo derivada del desastre de Chernóbil (en concreto, de cesio-137) no desaparecería hasta el año 2020. No obstante, ya entonces manifestaría que el nivel de radiactividad no era perjudicial para la salud de las personas.Tras el accidente, en los alrededores de la isla de Malta se llegaron a medir entre 100 y 120 becquerelios (una unidad de media de radiactividad) por metro cúbico. 1 bequerelio equivale a 1 desintegración por segundo.
Mayak, Rusia
Según la página Energía-nuclear.net, La URSS trató de ocultar durante años diversas emisiones de radiactividad producidas en la central nuclear de Mayak. En concreto, emisiones de residuos radiactivos en el río Tech, explosión de un edificio de almacenamiento de residuos en 1957, y una tormenta de viento que esparció materiales radiactivos en 1967. Estos incidentes convierten a Mayak en uno de los lugares con mayor radiactividad del planeta. Se considera el tercer accidente nuclear más grave, después de Chernóbil y Fukushima, y tiene un nivel 6 en la escala INES (Escala Internacional de Sucesos Nucleares).
Sellafield, Reino Unido
El incendio de la planta nuclear de Sellafield de 1957 provocó que 11 toneladas de uranio ardieran en llamas durante tres días, y la propagación de material radiactivo por la región. Sellafield Stories es un libro de entrevistas que recoge el testimonio de casi 100 personas que trabajaron y vivieron en los alrededores de la catástrofe, en el que se recoge que la tasa de niños que fallecieron por leucemia en una comunidad de 2.000 habitantes creció de manera inusual en los 20 años que sucedieron a la tragedia.
Semipalátinsk, Kazajistán
En la región hoy denominada Semey, de la Unión Soviética, se realizaron unas 86 detonaciones de armas nucleares, concretamente entre los años 1949 y 1989. La ciudad más cercana a esta zona es Kurchatov, pero Semey hoy permanece abandonada. El diario El Mundo plasma en uno de sus reportajes que las personas afectadas por estas pruebas ronda la cifra de 1.300.000.
Faro de Sajalín
Algunas de las construcciones abandonadas más fascinantes son los faros nucleares de la Unión Soviética, que fueron desmantelados tras su caída. Estos faros estaban alimentados con pilas atómicas, también llamadas generadores termoeléctricos de radioisótopos. Uno de los más importantes es el de la isla de Sajalín, al este de Rusia.
¿Hiroshima y Nagasaki?
Hoy se considera que ambas regiones son perfectamente habitables y están descontaminadas de las dos bombas nucleares que lanzó EEUU en agosto de 1945. Pero, si aparentemente una bomba nuclear es mucho más destructiva que un escape en una central nuclear, ¿por qué Chernóbil todavía no está habitado? Las razones pueden ser varias, pero principalmente, porque los procesos son radicalmente diferentes: los isótopos radiactivos de las bombas atómicas tienen una vida más corta, en relación con la energía de una central nuclear, que es un proceso de reacción lento y sostenido.Los más avispados, atentos a la lectura, se darán cuenta de que las Islas Marshall, mencionadas en este listado, mantienen algunas regiones sin habitar aunque hayan sido también escenario de pruebas nucleares. La diferencia con Hiroshima y Nagasaki es que allí se detonaron decenas de bombas con una potencia 1.000 superior a la de las bombas lanzadas sobre las ciudades japonesas.
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