¿Son las amebas el origen de nuestro sistema inmune?
Nuestros glóbulos blancos podrían tener su origen en las amebas unicelulares.
Cada día nos exponemos a diferentes virus, hongos o bacterias, algunos de los cuales pueden ser perjudiciales para nuestra salud. Sin embargo, rara vez nos enfermamos, y esto es debido al continuo y correcto funcionamiento de nuestro sistema inmunitario en el que participan células como los glóbulos blancos o leucocitos. Estos recorren nuestros vasos sanguíneos y tejidos para alimentarse de bacterias y células dañadas o muertas mediante un proceso digestivo llamado fagocitosis. Además, los macrófagos, un tipo de leucocito, son capaces de atraer al sitio de infección a otros glóbulos blancos que ayudarán a la defensa contra el patógeno.
Prácticamente todos los animales disponen de células defensoras fagocíticas, y muchos organismos unicelulares poseen también la habilidad de fagocitar. Un claro ejemplo de ello son las amebas, unos microorganismos que se mueven por el suelo y agua en busca de bacterias y levaduras de las que alimentarse por fagocitosis. De hecho, algunas especies de amebas, como Dictyostelium discoideum, se agrupan formando un organismo multicelular con aspecto de babosa cuando se enfrentan a condiciones ambientales adversas tales como la falta de alimento. Dentro de dicha babosa, y como si de un sistema inmunitario se tratara, circulan células llamadas centinelas que fagocitan bacterias y secuestran toxinas.
¿Un origen común?
Aunque el mecanismo de formación de un cuerpo multicelular en amebas difiere por completo de la embriogénesis animal, los procesos moleculares de desarrollo y comunicación entre células son comunes entre amebas y animales. De hecho, evolutivamente las amebas se encuentran muy próximas al antecesor común de protozoos y fagocitos profesionales tales como las células de nuestro sistema inmune. Incluso se ha propuesto que las amebas podrían ser las antecesoras de nuestros glóbulos blancos, puesto que los mecanismos moleculares que utilizan para reconocer y digerir a las bacterias son muy similares a los que utilizan nuestros macrófagos.
Por su gran parecido a los glóbulos blancos, algunos investigadores utilizan las amebas como modelo para el estudio de los mecanismos de defensa frente a infecciones como las de las bacterias que causan la tuberculosis, la salmonelosis, la enfermedad del legionario o el cólera, entre otras. Así pues, sean o no nuestros ancestros, las amebas nos sirven de gran ayuda para entender el funcionamiento de nuestro sistema inmunitario y cómo nos defendemos frente a los patógenos.
Elena Cardenal es investigadora en el departamento de Bioquímica de la Universidad de Ginebra (Suiza)