Así evolucionaron los dedos de los pies para que camináramos sobre dos piernas
Un nuevo estudio indica que de estos cinco apéndices articulados empezaron a adaptarse al bipedismo hace, al menos, 4,4 millones de años.
¿Te has preguntado alguna vez por qué cada uno de los cinco dedos de la mano tiene su propio nombre –índice, corazón, anular…– y, en cambio, a los de los pies no les tenemos la misma consideración? En cierto modo, es un efecto secundario de la bipedestación, la facultad de desplazarse con postura erguida que nos diferencia de la inmensa mayoría de los mamíferos cuadrúpedos. Porque, lejanos y menos apreciados que los de las manos, los dedos de nuestras extremidades inferiores perdieron por el camino de la evolución su capacidad prensil, de agarrar objetos, típica de los primates. Esta innovación anatómica cambió drásticamente la configuración del cuerpo humano y desencadenó el desarrollo social y cultural de nuestra especie.
Ahora, un equipo de científicos internacionales en el que ha participado Peter Fernández, de la Universidad de Stony Brook, en Estados Unidos, y Sergio Almécija, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont, en Sabadell, ha indagado en cómo se transformaron los huesecillos, tejidos blandos y articulaciones de esos pequeños cinco apéndices infravalorados que rematan nuestros pies.
Los expertos han comparado mediante escáneres en 3D la estructura de las articulaciones situadas entre el metatarso y las falanges –llamadas metatatarsofalángicas– de diferentes especies de primates: desde los fósiles de nuestros ancestros homínidos, pasando por grandes simios –gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes–, otros monos y, por supuesto, el moderno Homo sapiens.
Publicado en la revista científica PNAS, el estudio indica que Ardipithecus ramidus –el hominino conocido más antiguo que se puso de pie– ya presenta adaptaciones que posibilitan la postura erguida, hace unos 4,4 millones de años. Concretamente, los investigadores han comprobado que sus articulaciones metatatarsofalángicas están orientadas hacia arriba para facilitar el desplazamiento sobre dos piernas. Este rasgo diferencia al A. ramidus de otros primates, que tienen dichas articulaciones orientadas hacia abajo para priorizar el agarre de objetos.
El dedo gordo, un caso aparte
El trabajo también hace otra revelación: que el característico dedo gordo del pie humano evolucionó mucho más tarde, cuando aparecieron las primeras especies del género Homo, para dar un mayor impulso a los pasos o las zancadas de una carrera. En una entrevista a la BBC, Peter Fernández ha explicado que quizá se deba a que era más difícil de transformar y, también, porque los antiguos homínidos seguían pasando mucho tiempo en los árboles y seguían utilizando los pies para coger cosas, antes de abandonar completamente sus hábitos arborícolas.
Esto añade una nueva pieza en el puzle científico de la bipedestación humana, aunque el origen de esta facultad sigue siendo un enigma. Tal vez fue propiciada por un cambio climático que acabó con la buena parte de la superficie arbolada de la sabana africana o, simplemente, nuestros ancestros liberaron sus manos para fabricar y manejar herramientas.
Lo que está claro es que el moderno bipedismo apareció en época tardía y que fue fruto de graduales adaptaciones, por separado. Algunos expertos sugieren que, por lo menos desde tiempos del Ardipithecus ramidus, los homínidos experimentaron con distintas formas de desplazamiento vertical hasta que se estableció la del Homo sapiens.
Más información: Fernández, P.J, Mongle, C.S., Leakey, L., Proctor, D.J., Orr, C.M., Patel, B.A., Almécija, S., Tocheri, M.W., Jungers, W.L. (2018, publicado online). "Evolution and function of the hominin forefoot". PNAS (2018) https://doi.org/10.1073/pnas.1800818115