Las pequeñas lunas de Júpiter
Algunas llevan nombres de amantes o hijas del dios romano Júpiter o de su equivalente griego, Zeus.
Júpiter es el planeta más masivo de nuestro sistema solar, y también posee una larga cohorte de otras lunas. Hasta la fecha se conocen 79, de las cuales veintitrés siguen sin nombre oficial; los que lo han recibido tienen nombres de amantes o hijas del dios romano Júpiter o de su equivalente griego, Zeus. A ellas hay que sumar las numerosas lunas menores de aspecto irregular cuyo origen lo tenemos en los asteroides o trozos de asteroides que quedaron atrapados en el pozo gravitatorio de Júpiter. En conjunto no son algo relevante en el sistema joviano, pues todas ellas solo dan cuenta del 0,003 % de la masa total que hay en órbita alrededor del gigante gaseoso.
Los astrónomos organizan el sistema de satélites de Júpiter en tres grupos. De más lejos a más cerca del planeta, tenemos el grupo de los satélites irregulares –cuerpos atrapados por la gravedad de Júpiter–; las lunas de Galileo; y el grupo de lunas interiores Metis, Adrastea, Amaltea y Tebe, pequeños cuerpos rocosos de los que poco se sabe y que fueron descubiertos por la sonda Voyager 1 en 1979. Estos cuatro se encuentran por dentro de la órbita de Ío y tardan menos de un día en girar alrededor de Júpiter siguendo unas órbitas más o menos regulares. El mayor de todos, Amaltea (de unos 160 km de diámetro), parece que no se formó allí, sino que, o bien fue capturada por Júpiter o se coci ó a mayores distancias y acabó cayendo donde se encuentra ahora. Su órbita alrededor de Júpiter es de doce horas.
Estas lunas, junto con un número no determinado de otras más pequeñas, son las que mantienen estable el débil sistema de anillos que rodea al gigante gaseoso: mientras que Metis y Adrastea se ocupan del anillo principal, Amaltea y Tebe hacen lo propio con los anillos exteriores.
El descubrimiento de este peculiar sistema de anillos fue una de las grandes sorpresas de las misiones Voyager. Se extiende a 53000 km de la atmósfera del planeta, y visto de frente captura menos del 0,1 % de la luz que lo atraviesa, lo que hace que sea prácticamente transparente: la Pioneer 11 atravesó ese anillo en 1974 sin darse cuenta de su existencia. Aparentemente, las partículas que lo forman solo son visibles cuando se observan de perfil o contra el Sol.
En el grupo de los satélites más exteriores, cuyos representantes son Sinope, Pasifae, Carmé, Himalia, Temisto y Ananké (a los que acompañan toda una panoplia de otros más pequeños), ninguno supera los 50 km de diámetro. Sin excepción se sitúan más allá de la órbita de Calisto y en promedio tardan dos años en dar una vuelta completa al planeta siguiendo órbitas muy excéntricas, lo que confirma su origen extrajoviano.