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Fósiles de Las Montañas de la Locura: criaturas dignas de Lovecraft

Entre los primeros animales del registro fósil hay formas dignas de monstruos de los relatos de H.P. Lovecraft.

A pesar de que los dinosaurios captan toda nuestra atención al hablar de la vida en el pasado, a lo largo de millones de años han habitado nuestro planeta animales muy diversos. Algunos fueron tan extraños que, a su lado, el dinosaurio más raro nos parecería tan familiar como un gato doméstico. Fue en el periodo Cámbrico, hace unos 540 millones de años, cuando tuvo lugar “la gran explosión Cámbrica”, y la evolución dio lugar a animales imposibles: portadores de espinas, tentáculos, mandíbulas, apéndices, múltiples ojos… animales tan extraños que parecen sacados de las páginas de un relato de Lovecraft.

Curiosamente, en el relato de Lovecraft “En las Montañas de la Locura”, se relata una expedición a la Antártida, donde el geólogo William Dyer es testigo de hallazgos paleontológicos que desafían todo lo que sabemos de la vida en el pasado y que muestran la existencia de criaturas inteligentes monstruosas y, a nuestros ojos, deformes. En general los relatos de Lovecraft están llenos de criaturas monstruosas cuya forma desafía nuestra cordura, con tentáculos, mandíbulas, apéndices imposibles, y curiosamente, que gobernaron la Tierra millones de años atrás.

Dicen que la realidad supera la ficción. Y este es uno de esos casos. En este caso, esas Montañas de la Locura no están en la Antártida: hablamos del Monte Stephen, en la Columbia Británica, Canadá. Allí se encontró el célebre yacimiento de Burgess Shale. Los fósiles recogidos allí por el geólogo Charles Walcott durante años incluían artrópodos, tanto trilobites como parientes de crustáceos, pero las rocas de Burgess desvelaron un sinfín de formas de animales.

A partir de 1962 en adelante, empieza una nueva era en el estudio de este yacimiento, primero gracias al equipo del paleontólogo Alberto Simonetta, y posteriormente Derek Briggs y Simon Conway Morris. Los nuevos estudios revelaron que las faunas de Burgess eran mucho más diversas de lo que Walcott jamás había imaginado: algunos de estos animales a duras penas tenían parecidos con animales actuales, y muchos presentaban características que podrían parecernos aberrantes.

Entre la fauna más inquietante revelada por las lutitas de Burgess Shale podemos destacar algunos candidatos a “monstruos de la noche de los tiempos”.

Reconstrucción de Opabinia. J.M. Canete/Wikimedia.

Reconstrucción de Opabinia. J.M. CaneteReconstrucción de Opabinia. J.M. Canete/Wikimedia.

Opabinia

Un animal muy extraño de cuerpo blando, segmentado como en el caso de los gusanos o artrópodos, con unos apéndices semejantes a aletas partiendo de cada segmento, y provistos de branquias. Poseía una cabeza globosa provista de 5 ojos saltones, una boca, y una especie de probóscide o trompa rematada por una especie de pinza. Opabinia tiene de hecho gran parte de la culpa -o el mérito- de que el paleontólogo Stephen Jay Gould propusiera una teoría en su libro “La Vida Maravillosa”: que la extraordinaria disparidad de estos fósiles del Cámbrico demuestra que durante esta explosión la evolución dio lugar a una mayor variedad de la que conocemos hoy. Y que, tras este experimento, esta gran radiación adaptativa, muchos de estos linajes se extinguieron, y por eso nos resultan tan extraños.

Maqueta de Wiwaxia. Wikimedia.

Maqueta de Wiwaxia. Wikimedia.Maqueta de Wiwaxia. Wikimedia.

Wiwaxia

Otra bestia de pesadilla del Cámbrico de Burgess Shale es Wiwaxia, una criatura cubierta de escamas carbonatadas y espinas. La interpretación actual lo considera, o bien un ancestro de los moluscos, o de los anélidos poliquetos.

Reconstrucción de Hallucigenia. J.M. Canete/Wikimedia.

Reconstrucción de HallucigeniReconstrucción de Hallucigenia. J.M. Canete/Wikimedia.

Hallucigenia

Una de las criaturas más fascinantes de Burguess, y de las que más ponen los pelos de punta por lo extrañas que parecen es Hallucigenia. Y es que hasta el nombre deja claro que parece una alucinación: una criatura alargada, con una serie de patitas o apéndices pares en uno de sus lados, y espinas en el opuesto. Al principio no se sabía qué era la cabeza, qué era la cola, si andaba sobre las espinas, o sobre los apéndices blandos. No tenía ni pies ni cabeza, literalmente. Hoy se considera que podría estar emparentado con los actuales onicóforos.

Reconstrucción de Anomalocaris. FGL.

Reconstrucción de AnomalocarisReconstrucción de Anomalocaris. FGL.

Anomalocaris

Entre 1911 y 1917, Charles Walcott hizo, sin saberlo por aquel entonces, hallazgos extremadamente importantes de Anomalocaris, solo que, al aparecer como fragmentos separados, no supo que estaba tratando con trozos de aquel enigmático animal. Y es que, lejos de ser una gamba, el primer fósil encontrado y nombrado como Anomalocaris sólo era un pequeño apéndice de un animal mayor… Posiblemente era el más temible depredador de su época, un cazador implacable con aletas a los lados de una manera semejante a Opabinia, con dos ojos saltones y dos apéndices articulados para capturar a sus presas. En 2011, seis nuevos ejemplares fueron encontrados en Emu Bay, Australia, incluyendo sus ojos bien conservados, demostrando que sus ojos eran compuestos, y arrojando más peso a la hipótesis de que los Anomalocáridos eran artrópodos primitivos.

Puede que, con el paso del tiempo, muchas de estas formas de vida imposibles se hayan podido ir clasificando como parientes de grupos actuales, pero su extrañeza, permanece. Puede que no sean seres de otro mundo, ni que todos ellos sean experimentos fallidos de linajes extintos de un mundo que pudo ser y no fue.

Sabiendo lo sorprendentemente diversa que es la vida, y que no en todos los hábitats es fácil fosilizar, puede que hayan vivido formas más extrañas todavía, de las que nunca sabremos dad. muchos más animales fantásticos o monstruos de pesadilla de la noche de los tiempos.

Referencias:

Gould, S. J. 1989. Wonderful Life. The Burgess Shale and the Nature of History. Norton, New York, 347 pages.

Conway Morris, S. 1998. The Crucible of Creation. The Burgess Shale and the Rise of Animals. Oxford University Press, 242 pages.

Briggs, D.E.G. et al. 1994. The Fossils of the Burgess Shale. Smithsonian Institution Press, Washington, 238 pages.

Paterson, J. R. et al. 2011. Acute vision in the giant Cambrian predator Anomalocaris and the origin of compound eyes. Nature, 480, 237–240 (2011).

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