Los armadillos fósiles gigantes que ayudaron a Darwin
En su viaje alrededor del mundo Charles Darwin también estudió fósiles, como estos gigantescos armadillos del Pleistoceno
A estas alturas ya todos y todas hemos oído hablar de Charles Darwin, padre de la teoría de la Evolución por Selección Natural, de su libro El Origen de las Especies y de lo muy polémico que resultó en su momento. No es tan conocido a nivel popular que sus revolucionarias ideas se gestaron en un viaje alrededor del mundo, gracias al cual pudo observar y estudiar la naturaleza de primera mano.
El joven Charles Darwin empezó sus andanzas en las ciencias naturales como muchos en su época, estudiando medicina. Pero poco a poco, las ciencias naturales se fueron haciendo un hueco en su mente y su corazón. Es por eso que no podía rechazar la oportunidad de unirse como naturalista de a bordo en la expedición del velero bergantín HMS Beagle, cuyos objetivos eran principalmente geográficos e hidrográficos. El capitán del barco, Robert FitzRoy, preocupado por recoger información útil durante el viaje, propuso que se buscara un científico, y el elegido fue Darwin.
En 1831 zarpaban para lo que en principio iba a ser un viaje de dos años, pero que acabaron siendo cinco. Durante este tiempo Darwin se dedicó a estudiar la geología de los lugares visitados y a la recolección de especímenes de animales y plantas, mientras el equipo del Beagle medía las corrientes oceánicas y cartografiaba las costas por las que iban pasando.
Darwin fue recopilando sus observaciones durante este viaje en su diario de abordo. Un diario que podemos leer a día de hoy publicado como su libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo. A través de sus observaciones y la recolección de especímenes pudo estudiar la gran diversidad de formas de vida actuales… y también algunas extintas. Es el caso de, por ejemplo, las faunas de mamíferos del Pleistoceno de Sudamérica. Fue gracias a todas estas observaciones, que llegó a la conclusión de que las especies de animales y plantas actuales habían surgido a partir de otras en el pasado, y que esta evolución había tenido lugar a causa de la escasez de recursos en el ambiente y a la variabilidad intraespecífica, llegando a sobrevivir únicamente los más aptos mediante un proceso que denominó Selección Natural.
La Megafauna Sudamericana
Pero volvamos a esa fauna de mamíferos extintos de Sudamérica. ¿En qué consiste? ¿Qué llamó la atención del joven Charles Darwin que pudiera ayudarle a dar forma a su obra magna?
Durante el Cenozoico, la era que empezó tras la extinción del Cretácico, América del Sur estaba aislada, como un gigantesco continente-isla. Debido a esto en sus faunas evolucionaron formas autóctonas, muy características. Y así permaneció durante millones de años. Y entre la fauna más característica está la que vivió durante el Pleistoceno, hasta hace alrededor de 10,000 años.
Entre los representantes de la Megafauna Sudamericana está el megaterio, un gigantesco animal emparentado con los perezosos actuales, y al que se le suele conocer como “perezoso gigante”; o el toxodon, un robusto mamífero perteneciente al grupo extinto de los notoungulados, y de porte comparable al de los rinocerontes; o las macrauquenias, mamíferos pertenecientes al orden extinto de los liptoternos, con un aspecto semejante al de los camélidos, y una gran fosa nasal que sugiere que pudieron tener una especie de morro o pequeña probóscide como las de los tapires. Pero en esta historia, los mamíferos que encontró, excavó y estudió Darwin fueron otros, los gliptodontes.
Los gliptodontes fueron gigantescos armadillos muy acorazados. Poseían un enorme caparazón, una bóveda formada por placas de hueso que cubría incluso sus patas. Tenían acorazadas también la cabeza y la cola, que podía llegar a presentar grandes tubérculos o púas, verdaderas armas caudales como no se habían visto en los vertebrados terrestres desde la extinción de los dinosaurios acorazados como los estegosaurios o anquilosaurios. Los gliptodontes podían llegar a superar los 3 metros de longitud y el metro y medio de altura, y se calcula que podían llegar a pesar más de dos toneladas.
