5 de los fósiles mejor conservados del mundo
Algunos fósiles son verdaderamente excepcionales y muestran detalles biológicos de los organismos del pasado. Aquí te presentamos unos pocos.
A pesar de que solemos pensar en los fósiles como meros moldes en roca, sombras de los organismos que un día fueron, el registro fósil está revelando que llega a conservar mucho más. Por ejemplo, los huesos fósiles siguen conservando la estructura microscópica del tejido óseo. En ocasiones, hasta a nivel celular. Y algunos yacimientos de conservación excepcional nos han dejado de piedra. O mejor dicho, fosilizados. Aquí os presentamos unos cuantos fósiles verdaderamente excepcionales.
El sistema nervioso central de Chengjiangocaris
Chengjiangocaris fue un artrópodo, parecido a una especie de gamba, que vivió durante el periodo Cámbrico, de hace la friolera de 520 millones de años. Uno de los especímenes que se han encontrado de este artrópodo primitivo reveló impresiones de su sistema nervioso central, formado por un cordón nervioso ventral que recorría todo el cuerpo y una serie de ganglios, de los que partían nervios, que controlaban cada par de patas. Es sin duda el sistema nervioso central más antiguo que los investigadores han podido observar. De hecho, es muy poco habitual que los tejidos blandos de cualquier organismo lleguen a fosilizar. Esto ocurre en pocos yacimientos, aquellos llamados “de conservación excepcional” o en alemán “konservat lagerstatten”. Y este es uno de ellos, el yacimiento de Chengjiang, en China. La conservación de este cordón, ganglios y nervios ha tenido en forma de películas de carbono, como ha confirmado la microscopía de fluorescencia.
El ictiosaurio Stenopterygius dando a luz
Los ictiosaurios fueron los principales depredadores del océano durante gran parte del mesozoico, la era de los dinosaurios. Mostraban una adaptación extrema al medio acuático, con un cuerpo fusiforme muy hidrodinámico que puede recordar al de un atún, un tiburón o un delfín. Tal fue su adaptación acuática, que ya no podían permitirse volver a tierra firme a poner sus huevos, como por ejemplo sí que hacen las tortugas marinas. Y dado que sus crías debían respirar aire, no podían poner sus huevos en el mar, como hacen los peces. La solución de la naturaleza es el ovoviviparismo: la madre cargaba con sus huevos en su interior, hasta que eclosionaban, y daban a luz a sus crías.
Esto lo sabemos gracias a fósiles tan excepcionales como este, que muestra un Stenopterygius -un ictiosaurio que vivió a mediados del Jurásico en Europa- en el momento de dar a luz a una cría. Además esto permite ver que las crías salían de su madre “de cola”, dando a luz de una manera parecida a los cetáceos. Esto facilita que las crías accedan a la superficie a respirar nada más nacer. Estos ictiosaurios podían llegar a medir 4 metros de adultos.
El dinosaurio con cuatro alas Microraptor
A finales de la década de 1990 saltó a la fama el yacimiento paleontológico del Cretácico Inferior de Liaoning en China. Se trata de un yacimiento de conservación excepcional formado por la acumulación en un antiguo lago de sedimentos y cenizas volcánicas, que atraparon a la flora y fauna de aquel paleoecosistema y la conservaron de una manera exquisita. Las estrellas de este yacimiento son sus dinosaurios emplumados, hallazgos gracias a los cuales ha cambiado la imagen de los dinosaurios en los últimos años. Y uno de estos maravillosos dinosaurios es Microraptor gui. De este dinosaurio se han recuperado varios fósiles y descrito tres especies. Y lo sorprendente no es sólo que esté emplumado, sino que revela que tenía dos pares de alas. Así es, no sólo tenían plumas remiges en los brazos formando alas, sino que sus patas traseras también las poseían. De ahí que se haya propuesto que este dinosaurio podría ser capaz de volar o al menos planear con sus dos pares de alas.
Pero la cosa no queda ahí. El ejemplar BMNHC PH881 de Microraptor está tan bien conservado, que su estudio al microscopio electrónico de barrido permitió observar sus melanosomas, pequeños orgánulos portadores de los pigmentos. La forma y proporciones de estos melanosomas, al compararse con los de las aves actuales, han permitido reconstruir que este pequeño dinosaurio sería de color negro con iridiscencias azuladas. ¿Quién dijo que no se podía conservar el color en el registro fósil?
La hoja con mordeduras “zombis”
El siguiente fósil excepcional es una hoja de la malvácea Byttnertiopsis daphnogenes hallado en el yacimiento de conservación excepcional del Eoceno de Messel, Alemania. Puede que esta hoja de hace unos 48 millones de años no llame excesivamente la atención a simple vista. De hecho, ni siquiera está la hoja entera, ya que aparece mordida. Pero vista en detalle, ha revelado toda una historia de aquel paleoecosistema.
En detalle, aparece no sólo mordida en sus bordes. Aparecen también unas mordeduras en sus nerviaciones secundarias que se asemejan mucho a mordeduras hechas por mandíbulas de hormigas. Y, de hecho, en la actualidad se han descrito mordeduras de este tipo tan inusual, efectuadas por hormigas en nerviaciones secundarias de hojas. Y el responsable es un hongo parasitoide. El proceso es el siguiente: el hongo Ophiocordyceps infecta a la hormiga y, debido a esta infección, la hormiga acaba abandonando su colonia, muerde la nerviación de la hoja, y nunca la suelta, hasta que muere. El hongo sigue creciendo, llegando a desarrollar fuera del cuerpo de la hormiga su cuerpo fructífero, desde donde liberar sus esporas. A las hormigas infectadas por este hongo se les denomina “zombificadas” y sus mordeduras son tan características, que podemos llegar a reconstruir que este mismo proceso ocurría ya en el Eoceno de Messel.
Las células en división de un helecho jurásico
En 2014 salió publicado en la revista Science unos fósiles de helecho de la familia Osmundaceae del Jurásico Inferior de Suecia. El fósil era concretamente del tallo y rizomas del helecho, que habían sido calcificados, fruto de una precipitación en un medio hidrotermal. Esta precipitación ocurrió tan rápidamente que permitió conservar sus tejidos a nivel celular, pudiendo observarse el citoplasma, gránulos en el interior del citosol, los núcleos celulares e incluso los cromosomas en varias etapas de la división celular. Existen verdaderamente pocos fósiles -ya no de plantas, sino en general- en los que podamos llegar a observar estas estructuras celulares.
Ya hace décadas que nos maravillamos con los fósiles de los yacimientos de conservación excepcional. Pero como podéis ver, estos fósiles son todavía más excepcionales a la luz de las técnicas de investigación más punteras en paleontología. Gracias a estos hallazgos, tenemos una nueva imagen del registro fósil, que es capaz de conservar mucho más de lo que creíamos posible.
Referencias:
Yang, J. et al. 2016. The fuxianhuiid ventral nerve cord and early nervous system evolution in Panarthropoda. PNAS, published online. doi: 10.1073/pnas.1522434113
Li, Q. et al. 2012. Reconstruction of Microraptor and the Evolution of Iridescent Plumage. Science. 335 (6073): 1215–1219.
Hughes, David P et al. 2011. Ancient death-grip leaf scars reveal ant-fungal parasitism. Biology letters, vol. 7,1: 67-70.
Bomfleur, B. et al. 2014. Fossilized nuclei and chromosomes reveal 180 million years of genomic stasis in royal ferns. Science, 343(6177):1376-7.