Antes de que existieran sistemas formales de escritura, los pueblos prehistóricos contaban historias a través de lo que conocemos como pinturas rupestres. La idea de que estas pinturas rupestres sobrevivieran miles de años, a través de guerras, avances tecnológicos y desastres naturales, es impresionante. Nos llama la atención y nos intriga. En todo el mundo, las pinturas rupestres ofrecen un vistazo de cómo era la vida prehistórica, desde la flora y fauna antiguas hasta las ceremonias espirituales o rituales y la importancia primordial de la caza.
En Francia contamos, por ejemplo, con la cueva de Lascaux, descubierta en 1949 por un grupo de adolescentes en el suroeste de Francia, en 1940. Después de que los jóvenes compartieran su descubrimiento, el grupo de pinturas rupestres se convirtió en un lugar turístico muy concurrido. Suele denominarse la Capilla Sixtina Prehistórica. La exposición a la intemperie, y el constante tránsito peatonal, llevaron a un alarmante deterioro de las pinturas rupestres, resultando en el cierre del sitio al público en 1963. Aunque ya no es posible entrar a las cuevas principales, se han realizado réplicas precisas para que todos los visitantes puedan disfrutar de este arte prehistórico. Las pinturas cuentan con más de 6.000 figuras, la mayoría de ellas de temas abstractos, animales o humanos. Lascaux alberga algunas de las pinturas rupestres más antiguas que aún existen en la actualidad referentes al Paleolítico Superior.
En Bulgaria se encuentra la cueva Magura, al noroeste del país, y contiene una colección de pinturas rupestres, pintadas con excrementos de murciélago que datan de hace 8000-4000 años. Se han descubierto hasta 700 pinturas en la gran cueva, que representan a personas bailando y cazando, así como una amplia gama de animales.
En Italia podemos ver la cueva de los ciervos, de 6.000-5.000 a.C, recibe esta denominación por las numerosas pinturas de estos animales. El complejo de cuevas fue descubierto en 1970, y las pinturas rupestres se remontan a las eras Paleolítica y Neolítica. Hay más de 3.000 figuras separadas en toda la cueva, que fueron dibujadas con excrementos de murciélago y arcilla roja.
En España contamos con una gran cantidad de cuevas prehistóricas de gran valor arqueológico. Recopilamos algunos de estos lugares hoy. Encontrarás estos y otros rincones en la guía “A una hora de... 900 escapadas fantásticas desde 50 ciudades españolas” de Lonely Planet.
Cueva de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna)
Esta cueva es famosa por contar con la colección de grabados paleolíticos más completa de Cantabria. Podrás maravillarte con un bestiario prehistórico impresionante, formado por bisontes, caballos, ciervos, uros, renos y hasta una serpiente. La encontrarás a 40 minutos en coche desde Santander.
Cueva de El Pendo (Escobedo)
Escondida entre los bosques de Escobedo, esta cueva alberga el llamativo Friso de las Pinturas, un panel de 25 metros de largo que cuenta con decenas de grabados de hace 20.000 años. La cueva de El Pendo fue descubierta a finales de la década de 1990 y su estudio reveló que ha estado en uso durante más de 70.000 años.
Cuevas del Monte Castillo (Puente Viesgo)
En la ladera del monte Castillo nos toparemos con cuatro cuevas que presentan pinturas rupestres. La cueva de las Monedas, cuenta, además con excelentes formaciones geológicas. Seguramente te sonarán la cueva del Castillo porque son de las pocas cuevas de la cornisa cantábrica con siluetas de manos hechas soplando pintura roja por encima del dorso de la mano.
Cueva de Covalanas (Ramales de la Victoria)
El monte Pendo esconde uno de los conjuntos de pinturas rupestres más destacados de la región, después de las cuevas de Altamira. En esta cueva situada a 45 minutos de Santander podremos ver una manada de 18 ciervas, un ciervo, un caballo y un uro, así como diversas figuras abstractas. Crédito: Culturadecantabria.com
Cueva del Moro Chufín (Riclones)
Esta cueva a una hora en coche desde Santander requiere un poco de esfuerzo para llegar a ella. Necesitamos contar con todoterreno y buena forma física, ya que tendremos que entrar con casco, rodilleras y linterna. Alberga un gran tesoro en su interior: grabados y pinturas rupestres de hace más de 18.000 años. Los animales que podemos ver pintados en el vestíbulo de la cueva y las composiciones de grandes puntos rojos -que representan genitales femeninos- son de lo más llamativo.
Abrigo de Fresnedo (Fresnedo)
Situado en los alrededores del Parque de la Prehistoria de Teverga, este conjunto de abrigos y cuevas cuenta con algunas de las pinturas prehistóricas más “recientes” de Asturias, ya que se remontan a la Edad de Bronce (hace unos 3.000 años) y sus paredes ilustran figuras animales y hombres trazados de forma casi abstracta.
Cueva del Buxu (Cangas de Onís)
Esta cueva de 5 kilómetros situada en el corazón de los Picos de Europa cuenta con dibujos de caballos, ciervos, cabras y bisontes que datan del Solutrense, de hace entre 15.000 y 12.000 años. También encontraremos grabados zoomórficos y geométricos y una ave bellamente tallada en un colmillo de oso.
Cueva de El Pindal (Ribadedeva)
Situada en un acantilado que linda con Cantabria, la cueva es una de las más importantes del norte peninsular en cuanto a arte paleolítico se refiere. Allí encontraremos en buen estado de conservación, decenas de signos abstractos y figuras de animales de hace entre 19.000 y 17.000 años.
Cueva de la Peña de Candamo (San Román)
En esta cueva cantábrica se habrían celebrado ritos mágicos prehistóricos a tenor de los restos encontrados en ella. La cueva tiene 70 metros de longitud y tres grandes salas con pinturas de animales de hasta 18.000 años. Una de sus pinturas rupestres más conocida es la de un ciervo herido con lanzas.
Cueva de Tito Bustillo (Ribadesella)
Las cavidades de la cornisa cantábrica, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, albergan pinturas y grabados rupestres dejados por sus primeros moradores. Es el caso de la cueva de Tito Bustillo en Ribadesella, que fue descubierta en 1968 por unos jóvenes espeleólogos. Cuando se adentraron en ella, encontraron una infinidad de grabados prehistóricos con figuras humanas, ciervos, caballos, bisontes y hasta una ballena pintada en rojo y oculta en esta cueva de hace más de 33.000 años.