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¿Podría la Tierra tener más de una luna?

Marte tiene dos lunas, Júpiter y Saturno tienen unas ochenta cada uno y hasta Plutón tiene cinco lunas. Entonces ¿podría la Tierra tener alguna luna más? ¿Las ha tenido en algún momento de su historia?

La luna, no una luna, si no LA luna. Porque damos por hecho que la Tierra sólo tiene una luna, aunque esto no es así. No siempre, quiero decir. La Tierra ha tenido más lunas en el pasado, pero antes de hablar de ellas demos un poco de contexto.

Si nos fijamos en el resto de planetas interiores del sistema solar, parece que la Tierra tenga un exceso de lunas. Mercurio y Venus no tienen y Marte tiene dos, aunque todo apunta a que son asteroides capturados del colindante cinturón de asteroides. La luna terrestre sin duda no es un asteroide capturado, es demasiado grande y masiva para eso. Por tanto parece que la Tierra sería la única de este cuarteto de planetas con un satélite mínimamente “natural”.

Por supuesto los satélites de todos los planetas son naturales, no los ha construido nadie, aunque algunos son más naturales que otros. Verás, conocemos 3 mecanismos posibles por los que un planeta puede conseguir una luna. De más a menos natural, serían los siguientes. En primer lugar, a partir del disco protoplanetario, el disco de gas y polvo que rodea a una estrella cuando se está formando y a partir del cual se forman los planetas, pueden formarse cuerpos más pequeños que acaben orbitando alrededor de esos planetas. Así se habrían formado los satélites más grandes de Júpiter, Saturno o Urano. Hablo de satélites como Ganímedes, Titán u Oberón.

Otra opción es lo que creemos que pasó en la Tierra. Millones de años después de que se forme el planeta tiene lugar una colisión con otro cuerpo con una órbita similar. De la colisión salen despedidas grandes cantidades de material que acaba formando un satélite o cayendo al planeta. Así creemos que se formó la Luna. Este mecanismo también podría llegar a explicar la formación de las lunas de Marte, aunque no hay demasiadas pruebas que apoyen esta idea. La última opción consiste en la captura gravitatoria de un asteroide deambulante. Así es como (muy probablemente) Marte consiguió sus dos únicas lunas, Fobos y Deimos y como Neptuno consiguió su luna más grande, Tritón, que probablemente fue un planeta enano capturado.

Podríamos decir por tanto que la manera más natural de conseguir un satélite es a partir del mismo material que acabó formando al planeta que orbita, en segundo lugar creando el satélite a partir de la expulsión de parte del material planetario tras una colisión y, por último, capturando un objeto que se creó en otra parte del sistema solar. Por tanto si la Tierra fuera a conseguir un nuevo satélite tendría que ser por captura gravitatoria. La segunda opción técnicamente sería aún posible, pero estarás de acuerdo en que no tiene mucho sentido considerarla.

Pues bien, ¿podría la Tierra llegar a capturar algún asteroide o cometa, consiguiendo una nueva luna? Sí, podría, y probablemente lo ha hecho cientos de veces a lo largo de su historia. Probablemente porque apenas hace unas décadas que tenemos la capacidad de detectar estas lunas, que suelen ser asteroides de unos pocos metros de diámetro. Y sin embargo en ese tiempo hemos detectado al menos 2 lunas nuevas alrededor de la Tierra. Dados el tamaño y la temporalidad de estos satélites, resulta difícil hacer descubrimientos definitivos y cuestionables. Difícil, pero no imposible.

El 14 de septiembre de 2006 se detectó un objeto de unos 3 metros de diámetro que parecía orbitar a la Tierra. Al principio se pensó que podía ser parte de un cohete utilizado durante alguna de las misiones Apollo, tres décadas antes. Esto no fue enteramente un capricho de sus descubridores, pues el objeto J002E3, descubierto en 2002, se cree actualmente que corresponde a la tercera etapa del cohete Saturn V utilizado en la misión Apollo 12. Pues bien, el objeto descubierto en 2006 acabó siendo una roca y recibió el nombre de 2006 RH120. Este objeto orbitó alrededor de la Tierra durante 11 meses entre 2006 y 2007 hasta que un acercamiento con la luna lo proyectó de nuevo a la órbita heliocéntrica de la que había salido, convirtiéndose con ello en una segunda luna terrestre durante casi un año entero.

En 2020 se descubrió otro objeto similar, denominado 2020 CD3, que estuvo orbitando la Tierra desde principios de 2017 hasta mayo de 2020, cuando volvió a su órbita entorno al Sol. El principal impedimento para la existencia de un segundo satélite alrededor de la Tierra es precisamente nuestro primer satélite, la Luna, que debido a su gran masa (relativa a la Tierra), es capaz de perturbar las órbitas de estos objetos, haciéndolas inestables.

Sin embargo, basta con mirar a Plutón para ver que tal vez una segunda luna no sea demasiado pedir. Plutón tiene 5 lunas en total, aunque una de ellas, Caronte, supone más del 99.99% de la masa de las cinco lunas juntas. Caronte es tan masiva, que suele considerarse que Plutón es más bien un planeta doble, Plutón-Caronte. Pero a pesar de eso, las otras 4 lunas tienen órbitas estables alrededor de este sistema doble. Esto indica que algo similar en la Tierra sería, en principio, posible, aunque muy probablemente la órbita de esa segunda luna debería situarse más allá de la propia órbita lunar, a al menos el doble de distancia. Ahora sólo queda esperar que nos toque la lotería lunar y que, en el futuro, la Tierra consiga un segundo satélite permanente.

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