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Los devoradores de hombres de Tsavo

A finales del siglo XIX dos leones devoradores de hombres aterrorizaron a los obreros que construían la línea de ferrocarril que iba a unir Kenia y Uganda, matando a un centenar de personas. Esta es su historia.

Si este verano viaja a Chicago, además de pasear por las calles del centro disfrutando de su preciosa arquitectura, no puede perderse el Museo Field de Historia Natural: si usted es un enamorado de las ciencias naturales es imposible que lo pase por alto; y si lo es del cine de terror... ahí se rodó The relic. Escondida en la Galería Rice, que contiene una impresionante colección de mamíferos disecados de África, podrá ver la verdadera atracción del museo: un diorama de dos leones sin melena. Estará viendo la piel (y bajo ella el cráneo) de los dos felinos que aterrorizaron a los obreros que construían la línea férrea de Kenya a Uganda a finales del siglo XIX. Si es aficionado al cine sabrá que la historia -con algunas florituras made in Hollywood- se recreó en la película Los demonios de la noche, protagonizada por Michael Douglas y Val Kilmer.
La historia fue la siguiente.
Tsavo es una zona del sureste de Kenia, a unos 180 km al noroeste de Mombasa, hoy convertida en reserva natural. A finales del siglo XIX Tsavo no era ese lugar idílico de naturaleza salvaje, sino un problema para la British East Africa Company, responsable de mantener los intereses del Imperio Británico en esa parte del continente negro, que necesitaba construir una vía férrea (bautizada Uganda Railway) que comunicara Mombasa con el lago Victoria. Lo que no se esperaban es que su construcción les diera tantos problemas, de modo que acabó siendo apodada la Lunatic Railway. Para empezar, los lugareños se negaban a trabajar en ella, pues era evidente que no iban a ayudar a los invasores europeos a implantar un sistema de transporte que les daría el control del terreno. Así que los ingleses tuvieron que traer a ese lugar perdido de África a trabajadores de sus colonias del subcontinente indio, vía Mumbai y Karachi.

Los problemas de la Uganda Railway

En 1903 había empleados casi 32 000 asiáticos, muchos de los cuales se quedaron en Kenia al terminan sus contratos. La tierra donde trabajaban era, por decirlo finamente, criminal, y con unas condiciones sanitarias deplorables: úlceras, diarrea, disentería, escorbuto... eran el pan nuestro de cada día. Los animales no lo pasaban mejor: entre 1897 y 1998 murieron 228 de las 350 mulas, 579 de los 639 bueyes de tiro, 774 de los 800 burros y el total de los 63 camellos. El sobrecoste se disparó de tal forma que en 1898 ya superaba el cuádruple de lo previsto, un exceso de 420 millones de euros actuales. Pero eso no era nada con lo que les esperaba al llegar a Tsavo, donde tenían que construir un puente sobre el río del mismo nombre. A cargo de su construcción pusieron a un ingeniero militar, el teniente coronel John Henry Patterson, que llegó a Mombasa desde la India en marzo de 1898.
Al poco de llegar Patterson desaparecieron los primeros trabajadores. Sus cadáveres habían sido comidos casi totalmente por los carroñeros por lo que fue imposible identificar las causas de la muerte, que se atribuyó a una riña por la paga que acababan de recibir. Pero días más tarde murió de forma brutal Ungan Singh, el ayudante de Patterson. No hubo duda de que se enfrentaban a un devorador de hombres: varios testigos vieron cómo un león metía su cabeza en la tienda de Singh, le agarraba por la garganta y lo arrastraba fuera del campamento. Al amanecer Patterson encontró los restos: le habían devorado casi todo su cuerpo, menos la cabeza, la carne parecía haber sido desgarrada por unos caninos grandes y su rostro, congelado con una mirada de terror.
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León sin melena

