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Cómo se protege tu cerebro

Vivimos en un entorno cambiante e impredecible. Nuestro cerebro, en consecuencia, ha adquirido mecanismos para adaptarse.

Cuando nacemos, nuestro cerebro no sabe cuál será el lugar dónde vivirá ni las condiciones que habrá en el mismo. Tampoco conoce los peligros a los que tendrá que hacer frente, si va a nacer en un clima tropical o polar, o si su familia tendrá un nivel socio-económico alto... Para adaptarse a este entorno tan cambiante e impredecible, el ser humano dispone de los llamados procesos plásticos cerebrales.

Además, cuando la integridad funcional de nuestro cerebro se ve comprometida debido a una lesión cerebral, emergen y se potencian unas propiedades plásticas que permiten la supervivencia y el re-ajuste al entorno con las funciones supervivientes a dicho daño cerebral. Gracias a estas características, el ser humano es posiblemente el mayor éxito evolutivo relativo a la adaptación al medio.

Debido a esta plasticidad y capacidad de adaptación, son las condiciones ambientales las que van a modelar y estructurar las redes y el conectoma neuronal. Esta organización neuronal que comienza en la infancia está genéticamente determinada y ambientalmente dirigida (epigenética). Solo de esta forma, el ser humano se asegura una mayor probabilidad de supervivencia en un entorno desconocido.

Un proceso que dura toda la vida

Pero este proceso de organización y reorganización neuronal debido a la continua interacción del ser humano con el entorno no es una característica propia y exclusiva de los recién nacidos, o de los niños, sino que se mantiene a lo largo de la vida. Este proceso de reorganización neuronal se denomina "plasticidad cerebral" o neuroplasticidad y nos permite adaptarnos a un entorno estimular dinámico, no determinista.

Es decir, si viviéramos en un entorno siempre determinista, donde un suceso A, siempre indicara B, la neuroplasticidad hubiera podido ser una cualidad cerebral extinguida o desaparecida debido a su ineficacia y su alto coste energético. En cambio, vivimos en un entorno indeterminista, donde un suceso A a veces indica B, a veces es C, y a veces Z.

Es por ello que sólo los organismos que cuentan con una mayor capacidad de integrar nueva información y conocimiento a través de la reorganización de esquemas previos, y de su asimilación individual a nivel biológico, son los que mejor se adaptan al entorno, y, por tanto, son los que han prevalecido y prevalecerán durante el desarrollo filogenético de la especie humana.

Umberto León Domínguez es profesor de Neuropsicología en la Universidad de Monterrey (México) y José León Carrión es catedrático de Neuropsicología en el Dpto. de Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla. Artículo escrito en colaboración con la UCC+i de la Universidad de Sevilla y adaptado por Victoria González.

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