¿Existe el amor a primera vista?
San Valentín es el día del año de exhaltación del amor, el día en que nos creemos todos los mitos que la literatura ha ido construyendo a lo largo de los siglos: el amor verdadero, la media naranja, el amor para toda la vida... y el amor a primera vista.
“La primera vez que vi a mi novio fue en una fiesta y nada más verlo me sentí atraída por él... Nunca he sentido algo así y creo que es realmente un amor a primera vista”. Esta es una de las muchas historias de amor que pueden encontrarse en Internet contadas por quienes las vivieron. Son prueba de amor a primera vista… ¿o no?
Para algunos psicólogos esto no es más que una leyenda urbana: te puedes sentir atraído, pero para que nazca el amor como tal necesitas un tiempo de “exposición”. Y si la cosa va bien, el cerebro tiene mecanismos que idealizan el recuerdo de aquel primer encuentro. Sin embargo, y si aunque así sucediera, esto no quiere decir que necesitemos todo ese tiempo para encapricharnos de alguien. De hecho, tardamos entre 90 segundos y 4 minutos en hacerlo. Y no creamos que nos ‘conquista’ con su hablar melifluo y porque tiene una labia que hace derretir el corazón más helado. Nada de eso. Según la antropóloga de la Universidad Rutgers, Helen Fisher, las armas de conquista son en un 55% el lenguaje corporal, el 38% el tono y velocidad de nuestra voz y sólo el 7% es lo que decimos. Casanova tenía poco de galán consciente y más de chiripa innata.
No sólo eso. Es probable que el tópico de que quien la sigue la consigue tampoco tenga cabida en el juego amoroso. Según un estudio publicado en el Journal of Social and Personal Relationships por Artemio Ramírez y Michael Sunnafrank de la Universidad de Ohio, decidimos el tipo de relación que queremos tener con una persona a los pocos minutos de conocerla. Para Ramírez, “las cosas suceden muy rápidamente. La gente hace juicios súbitos sobre el tipo de relación que quieren justo al conocer a una persona”. Claro que eso no quiere decir que acertemos en la elección; simplemente tendemos a hacer cumplir nuestras expectativas; es lo que se llama la profecía autocumplida: si la primera impresión es buena es más probable que surja una relación posterior. De hecho, después de 9 semanas, aquellos que valoraron la potencial relación más positivamente tendían a sentarse más cerca de su compañero durante las clases y hablaban más con él. Y esta reacción fue la misma independientemente del tiempo que dedicaran a hablar al principio (y que estaba repartido entre 3, 6 o 9 minutos).
“El amor –decía una cortesana del siglo XVIII- es un algo que empieza no se sabe cómo y termina no se sabe cuándo”. Y esa es la pregunta: ¿Hasta cuándo dura ese enamoramiento? Según Cindy Hazan, de la Universidad de Cornell “los seres humanos se encuentran biológicamente programados para sentirse apasionados entre 18 y 30 meses”. Es el tiempo suficiente para que una pareja se conozca, copule y tenga descendencia, algo fundamental desde el punto de vista evolutivo.
Para algunos científicos, el amor a primera vista puede ser una función adaptativa crítica entre los animales. Por ejemplo, durante la estación del apareo una ardilla hembra necesita reproducirse. Y realmente no representa ninguna ventaja hacerlo con un jabalí. Ahora bien, si ve una ardilla macho saludable, no debe perder el tiempo. Si le parece aceptable, se aferrará a su suerte para copular. ¿No será el amor a primera vista más que una tendencia innata que estimula el proceso de apareo? Quizá lo que conocemos hoy como flechazo no sea otra cosa que esa función evolucionada hacia esa sensación tan humana de pasión arrebatadora a primera vista.
Pero, ¿qué es lo que nos hace fijarnos en esa persona en concreto? Lo primero que hay que hacer es llamar la atención. El antropólogo David Givens y el biólogo Timothy Perper han pasado centenares de horas en los bares para solteros de los Estados Unidos estudiando el ligoteo. Hombres y mujeres atraen la atención de forma diferente, pero lo primero que hacen es definir “su” territorio: puede ser un asiento, un lugar en la pista de baile, cerca del DJ... Una vez establecido, comienzan a atraer la atención. Da igual de dónde seamos y a qué cultura pertenezcamos. El ritual es siempre el mismo, ya te encuentres en el Amazonas, en Nueva Guinea o en una discoteca de Madrid. Aquí algunas pistas.
La mujer sonríe a su admirador y levanta las cejas en un movimiento veloz a medida que abre los ojos para mirarle. Entonces deja caer los párpados, menea la cabeza hacia abajo y un lado y, finalmente, mira para otro lado. Frecuentemente cubre su cara con sus manos, ríe tontinamente y se oculta tras la palma de sus manos. Esto es algo tan distintivo que el etólogo Eil-Eibesfeldt dice que es algo innato.
Los hombres mueven los hombros, se estiran y exageran sus movimientos corporales. Por ejemplo: en lugar de usar la muñeca para agitar la bebida, utilizan todo el brazo. El hombre se parece mucho a otras especies animales. ¿Recuerdas al andar por la oficina a ese compañero recostado sobre la silla, con las manos enlazadas tras la cabeza con los codos en alto y el pecho fuera? Es una postura que expresa dominancia o flirteo.
Finalmente estudios recientes afirman que solemos buscar a quien se parece a nuestros padres. En la Universidad St Andrews de Escocia el psicólogo David Perrett metamorfoseó al sexo opuesto las caras de los estudiantes participantes en el experimento: de todas las caras en oferta, ésta fue la más escogida (no la pudieron reconocer, pero era la que más les gustaba). ¿Las encontramos atractivas porque nos recuerdan las que constantemente vimos durante la infancia, la de nuestros padres?
La apariencia es un indicador de la calidad de los genes y por ello representa un papel importante en nuestros criterios de selección: hay cosas en las que nos fijamos aunque no lo sepamos. Por ejemplo, la simetría en la cara. Las características asimétricas son signo de problemas genéticos subyacentes. También solemos adoptar como criterio de búsqueda a quien más se nos parece en el volumen de los pulmones, la longitud del dedo medio y del lóbulo de la oreja, el tamaño completo de la misma, las circunferencias de la cintura y del cuello o los ritmos metabólicos.
Lo que no hay manera de determinar biológicamente es si esa relación que empezamos continuará. Algunos estudios de comportamientos genéticos muestran que gemelos idénticos, cualquiera que sea el éxito matrimonial tenido, lo compartían. ¿Querrá decir que la tendencia al divorcio está en los genes?
Referencias:
Helen Fisher, Por qué amamos (2004, Santillana Ediciones S.L.)
Sunnafrank, Michael y Ramirez, Artemio Jr., "At First Sight: Persistent Relational Effects of Get-Acquainted Conversations" (2004). Communication Faculty Publications. 345.
Ramirez, Artemio & Sumner, Erin. (2019). Initial Impressions. En el libro Macmillan Encyclopedia of Families, Marriages, and Intimate Relationships (pp.466)