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Curiosidades del verano: de mosquitos, gafas de sol, gazpacho y canciones

¿Te has preguntado alguna vez por qué nos duelen las picaduras de los mosquitos?¿O quién puso de moda las gafas de sol? ¿O quién inventó el gazpacho o los helados?

Una de las plagas del verano son los mosquitos, que por las noches nos suelen obsequiar con unos bonitos “ronchones”. Nuestra sangre es uno de sus platos preferidos. Lo que puede parecer un poco tonto es que si su supervivencia depende críticamente de chupar sangre, ¿por qué sus picaduras nos causan escozor? ¿No sería mejor para ellos que se alimentasen de manera menos dolorosa para nosotros? Así no tendríamos tantas ganas de eliminarlos…
La cuestión es que al mosquito, como a nosotros, también se le hace la boca agua cuando se encuentra ante un plato apetitoso. La diferencia estriba en que mientras que nosotros no escupimos en el plato de paella, el mosquito sí lo hace en la picadura. Y una sustancia venenosa, que produce rápidamente una inflamación local acompañada de una dilatación de los vasos capilares. Todo esto tiene un objetivo claro: aumentar el flujo de sangre a la zona, que es la razón por la que se pone colorada la zona de la picadura. Nosotros sentimos dolor, pero el mosquito consigue que mane la fuente de su alimento.

Bueno para comer: de gazpacho y helados

El calor del verano no solo nos trae mosquitos, sino también uno de los platos más representativos de la gastronomía estival, el gazpacho y sus numerosas variantes. Su origen es antiquísimo. Ya en el siglo I a. C. Virgilio en su Égloga II habla de él al describir el sustento de los fatigados segadores. En la actualidad, y con la cocina mediterránea en pleno auge, el gazpacho ha pasado de ser alimento de pobres a servirse en los mejores restaurantes.
Claro que antes no era así. Cervantes, en su inmortal Don Quijote, pone en boca de Sancho: “Más quiero hartarme de gazpacho que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente”. Tendríamos que esperar a finales del siglo XIX para que el menosprecio por esta sopa fría propia de segadores se convirtiera en alabanza: “Ningún restaurante… podía ofrecernos manjar más suculento que los gazpachos montaraces y aun los caseros”, escribió Azorín. Y, como dijo Gregorio Marañón, junto con el vino y un buen trozo de carne “podría considerarse como alimento muy próximo a la perfección”.
Más antiguo que el gazpacho es el postre estrella del verano, el helado. Como no podía ser de otro modo, el primero apareció en China hace 4 000 años. Considerado una delicatessen, era una pasta de arroz hervido, especias y leche envuelta en nieve para solidificarla. Poco a poco aparecieron los helados de frutas -zumo con nieve- y en el siglo XIII se podían encontrar por las calles de Beijing el ‘carrito del helado’. Con Marco Polo pasó a Italia, donde los maestros heladeros guardaban con celo sus recetas. No era para menos: conseguir un helado era caro, un postre para ricos, pues como congeladores utilizaban un sótano repleto del hielo recogido durante el invierno.
En 1 560 un español residente en Roma, Blasius Villafranca, descubrió que podía alcanzar más rápido el punto de congelación de la mezcla si añadía salitre al hielo y nieve que rodeaba al helado. Y cuatro siglos más tarde, en 1 920, el norteamericano Harry Burt lanzó al mercado el helado de vainilla recubierto de chocolate y con un palo de madera para sujetarlo.
Gazpacho

GazpachoGazpacho

Un poco de óptica: de gafas y espejismos

Ahumar las gafas para oscurecerlas se utilizó por primera vez en China antes de 1 430. Claro que su uso no era el de amortiguar la intensidad de la luz solar sino otro mucho más cercano y que hoy subsiste entre la fauna y flora que crece y se multiplica en las revistas del famoseo: ocultar la expresión de los ojos. Claro que los chinos no lo hacían para hacerse los interesantes, sino con un objetivo más elevado: los jueces llevaban gafas de cuarzo ahumadas para que sus ojos no revelaran si aceptaban las pruebas presentadas. Esto tenía que ser descubierto únicamente al final del juicio.
Las gafas de sol son, en realidad, un fenómeno del siglo XX. Diseñadas hacia 1 930 para proteger a los aviadores cuando volaban a gran altitud, fue la campaña publicitaria de la empresa Foster Grant quien las lanzó al estrellato. Y nunca mejor dicho pues su campaña, en la que aparecían caras famosas de Hollywood, fue un bombazo. Con la frase “¿No será esa persona… la que hay detrás de esas Foster Grant?” hizo que todo el mundo supusiera que todas las estrellas llevaban sus gafas de sol. Y en la década de 1970 se convirtió en la multimillonaria industria que hoy es.
Pero para fenómeno óptico típico de los calurosos días de verano, los “charcos” que aparecen en el asfalto recalentado. No dejaría de ser una curiosidad sino fuera porque en ello se basa el funcionamiento de las fibras ópticas: la reflexión total. Cuando la luz pasa de un medio a otro de diferente densidad se producen dos fenómenos: la reflexión –la luz sale rebotada- y la refracción –la luz cambia su rumbo al cambiar de medio-. Si pasa de un medio a otro menos denso, ese cambio de dirección se verifica de modo que el rayo de luz se inclina hacia la superficie de separación. Así, si incide con la suficientemente ‘tumbado’, la inclinación que se produce es tal que el rayo no llega a pasar al otro medio: la superficie de separación se convierte en un espejo perfecto. En la carretera, el aire pegado a ella está más caliente que el de arriba, luego es menos denso, y la luz se refleja totalmente antes de llegar al suelo. Lo mismo ocurre si buceamos en la piscina. A medida que vamos subiendo llegará un momento en que la superficie del agua se convierte en un espejo y vemos el suelo de la piscina.

La canción del verano

Según parece y por su propia confesión, el responsable de la existencia de la canción del verano es Luis Aguilé. Todo comenzó a principios de la década de los sesenta cuando Aguilé llegó a España. Entonces las discográficas cerraban los meses de verano. Aguilé saltó a la fama con dos canciones lanzadas poco antes del verano: Fanny –“…esas son cosas que pasan y es el tiempo quien después dirá”- y Dile, versión del éxito del grupo The Exciters Tell Him. Las peticiones fueron tantas que la compañía discográfica de Aguilé tuvo que abrir para abastecer el mercado. Los directivos se dieron cuenta que sacar canciones pegadizas para la época estival podía ser un buen negocio. Así se acuñó el término 'la canción del verano' y desde entonces la industria del disco ha hecho su agosto.

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