¿Cómo será el futuro del universo?
Nació hace 13.800 millones de años y aún tiene cuerda para rato. Puede que tenga un final o puede que no, pero todo lo que hoy vemos acabará desapareciendo.
Los antiguos filósofos griegos tenían razón; todo lo que contiene el universo se reduce a cuatro tipo de elementos. Dos de ellos son bien conocidos: los fotones de luz y la materia ordinaria, con la que se construyen estrellas, galaxias, planetas y nosotros mismos. Los otros dos representan un misterio. Por un lado tenemos la materia oscura, de la cual hay 10 veces más que de materia ordinaria. Se trata de un tipo de materia totalmente desconocida que sabemos que está ahí por su efecto gravitatorio en las galaxias. La otra es la energía oscura, que representa el 70% de la densidad de materia-energía del universo y no sólo no se sabe muy bien qué es, es que tampoco se entiende qué hace ahí. Como si se tratara de una secuela de Star Wars, estos dos representantes del reverso tenebroso son los que luchan por el control del futuro el universo: la materia oscura, a través de la gravedad, tiende a frenar la expansión, mientras que la energía oscura tiende a acelerarla. La batalla la ganará, sin duda, ésta última.
Entonces, ¿qué sucederá con todo lo que contiene el universo? Hasta dentro de 3.000 millones de años, nada reseñable. Pero entonces nuestra galaxia vecina y casi gemela, la nebulosa de Andrómeda, chocará con la Vía Láctea. El resultado será una nueva y brillante galaxia irregular, con ríos de estrellas fluyendo hacia el exterior y nubes de gas comprimiéndose para acabar formando nuevas estrellas. Después de 2.000 millones de años podrá verse el resultado de la colisión de estas espirales: una galaxia elíptica.
La colisión con la galaxia de Andrómeda tendrá un clímax espectacular. El centro de la Vía Láctea, ocupado por un agujero negro de 3 millones de veces la masa del Sol, se fundirá con el de Andrómeda, que es 10 veces mayor. Al hacerlo una explosión de rayos X y gamma barrerán todos los planetas y la posible vida que aún haya en ellos y un tren de ondas gravitacionales golpeará a cada estrella como el badajo de una campana.
Poco a poco, las estrellas de la galaxia se irán apagando tras agotar su combustible nuclear. Primero lo harán las más pesadas y finalmente las más ligeras. La última luz que saldrá de la nueva Vía Láctea será roja. Aunque nadie podrá verlo. La expansión acelerada habrá hecho que las 100.000 millones de galaxias que hoy podemos ver a través de nuestros telescopios se pierdan tras el horizonte cósmico. Esto es así porque el tiempo que la luz necesitaría en llegar a nosotros será mayor que el transcurrido desde la creación del universo. Dicho de otro modo, las galaxias se habrán alejado tanto que a su luz no le dará tiempo a llegar hasta nosotros. La última galaxia se perderá de nuestra vista dentro de 150.000 millones de años.
De vez en cuando un débil parpadeo de luz inundará la galaxia, cuando choque dos enanas marrones o un agujero negro se trague algún resto estelar que viaje a la deriva. Dentro de 100 billones de años, nuestra antaño luminosa ciudad cósmica estará poblada de los cadáveres de lo que fueron rutilantes soles: enanas grises, estrellas de neutrones y agujeros negros.
Alrededor de algunos de ellos girarán los restos de sus sistemas planetarios, aunque no por mucho tiempo: en un trillón de años los planetas abandonarán sus órbitas alrededor de su estrella muerta. El universo se habrá convertido en un lugar frío y oscuro. Si mirásemos al cielo cien trillones de años después, podríamos presenciar una lenta diáspora de estrellas muertas hacia el vacío exterior, signo de que la galaxia se estará disgregándose debido a los encuentros ocasionales cercanos entre estrellas. Esto sucede hoy en raras ocasiones, pero con tiempo suficiente hasta lo raro se convierte en habitual. Los sistemas planetarios habrán desaparecido, ya sea porque hayan huido lejos de su estrella central ya sea porque, como sucederá a los restos de nuestra Tierra, acaben cayendo en ella tras un largo viaje en espiral.
Nuestro universo visible lo compondrán las estrellas en fuga y el agujero negro del centro galáctico rodeado por una nube de materia oscura. Los agujeros negros harán las veces de barrenderos cósmicos, engullendo los pocos cadáveres estelares que pululen por el espacio. Después, sin nada más que llevarse a la boca, empezarán a devorarse entre ellos. Y, como siempre, los más grandes tendrán las de ganar. El último resto de lo que fuera nuestro universo conocido serán enormes superagujeros negros, que también habrán devorado toda la materia oscura que les rodee. Dentro de 10.000 millones de quintillones de quintillones de quintillones de años estos se evaporarán, dejando tras de sí un reguero de radiación que se irá enfriando a medida que el universo sigua su inexorable expansión hacia la Gran Soledad, prácticamente vacío de todo lo que conocemos. Sólo quedarán desperdicios subatómicos de eras anteriores ya olvidadas.
Claro que las cosas pueden ser peores. Todo depende de la naturaleza de la energía oscura, verdadera reina del universo. En 2003 Robert Caldwell del Dartmouth College publicaba una nueva hipótesis sobre el final del universo: el Big Rip o el Gran Rasgón. Dentro de 40.000 millones de años el universo verá su final como si fuera un castillo de fuegos de artificio siempre y cuando la energía oscura se haga más intensa con el paso del tiempo. Así, 60 millones de años antes del fin, forzará la desintegración de las galaxias pues la gravedad será incapaz de mantenerla cohesionadas. Será el fin de la Vía Láctea. Pero lo mejor está por llegar. Si nuestros descendientes han conseguido sobrevivir en un nuevo sistema solar no muy diferente del nuestro verán cómo tres meses antes del final los planetas más exteriores empiezan a alejarse del Sol. Pocos días después le tocará a nuestra Tierra adoptiva: se habrá disgregado el sistema solar. A menos de una hora del apocalipsis el Sol estallará y en los últimos minutos de existencia los planetas se despedazarán. Si hemos conseguido escapar en naves espaciales podremos presenciar este espectáculo. Pero poco más. En el último segundo antes del fin de los tiempos esta energía fantasmal dominará a la fuerza electromagnética, las moléculas desaparecerán y los átomos se destruirán. y en las últimas millonesimas de millonésimas de segundo triturará a los protones y neutrones. Así, en un universo que estará dominado por la fantasmal energía oscura ninguna de las cuatro fuerzas de la naturaleza podrá con ella, y ninguna estructura por debajo de las partículas elementales se formará jamás.