Paul Allen: "Saber que hay extraterrestres inteligentes nos cambiaría la vida"
Paul Allen quizá es la persona que hizo realidad más fantasías juveniles: amasó una fortuna con su propia empresa, Microsoft; fue el dueño de dos equipos deportivos profesionales y de un museo del rock y construyó una nave espacial y un telescopio para buscar alienígenas.
Autor: Evan Ratliff
En 1975, Paul Allen, un hombre risueño de aspecto satisfecho, convenció a su amigo de la adolescencia de que hiciese una locura: abandonar la Universidad de Harvard para fundar juntos una pequeña empresa. Y no les fue mal. El colega se llamaba Bill Gates, y la compañía, Microsoft. En 1983 Allen tuvo que abandonar el gigante del software tras serle diagnosticado un linfoma de Hodgkin, que superó meses después tras un transplante de médula. Desde entonces, se ha dedicado a invertir la fortuna que reunió con Microsoft en lo que más le ha apetecido. Además de prestar una atención especial a sus proyectos filantrópicos, a través de la Paul G. Allen Family Foundation, ha continuado en los negocios y se ha convertido en un patrón de las ciencias que rivaliza en influencia con las agencias del Gobierno. Todo esto, sin dejar de lado sus grandes hobbies: la música y el deporte.
Su mecenazgo científico fue apasionante. En 2001 impulsó con 11,5 millones de dólares el programa SETI para la búsqueda de señales de radio provenientes de una inteligencia extraterrestre. Movido por otra de sus pasiones, el espacio, invirtió 30 millones de dólares en SpaceShipOne, que ganó el premio X Price por ser la primera nave espacial tripulada de capital privado. En 2003, dedicó 100 millones de dólares a la creación del Allen Institute for Brain Sciences -Instituto Allen para las Ciencias del Cerebro-, con la ambiciosa meta de desentrañar los genes que gobiernan el cerebro de un mamífero. Los científicos ya han obtenido un mapa que señala la función de 20.000 genes del cerebro de un ratón, y ahora van a por el premio gordo: el mapa del neocórtex humano.
Su mecenazgo científico fue apasionante. En 2001 impulsó con 11,5 millones de dólares el programa SETI para la búsqueda de señales de radio provenientes de una inteligencia extraterrestre. Movido por otra de sus pasiones, el espacio, invirtió 30 millones de dólares en SpaceShipOne, que ganó el premio X Price por ser la primera nave espacial tripulada de capital privado. En 2003, dedicó 100 millones de dólares a la creación del Allen Institute for Brain Sciences -Instituto Allen para las Ciencias del Cerebro-, con la ambiciosa meta de desentrañar los genes que gobiernan el cerebro de un mamífero. Los científicos ya han obtenido un mapa que señala la función de 20.000 genes del cerebro de un ratón, y ahora van a por el premio gordo: el mapa del neocórtex humano.
Paul Allen, conocido filántropo y empresario, falleció el lunes 15 de octubre de 2018 con tan solo 65 años a causa de un cáncer de sangre (linfoma no Hodgkin).
Rescatamos una entrevista realizada por la redacción de Muy Interesante y publicada en 2007:
-¿Alguna vez se ha imaginado un mundo sin Microsoft?
-¡Guau, qué pregunta! Supongo que la industria estaría muy fragmentada. Han surgido muchos productos desde entonces, como iPod, Google, YouTube, eBay y Amazon. Si no existiese esta última, otros venderían libros on line, ¿pero con el mismo impacto? ¿Y si hubiese cinco empresas de subastas, en vez de eBay? Habría mayor variedad de cosas para escoger, pero con una empresa grande hay más oportunidades de mejorar.
-¿Su experiencia con Microsoft tiene que ver con el tipo de proyectos científicos que respalda?
-En cierto sentido, sí. En la industria informática, hay un equipo interdisciplinar de personas que trabajan en un problema de forma cooperativa, uniendo sus resultados. Así es como lo hicimos con el proyecto del cerebro del ratón.
-Su interés por el cerebro parece un paso lógico para alguien que empezó escribiendo software.
-Sí. Si te implicas con los ordenadores, acabas fascinado por la idea de la inteligencia. El cerebro humano trabaja de manera completamente diferente a un ordenador, hace algunas cosas mucho mejor y esto seguirá siendo así en los próximos 100 ó 200 años. ¿Pero por qué? Junté a un montón de neurocientíficos y les pregunté qué podía hacer yo para ayudar en el campo de las neurociencias. Su respuesta fue: una base de datos genéticos del cerebro del ratón.
