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¿Puede un metal naturalmente no magnético actuar como un imán?

No todos los metales poseen propiedades magnéticas. De hecho, naturalmente son sólo tres los que lo hacen: el hierro, el cobalto y el níquel. Sin embargo, ¿podría hacerse que otros metales adquirieran esa característica?

¿Alguna vez te has preguntado por qué cuando acercas un imán a una barra de hierro se pega a ella, pero si lo acercas a algo que esté hecho de otro tipo de metal no? Esto se debe a que no todos los metales poseen propiedades magnéticas. De hecho, naturalmente son solo tres los que lo hacen: el hierro, el cobalto y el níquel.


Sin embargo, en el año 2015 un grupo de investigación de la Universidad de Leeds en Reino Unido consiguió generar propiedades magnéticas en delgadas placas de cobre y manganeso, haciendo que presentasen un comportamiento similar al de los tres mencionados. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Nature.

La capacidad magnética de los metales tiene que ver con su estructura atómica. En ella, los electrones que rodean el núcleo atómico tienden a ordenarse por parejas, excepto en aquellos casos en los que el número de electrones es impar y alguno de ellos queda suelto, dando lugar a un campo magnético propio. Entonces, y por la acción de todos esos electrones sueltos de cada uno de sus átomos, ese metal presenta esa característica que hace posible que atraiga a los imanes a temperatura ambiente.


Así, los investigadores de Leeds se inspiraron en los estudios que el físico teórico Edmund Stoner había realizado en la década de 1930 con el fin de descubrir cómo hacer que esos electrones alineasen sus campos magnéticos. Así, colocaron finísimas placas de los metales en capas de los denominados buckyballs, una clase de estructura de moléculas que tiene forma de jaula constituidas por 60 átomos de carbono, las cuales consiguen quitar electrones de la película del metal, volviéndolas parcialmente magnéticas.

Aunque, eso sí, creando imanes mucho más débiles que los metales naturalmente magnéticos. Además, el magnetismo se desvanece al cabo de unos días, como mucho, semanas, y depende de que el metal no se oxide.


A pesar de ello, el descubrimiento podría tener importantes aplicaciones de cara al futuro, por ejemplo, en el ámbito de la imagen médica o la informática, y promoviendo alternativas más ecológicas en el desarrollo de turbinas o instrumentos clínicos utilizados para hacer resonancias magnéticas.

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