Devoradores de hombres sobrenaturales

A la noche siguiente Patterson decidió montar guardia en el lugar del último ataque con un cebo, pero los alaridos provenientes del otro lado del campamento le alertó de que algo no iba bien. No llegó a tiempo. Pronto se dio cuenta de que se enfrentaba no a uno, sino a dos devoradores de hombres, en una sorprendente acción coordinada: vigilaban el campamento y esperaban el mejor momento, justo bien entrada la noche y mientras los hombres dormían, para entrar, rasgar la tela de las tiendas elegidas y atacar a sus víctimas. De nada sirvieron las empalizadas, cercados, vallas de espino o las hogueras que ardían por las noches para impedir su acecho. La astuta habilidad que demostraron tener para evadir a Patterson y evitar las trampas hizo que empezara a correr entre los hombres la idea de que se enfrentaban a algo sobrenatural. Cuando los leones rugían al anochecer se avisaba de tienda en tienda diciendo: "Khabar dar, bhaieon, shaitan ata” (Cuidado, hermanos, viene el diablo).
El miedo caló entre los trabajadores y muchos huyeron, paralizando las obras. Patterson pasaba las noches en la copa de los árboles intentando cazarlos. El 9 de diciembre abatió al primero, de casi 3 metros de largo, y el día 27 cayó el segundo. Según el mismo Patterson los leones habrían matado a 135 personas, aunque estimaciones recientes basadas en los marcadores isotópicos del cráneo de los leones parecen reducir su número a 35.

El enigma de los leones de Tsavo

Los leones de Tsavo tenían un aspecto misterioso: ninguno de los dos tenía melena. Se llegó a pensar que eran de una especie diferente a la de los leones africanos -que sí la tienen- pero los análisis genéticos han demostrado que eran totalmente africanos. ¿Por qué no tenían melena? Los investigadores apuntan que en un ambiente tan tórrido como Tsavo y con tan poca agua hizo que la perdieran para poder sobrevivir. De hecho en la actualidad se han observado leones sin melena en Tsavo.
¿Qué llevó a dos leones machos a cazar juntos y solos, fuera de una manada? ¿Por qué acecharon y mataron a seres humanos de manera sistemática? Los biólogos han propuesto diferentes hipótesis para dar una respuesta: una es la peste bovina de 1898, que al dejar a los leones sin su presa habitual estos empezaron a cogerle el gustillo a los hombres muertos que se arrojaban al río Tsavo, pues por ahí pasaban las caravanas de esclavos a Zanzíbar; otros han apuntado que los atrajeron a las cremaciones rituales apresuradas de los obreros hindúes fallecidos. Finalmente en 2000, el examen de los cráneos mostró que al miembro dominante -probablemente responsable de matar a un mayor número de humanos- le faltaban varios dientes y tenía un abceso dental severo. De ahí que los investigadores especulen de que debía resultarle demasiado doloroso acechar y cazar a una presa típica y encontrara a los humanos más fáciles de cazar... y devorar.
En su libro sobre su aventura africana Patterson escribió que, no muy lejos del campamento, encontró una cueva con huesos humanos en la entrada y en el interior, además de brazaletes de cobre como los que usaban los nativos de la zona, los Taita. ¿Era la guarida de los devoradores de hombres? Los biológos dudan de que Patterson realmente viera eso porque los leones ni viven en cuevas ni llevan sus presas a ningún lugar, cosa que sí hacen la hienas. Cuando en 1998 se hizo una serie de excavaciones en este lugar, no se encontró ningún tipo de resto humano. ¿Mintió Patterson? Podría ser, pero entonces quienes lo creen deberían explicar la razón por la que lo hizo.
Lo sucedido en el río Tsavo revela un comportamiento animal totalmente misterioso: durante diez meses dos leones solitarios aterrorizaron a centenares de trabajadores, a los que cazaban por la noche dentro de sus tiendas. Ni trampas, ni fuegos, ni espinos pudieron detenerlos: únicamente dos cartuchos del calibre .303 disparados por un fusil Lee-Enfield.

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