¿Sobreviviríamos a una invasión extraterrestre?
Desde La Guerra de los Mundos, la ciencia-ficción y el cine está repletos de extraterrestres con aviesas intenciones, con el íntimo deseo de invadirnos y convertirnos en sus esclavos y quedarse con los recursos naturales de la Tierra. ¿Sobreviviríamos?
Pensar en ETs invasores no es del gusto de los científicos que participan en SETI, el programa de búsqueda de inteligencias extraterrestres. Carl Sagan, Francis Drake o Jill Tarter, por nombrar a los más conocidos, son de la opinión de que una civilización avanzada, que ha podido evitar su autodestrucción, será esencialmente pacífica. Pero eso no es más que una suposición gratuita. De hecho, el contraejemplo somos nosotros mismos: salvamos el punto de no retorno de la destrucción atómica durante la guerra fría, pero seguimos envueltos en conflictos armados. Es más, como afirman los arqueólogos Mark W. Allen y Elizabeth N. Arkush en su libro Arqueology of war, “las investigaciones arqueológicas actuales han demostrado el perturbador hecho de que la prehistoria e historia de nuestro mundo han estado ligados al curso de la guerra”. Y añaden: “en sociedades complejas es el líder o un pequeño grupo de élite político quien toma la decisión de ir a la guerra; es en las sociedades pequeñas donde se discute, se consensúa y se comparten los riesgos y recompensas de un conflicto”. En esencia, para declarar una guerra entre civilizaciones solo hacen falta dos personas.
El argumento de los “ETs bondadosos” da por supuesto que todas las razas extraterrestres, independientemente de su estructura biológica, psicológica, política o social, durante toda su historia de colonización espacial, se comportan como hermanitas de la caridad. ¿Realmente es creíble? Y no solo eso, sino que debemos creer que todas las posibles civilizaciones alienígenas en toda su historia espacial han actuado siempre al revés de como lo hacemos nosotros, que somos peleones.
Sea como fuere, si una civilización avanzada quiere arrasar la Tierra, lo puede hacer sin ningún impedimento. Las razones puede ser muy variadas: véase si no la divertida novela Guía del autoestopista galáctico del inglés Douglas Adams, donde nuestro planeta es demolido porque por aquí va a pasar una autopista. En ese caso no tendremos ninguna oportunidad. Pero si su objetivo no es la aniquilación de la raza humana... ahí sí podemos hacerles daño. Sólo hay que pensar cómo.
El primer paso en la invasión extraterrestre
Para los extraterrestres, poner a la Tierra en jaque es bien sencillo: solo tienen que acabar con todos nuestros satélites. Sin bajas, sin desembarcos y disparando sus cañones láser -o lo que sean- desde una distancia cósmica prudencial. No hay duda que ése sería el primer paso de una hipotética invasión. ¿Y qué decir de someter al planeta a un brutal pulso electromagnético (PEM) que fría todos los componentes electrónicos? Entre 1961 y 1962 la Unión Soviética puso en marcha su Proyecto K, entre cuyos objetivos estaba el estudio de los efectos de un PEM creado por explosiones atómicas en la alta atmósfera. Durante la prueba del 22 de octubre de 1962, el PEM fundió 570 kilómetros de línea telefónica monitorizada e incendió las protecciones que habían colocado, además de causar un incendio que destruyó una central eléctrica e inutilizar 1 000 km de cables eléctricos subterráneos. ¿Se imaginan algo así pero a nivel planetario? Si quieren hundir nuestra civilización, los alienígenas solo deben procurar que desaparezca la red eléctrica.
Por supuesto, si su idea es adueñarse del planeta, al final tendrán que enfrentarse a nosotros en algún momento. Aprender a defendernos de un enemigo tecnológicamente superior a nosotros -es lo que se llama guerra asimétrica- es algo para lo que debemos estar preparados. En un primer momento podemos estar tentados a pensar que, como decían los Borg en la serie de ciencia ficción Star Trek, toda resistencia es fútil.