Fósiles de estos imponentes animales se conocían desde tiempo antes, pero Darwin pudo estudiar de primera mano algunos fósiles suyos en varias localidades de Argentina entre los años 1832 y 1833. Durante su estancia en estas tierras y sus costas, la tripulación del Beagle frecuentemente se alimentó de armadillos. De manera que para alguien con ojos tan hechos a la anatomía como era él, la conexión entre ambos animales saltó. Darwin comparó los huesos de los gliptodontes con los armadillos, tanto los recopilados como especímenes como los de su menú, y propuso que estuvieran relacionados, siendo los gigantescos gliptodontes posibles ancestros de los actuales y pequeños armadillos.
Hoy en día, los estudios de las relaciones de parentesco de los mamíferos, actuales y fósiles, nos han revelado que, aunque sí que armadillos y gliptodontes están emparentados, este parentesco no es tan fuerte como para proponer una línea de descendencia directa. Ambos grupos forman parte del superorden de los Xenartros, que incluye también a los osos hormigueros o los perezosos, y ambos estarían dentro del orden de los Cingulados, siendo los armadillos actuales de la familia Dasypodidae, y los gliptodontes de la familia Glyptodontidae.

Reconstrucción de Glyptodon
El Gran Intercambio Biótico Americano
Durante la mayor parte del Cenozoico, las faunas de Sudamérica y América del Norte-Central evolucionaron de manera independiente, porque estuvieron separadas por una barrera marítima a la altura del actual Istmo de Panamá. Cuando se formó este Istmo, hace unos 3 millones de años, comenzó un importante intercambio de flora y fauna en ambas direcciones, conocido como Gran Intercambio Biótico Americano.
Fruto de este intercambio, algunas faunas sudamericanas pasaron a América del Norte, como es el caso de megaterios, gliptodontes o notoungulados. Pero también faunas norteamericanas llegaron a sudamérica, como es el caso de los ungulados, los mastodontes gonfotéridos o algunos carnívoros, como los cánidos o los félidos con dientes de sable.
Como suele decirse, el resto es historia. Esta megafauna acabó por desaparecer. En primer lugar, por la competencia con las nuevas formas llegadas tras el intercambio, y en última instancia, por el retroceso de los glaciares y el efecto de la caza por los humanos tras llegar a este continente.
Hasta las ideas revolucionarias de Darwin y Wallace, los fósiles se tenían como una mera curiosidad. Reliquias de animales desaparecidos, muy interesantes y curiosos, sí, pero que aparentaban no tener ningún valor. Charles Darwin se apoyo en fósiles para armar su teoría de la Evolución por Selección Natural, como en el caso de los armadillos. Y en una posterior edición de su Origen de las Especies incluso menciona el hallazgo de Archaeopteryx como evidencia de la evolución de las aves a partir de reptiles.
Actualmente, tenemos ejemplos de esqueletos de gliptodontes repartidos por medio mundo. Y una de las mejores colecciones de estos animales y las faunas sudamericanas pleistocenas en general podemos visitarla en el Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Allí, rodeado por imponentes esqueletos de esta fauna, puede imaginar por un momento lo que debió de sentir el propio Charles Darwin al encontrar fósiles parecidos en el viaje que le cambiaría la vida, y que cambiaría las ideas en todas las Ciencias Naturales para siempre.
Referencias:
Belinchón, M. et al. 2009. Crónicas de fósiles: las colecciones paleontológicas del Museo de Ciencias Naturales de Valencia. Ayuntamiento de Valencia.
Fariña, R.A. et al. 2013. Megafauna: Giant Beasts of Pleistocene South America. Indiana University Press.
Dantas, M.A.T. et al. 2013. About the occurrence of Glyptodon sp. in the Brazilian intertropical region. Quaternary International. 305: 206–208.
Gascó, F. 2021. Eso no estaba en mi libro de historia de los dinosaurios. Guadalmazan.