-El Allen Brain Atlas -Atlas Allen del Cerebro- es un proyecto de archivo masivo de datos. ¿Es una nueva tendencia en la investigación?
-Es un tipo de ciencia a escala industrial. Ya estamos presenciando otros esfuerzos similares; creo que hay un intento de Harvard en marcha para hacer una base de datos de cáncer. Craig Venter -el biólogo que secuenció el genoma humano- lidera un plan en el que recoge agua de mar para catalogar la vida del océano. Pero sólo hay unas docenas de proyectos de ese tipo. En unas décadas puede que esta cifra resulte ingenua.
-¿Qué es lo próximo que harán en su consorcio neurogenético?
-Aún quedan aspectos del cerebro del ratón por explorar, como su desarrollo embrionario y las diferencias entre el femenino y el masculino. Estamos empezando a adentrarnos en el cerebro humano, mucho mayor que el del ratón -del tamaño de una almendra-. Se necesitan imágenes mayores, más capacidad digital. Por suerte, no hay variedades uniformes de seres humanos, como las hay de ratones; pero nos queda un largo camino hasta analizar en detalle la genética y la estructura cerebral.
-¿Cuál cree que es la probabilidad de éxito de SETI? ¿Qué posibilidades hay de encontrar vida inteligente fuera de la Tierra?
-Los científicos son optimistas. Piensan que, con instrumentos mejores, podríamos captar ondas en más frecuencias o con más profundidad y encontrar civilizaciones emitiendo ahí fuera.
¿Si encontraran señales, sería usted el primero en saberlo?
-Primero llamarían a la Casa Blanca. Me dijeron que soy el tercero o el cuarto en la lista. Supongo que es uno de los beneficios de financiar el proyecto, pero el teléfono aún no ha sonado.
-¿Qué supondría ese tipo de descubrimiento para usted?
-Saber que hay otros seres fuera con los que comunicarnos, extrarrestres inteligentes, cambiaría nuestras vidas. Nos tendríamos que plantear unas cuantas preguntas. ¿Qué dice el mensaje? ¿Podemos descodificarlo y devolverles una respuesta? ¿Son bípedos que respiran oxígeno, o son una nube en un planeta gaseoso gigante?
-Usted también ha apoyado los aspectos más prácticos de la exploración espacial, financiando SpaceShipOne. ¿Cómo vivió el momento de su despegue?
-Recuerdo que estaba muy nervioso por miedo a que algo pudiera fallar. Nunca había puesto en peligro una vida. Cuando un programa no funciona, sale un mensaje de error en la pantalla, pero si algo falla en un cohete, el error casi siempre tendrá consecuencias fatales.
-¿Qué opina acerca de emplear la nave como producto comercial?
-Sería genial que la gente comprase un billete para volar, ver las estrellas y el cielo oscuro. A mí me gustaría hacerlo, pero después de que otros hayan volado un buen número de veces.
-¿Apoya usted los planes de la NASA para mandar humanos a la Luna y a Marte?
-Muchos argumentan a favor de estos proyectos, que hay que tener sueños ambiciosos. Siempre me fascinan los retos técnicos, ¿pero no podemos conseguir los mismos datos con un pequeño vehículo que corra por Marte con una cámara? Los seres humanos somos frágiles, y desde que llevasen a alguien a Marte hasta que lo trajeran de vuelta, el astronauta estaría bajo las radiaciones del Sol y de la galaxia. Hay que pensar en eso. Como especie, somos descubridores y aventureros, y el espacio y el océano profundo son las últimas fronteras. Pero no confío en que acabemos comprando apartamentos en la playa marciana.
-Los proyectos que ha patrocinado cubren muchos campos. ¿Qué criterios de selección sigue?
-Me pregunto a mí mismo cuáles son las grandes preguntas de la ciencia en cada momento. Hay poca probabilidad de levantar el teléfono y que nos conteste un alienígena, pero en mi opinión, abordar esta investigación es muy valioso. Otras áreas que me interesan son el cerebro humano y la biología de sistemas, esto es, comprender cómo funcionan por dentro las células. También los temas de hoy: el calentamiento global y las enfermedades. Y la física teórica, aunque básicamente consiste en un puñado de genios en distintos lugares del mundo, y no sé cómo podría hacer que trabajaran más rápidamente que lo que ya lo hacen.
-Me pregunto a mí mismo cuáles son las grandes preguntas de la ciencia en cada momento. Hay poca probabilidad de levantar el teléfono y que nos conteste un alienígena, pero en mi opinión, abordar esta investigación es muy valioso. Otras áreas que me interesan son el cerebro humano y la biología de sistemas, esto es, comprender cómo funcionan por dentro las células. También los temas de hoy: el calentamiento global y las enfermedades. Y la física teórica, aunque básicamente consiste en un puñado de genios en distintos lugares del mundo, y no sé cómo podría hacer que trabajaran más rápidamente que lo que ya lo hacen.
