Para entender al hombre del tiempo
En todo mapa del tiempo podemos descubrir a los dos grandes protagonistas de la meteorología: los anticiclones y las borrascas.
Un mapa del tiempo es, en esencia, como un mapa topográfico: si en éste último las curvas nos hablan de una distribución de alturas sobre el nivel del mar, en el primero tenemos una distribución de presiones.
Así, el anticiclón es una zona de altas presiones y la borrasca, de bajas. Esto es conocido, pero lo es menos el hecho de que los anticiclones no son la exacta contrapartida de las borrascas. En primer lugar, su tamaño es mucho mayor: un anticiclón puede abarcar sin problemas toda Europa occidental. En segundo, suelen estar anclados en una posición preferida, alrededor de la cual oscilan: de ahí el nombre del anticiclón de las Azores, o el siberiano...
De hecho, en el hemisferio norte las características más permanentes de los mapas a nivel del mar (que son los que habitualmente vemos) son cuatro, llamadas “células de altas presiones subtropicales” por su situación en el planeta (entre 20 y 30º de latitud): la que se encuentra sobre Bermudas-Azores, la de Sonora, al sur y sudoeste de Estados Unidos, la del este y norte del Pacífico (muy grande y potente que en verano suele dividirse en dos), y la del Sáhara.
Estas células son fundamentales pues proporcionan la clave para comprender la circulación mundial del viento en superficie, como los alisios, que soplan sobre casi la mitad del globo terrestre. Y en tercer lugar, las depresiones son como embudos pero los anticiclones no son como montañas sino que se parecen a altiplanos.