Pero no tiene por qué ser así.

Invasión extraterrestre. Ilustración
Cómo resistir al invasor extraterrestre
Una prueba la tenemos en el que fue el juego de guerra más caro de la historia, Millennium Challenge 2002. Con un presupuesto de 250 millones de dólares, el ejército norteamericano lo diseñó para poner a prueba una serie de nuevas teorías de combate. El escenario previsto era una guerra contra un país ficticio del Golfo Pérsico, curiosamente parecido a Irak.
El enemigo (el Equipo Rojo) se puso al mando de un general retirado llamado Paul Van Riper, un veterano de Vietnam. El Pentágono tenía previsto un triunfo total y arrollador del Equipo Azul, los “buenos”, usando sus nuevas ideas de guerra tecnológica. El Equipo Rojo recibió un ultimátum en el que se le exigía su rendición en 24 horas. Van Riper lo tenía claro: la flota de guerra enemiga había llegado al Golfo Pérsico para lanzar un ataque preventivo contra su país. Así que siguiendo la vieja máxima de que la mejor defensa es un buen ataque, decidió atacar primero. Como sabía que tenía perdida la guerra electrónica, decidió regresar a tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial: cerró todas sus radios y usó mensajeros en motocicleta para repartir las órdenes. Para sortear las contramedidas electrónicas armó patrulleras rápidas y barcos de recreo con misiles de primera generación, esos que son de apuntar, disparar y esperar a dar en el blanco. Y por si eso no fuera poco, preparó una oleada masiva de ataques suicidas con pequeñas embarcaciones y aviones de hélice cargados de explosivos al más puro estilo kamikaze. ¿El resultado? Cuando se disipó el humo (digital) había hundido las 2/3 partes de la flota del Equipo Azul. Primer mito bélico desmontado: ser tecnológicamente superior no asegura ganar una guerra.
Así que si perdemos la batalla por la Tierra y los extraterrestres nos arrollan como hacen en Independence Day, la Guerra de los Mundos, Invasión a la Tierra, Mars attacks!, Skyline u otras tantas películas de invasión alienígena, todavía podemos plantarles cara. Porque algo que fácilmente se olvida es que toda guerra tiene dos fases: la invasión y la ocupación. Si los ETs no vienen como destructores de mundos y quieren hacerse dueños del planeta al estilo de los lagartos de V, podemos hacérselo pasar igual de mal que hicieron nuestros guerrilleros con Napoleón, la resistencia con Hitler o las milicias iraquíes con Bush.
Como Van Riper, deberemos ser creativos. En Irak las milicias han hecho mucho daño al ejército norteamericano. En las emboscadas a los transportes, los iraquíes detonaban sus explosivos al paso de los vehículos con un simple móvil. Cuando los norteamericanos empezaron a usar inhibidores, los iraquíes lo tuvieron claro: dar tecnológicamente un paso atrás y detonarlos tirando de cable. La necesidad impulsa la creatividad, y eso es cierto incluso en la guerra. ¿Recuerdan la película Black Hawk derribado? En octubre de 1993 las milicias somalíes en Mogadiscio, con el fusil de asalto AK-47 y ametralladoras montadas en camionetas, consiguieron hacérselo pasar verdaderamente mal a las tropas de élite norteamericanas con todo su poder tecnológico. ¡Y les derribaron dos helicópteros con un RPG! A nadie se le hubiera ocurrido que un arma antitanque pudiera usarse como misil tierra-aire.
Los seres humanos somos muy creativos y seguramente encontraríamos formas de hacer daño al ejército de ocupación extraterrestre usando un armamento sencillo, incluso con aquello que no se ha diseñado para la guerra. Porque más nos vale.
Referencia:
Taylor, T.S. Y Boan, B. (2006) An Introduction to Planetary Defense: A Study of Modern Warfare Applied to Extra-Terrestrial Invasion, Brown Walker Press