El Celacanto y otros fósiles vivientes
Muchas especies de animales y plantas han cambiado a lo largo de millones de años de evolución, pero otros apenas. Y por esta razón se les suele llamar popularmente “fósiles vivientes”.
Muchas especies de animales y plantas han cambiado a lo largo de millones de años de evolución, pero otros apenas. Y por esta razón se les suele llamar popularmente “fósiles vivientes”. Y sin duda, el caso más conocido de un fósil viviente es el del Celacanto. Un tipo de pez que se creía extinto desde hace millones de años, pero que fue encontrado vivo en la primera mitad del siglo XX. En diciembre de 1938, el barco pesquero Nerine se encontraba faenando como de costumbre en la costa sudafricana, en aguas del océano Índico. Una de tantas veces en que lanzaron sus redes, entre la pesca apareció un pez extraño para sorpresa de los pescadores. Se trataba de un pez de gran tamaño, como de unos 50 kilogramos, que podía recordar a un mero, pero que tenía lo que llamamos “aletas lobuladas” o aletas “carnosas”, frente a las aletas típicamente membranosas de los demás peces. Además, este pez parecía agarrarse a la vida: en vez de morir a los pocos minutos de estar fuera del agua de la que obtienen el oxígeno, luchó durante casi 4 horas, arrastrándose por cubierta gracias a esas aletas musculosas. Era un animal tan extraño, que el capitán lo guardó para que lo examinara la conservadora del museo local, Marjorie Courtenay-Latimer, zoóloga. A pesar de estar fuera de su especialidad (Marjorie era ornitóloga), realizó una disección muy cuidadosa y una descripción y figuración muy detalladas para mandarle los datos a su colega James L. Smith, ictiólogo. Cuando Smith recibió el material no podía creerlo: estaba ante una disección de un celacanto, un pez de aletas lobuladas que se creía extinto desde hace 80 millones de años. A esta especie de celacanto se la llamó Latimeria chalumnae, y desde entonces se han recuperado muchos más ejemplares y descrito al menos una especie más.
Los celacantos actuales no han cambiado demasiado desde hace millones de años. Estos peces de aletas lobuladas (que llamamos sarcopterigios) son parientes de los primeros tetrápodos, los primeros vertebrados en salir del agua. También son miembros de los sarcopterigios los dipnoos, peces pulmonados que respiran aire. Pero no son los únicos seres vivos que parecen haberse quedado "congelados en el tiempo", a los que solemos llamar “fósiles vivientes” por conservar la forma desde hace millones de años.

Hoja de Ginkgo biloba actual
Otro caso es el de las Metasecuoyas. Estos árboles se conocieron primero como fósiles, siendo descrito el género Metasequoia en 1941 a partir de material fósil del Jurásico superior. Con el tiempo, se descubrieron también restos fósiles del cenozoico. Y tiempo después incluso se identificaron ejemplares vivos en China. Estas metasecuoyas vivas llegan a alcanzar los 50 metros de alto, e incluso se han empezado a usar como árboles ornamentales.
También se consideran fósiles vivientes los gingkos, los últimos árboles de la división Ginkgophyta, que originalmente aparecieron durante el Pérmico, fueron muy abundantes en el Mesozoico, y hoy no abundan, salvo cuando se usan también como árbol ornamental.
Entre los animales, también consideramos fósiles vivientes a los tuátaras, reptiles del género Sphenodon que no han cambiado su anatomía prácticamente en 200 millones de años, y que fueron mucho más abundantes en el pasado.
Estos son solo unos cuantos de los seres vivos que no han cambiado en millones de años. Y es que, si bien solemos pensar en la evolución como un proceso de cambio constante, la naturaleza rara vez cambia, a menos que tenga una buena razón para ello. Cuando un animal tiene una característica que resulta una ventaja a la hora de sobrevivir o reproducirse, esta tiende a conservarse. Y es que, si algo funciona bien de una manera, ¿para qué vamos a cambiarlo?
Pero, ¿han quedado estas especies realmente “estancadas en el tiempo”? Nada más lejos de la realidad. Han cambiado, por supuesto. Pero los cambios que han sufrido en millones de años son muy pocos, comparados con los que, por ejemplo, nosotros mismos hemos sufrido.
Referencias:
Johanson, Z. et al.2006. Oldest coelacanth, from the Early Devonian of Australia. Biology Letters, 2 (3): 443–6.
Fricke, H. et al. 1987. Locomotion of the coelacanth Latimeria chalumnae in its natural environment. Nature, 329 (6137): 331–3.
Chaney, R.W. 1948. The bearing of the living Metasequoia on problems of Tertiary paleobotany. Proceedings of the National Academy of Sciences, 34 (11): 503–515.
Zhou, Z.Y. 2009. An overview of fossil Ginkgoales. Palaeoworld, 18 (1): 1–22.
Jones M.E. et al. 2009. A sphenodontine (Rhynchocephalia) from the Miocene of New Zealand and palaeobiogeography of the tuatara (Sphenodon). Proceedings. Biological Sciences, 276 (1660): 1385–90.