Este planeta está tan caliente que su atmósfera hierve
Las temperaturas de este mundo infernal superan los 4.700 ºC; es más caliente incluso que las propias estrellas.
Tiene una masa casi tres veces mayor que la de Júpiter (y un tamaño 1,8 veces más grande) y es imposible que exista cualquier forma de vida debido a sus elevadísimas temperaturas que hacen que su atmósfera esté incluso hirviendo. Este exoplaneta es un Júpiter ultracaliente, es decir, un enorme mundo gaseoso que pueden orbitar a sus estrellas a distancias que nosotros consideraríamos terribles, por su cercanía. Conocemos los Júpiter calientes, pero KELT-9b está un paso más allá de esta temperatura: es un Júpiter ultracaliente, extremadamente abrasador. Fue descubierto por primera vez por investigadores que usaban el telescopio Kilodegree Extremely Little Telescope (KELT) en el Observatorio Winer en el sureste de Arizona, que detecta caídas en el brillo de una estrella y, a su vez, sugiere un exoplaneta cruzado frente a la estrella.
El planeta más caliente conocido hasta ahora
Sus temperaturas rondan los 4.700 ºC, por lo que allí hace más calor que en la mayoría de estrellas conocidas (tiene una temperatura similar a la de nuestro Sol, que es de 5.500 ºC): es el fuego absoluto del infierno. Ahora, una nueva investigación publicada en The American Astronomical Society ha revelado otro detalle muy interesante sobre este insólito mundo: las moléculas de vapor de metal que se encuentran en su atmósfera no deberían estar allí. No pueden soportar el calor tan extremo. Pero ahí están, algo que podría darnos más información sobre lo que sucede en este tórrido planeta e incluso cómo llegó a existir.
"Este planeta me recuerda al mítico Ícaro, que se acercó al sol y se quemó", comenta Thomas Henning, coautor del estudio y director del Instituto Max Planck de Astronomía. "Nuestro planeta no se estrellará contra el Sol, pero ciertamente perderá una parte esencial de sí mismo, a saber, su atmósfera".
El planeta orbita una estrella que es dos veces más ardiente que el Sol, a una distancia diez veces más cercana de la que separa al planeta Mercurio de nuestra estrella. Apenas tarda un día y medio terrestre en completar la órbita y luce una gigantesca y brillante cola de gas como si de un cometa se tratase. No en vano, está sujeto a una fortísima atracción gravitatoria de su estrella, por lo que está bloqueado por mareas; la misma cara del planeta está continuamente mirando su estrella, lo que deriva en temperaturas completamente contrapuestas del lado diurno y nocturno del planeta. El caso es que solo un lado del planeta está pasando por una sauna perpetua.
La Tierra no podría soportar la presión que experimenta KELT-9b. Su atmósfera es un caldero letal de hidrógeno molecular, óxidos e hidruros metálicos, que nunca podrían existir en nuestro territorio cósmico. De hecho, está tan cerca de la gran estrella que lo insólito es que no se haya vaporizado instantáneamente.
Si los metales presentes en su atmósfera no deberían existir por las altas temperaturas, ¿qué es lo que ocurre?
El calor del lado diurno podría destruir las moléculas, tal y como dice la teoría, pero no los átomos de los que están hechas. Si los vientos barren esos átomos hacia el lado nocturno mucho más frío, y se unen nuevamente para formar los mismos tipos de moléculas que formaban antes, podría explicar por qué fueron detectadas en una atmósfera de la que de otra manera sería imposible que estuvieran presentes. Averiguar cuántos de esos metales hay en la atmósfera de KELT-9b puede decirnos de dónde vino y cómo llegó hasta donde está.
"Esto sugiere que se están produciendo algunos procesos físicos importantes, y que nuestras predicciones tradicionales para este planeta pueden no ser tan precisas, pero aún es muy pronto para decirlo", aclaran los autores.
Aparte de esto, los investigadores exponen que el gas que escapa de su atmósfera hirviente está siendo capturado por su estrella anfitriona. Esto puede significar que una vez fue un mundo más grande, que con el tiempo sufrió una tremenda pérdida atmosférica. Quizá hasta podría ser un núcleo rocoso sobrante de un planeta gigante. Los escenarios posibles, son muchos.
Teniendo en cuenta que el telescopio Hubble ya está “mayor” para estos menesteres, los astrónomos tendrán que esperar para estudiar atmósferas de exoplanetas a otros telescopios de nueva generación como el esperado Jamess Webb, cuyo lanzamiento está previsto para octubre de 2021.
A Decade of Radial-velocity Monitoring of Vega and New Limits on the Presence of Planets Spencer A. Hurt, Samuel N. Quinn, David W. Latham, Andrew Vanderburg, Gilbert A. Esquerdo, Michael L. Calkins, Perry Berlind2, Ruth Angus, Christian A. Latham, and George Zhou. Published 2021 March 2 • © 2021. The American Astronomical Society. All rights reserved. The Astronomical Journal, Volume 161, Number 4 Citation Spencer A. Hurt et al 2021 AJ 161 157