-¿Cuando financia el Atlas del Cerebro o el SpaceShipOne, piensa en ellos como inversiones o es pura filantropía?
-Son proyectos filantrópicos, pero siempre me planteo si hay alguna manera de que se autofinancien. En investigación biológica, esto significa crear patentes o conseguir fondos de fundaciones o del Gobierno. Creo que tendremos éxito con el Atlas del Cerebro porque hemos demostrado habilidades únicas. Por ahora no hemos patentado la propiedad intelectual del proyecto, aunque no lo excluyo. En la mayoría de las cosas que he hecho, trato de captar su principal valor y desarrollarlo. Y mira Microsoft. En 1975 éramos tres tipos, y ahora son 70.000.
-¿Cuando Gates y usted comenzaron, eran ambiciosos?
-Sabíamos que los microordenadores con software podrían tener impacto. Una gran parte del éxito de Microsoft se debió a que, cada año, los chips sobre los que funcionaba nuestro software se hacían más rápidos y baratos. Doblaron su capacidad cada 18 meses, como predecía la ley de Moore. Al comenzar calculábamos que, si nos iba muy bien, tendríamos unos 35 empleados. Pero en realidad, albergábamos esperanzas mayores. En nuestro interior estábamos pensando: "si un montón de gente comprara un ordenador barato...".
-¿Cómo trabajaban los dos juntos al principio?
-Dividimos las tareas de programación. Yo estaba familiarizado con el software de las unidades principales y los miniordenadores para emular chips, y Bill trabajaba en el diseño del programa Basic. Él enfocó su actividad hacia las relaciones externas y los negocios, y lo que a mí me atraía era saber en qué dirección se desarrollaba la tecnología. Éramos complementarios.
-¿Ahora recuerdan juntos los viejos tiempos?
-¡Sí, y nos reímos mucho! Es difícil explicar el ambiente de diversión tan increíble en el que vivíamos. A veces Bill dormía en la alfombra de la oficina, y cuando la secretaria llegaba, veía sus pies sobresaliendo fuera de la puerta. Nuestra única actividad de ocio era ver películas. Podíamos programar hasta las 2, 3 ó 4 de la mañana, levantarnos tarde y volver a empezar. Nos encantaba.
-Usted y Gates parecen seguir caminos paralelos. ¿Van a hacer colaboraciones filantrópicas?
-Siempre estamos buscando puntos en común. Al fin y al cabo, hemos tenido mucho éxito juntos. Hace poco hablamos de hacer algo en las fronteras de la energía.
Desde que dejó Microsoft en 1982, Paul Allen no ha parado. Y da la sensación de haber aprovechado su vida y su enorme fortuna para disfrutar. De estudiante, quedó hipnotizado por 2001: una odisea en el espacio y El mundo del silencio de Jacques Cousteau. Treinta años después apostaba por proyectos científicos que parecen sacados de esas películas. Pero además, fundó empresas de software, televisión por cable e industrias web; compró los equipos Portland Trail Blazers -de baloncesto- y Seattle SeaHawks -de fútbol americano-; se hizo con un yate, el Octopus, y creó su propio museo del rock. Habitual de la lista Forbes de los más ricos del mundo, Allen es, indudablemente, un tipo con suerte, pero sobre todo, con ingenio e inquietudes.
-¿Cuáles son las grandes cuestiones que tiene ahora en mente?
-La salud del océano y el problema de la energía. Por eso he invertido en una empresa para investigar la fusión nuclear.
-¿Qué tipo de investigación sobre la fusión desarrolla?
-La empresa se llama Tri Alpha Energy y financia la fusión aneutrónica, un proceso que emite protones en vez de neutrones, potencialmente más eficiente. Se prevé que la fusión nuclear va a seguir en el horizonte durante décadas, así que hay que pensar en alternativas. En los últimos años ha habido muchas discusiones sobre los reactores de fisión, y yo he participado en reuniones sobre el tema. Creo que Bill también está interesado en esto.
-Ordenadores, deportes, barcos, espacio, ciencia y rock and roll. ¿Le queda algún deseo infantil pendiente de realizar?
-Con 8 años me fascinaban los coches deportivos. Ahora no me gustan tanto como otras cosas, así que no tendré un supermodelo con llamas a los lados. En la vida, tienes que elegir tus debilidades.