¿Sobrevivirá Bitcoin a la revolución verde?
Crear criptomonedas es un proceso bastante contaminante.
A principios de este año, el fabricante de coches eléctricos Tesla anunció que había comprado 1.200 millones de euros de la criptomoneda Bitcoin. La compañía también se convirtió simultáneamente en el primer fabricante importante de automóviles en aceptar pagos por sus productos utilizando esta criptodivisa. Fue una gran inversión para la empresa, que entonces aseguró que quería "más flexibilidad para diversificar todavía más su negocio y maximizar los beneficios" económicos y medioambientales.
El valor del activo digital aumentó, alcanzando un máximo de casi 48.000 euros por cada moneda. Pero luego se derrumbó haciendo perder dinero a muchos inversores, debido a la gran volatilidad de la criptomoneda, basada en las especulaciones del fundador de Tesla, Elon Musk, que consiguió influir directamente en la cotización de Bitcoin únicamente publicando tweets.
La gran influencia de Elon Musk
Sin embargo, con los anuncios de que su valor había alcanzado un máximo histórico, surgieron preocupaciones de que el consumo de electricidad de la criptomoneda se estaba disparando y saliendo de control. A medida que aumentaban los precios, también lo hacía la energía que consumía. El potencial de aumento de la huella de carbono de Bitcoin, por tanto, creció astronómicamente.
Musk tampoco es el único multimillonario del mundo tecnológico que se ha sumergido en el universo de las criptomonedas. Otro de los gigantes, Bill Gates, aseguró hace tan solo unas semanas que Bitcoin "usa más electricidad por transacción que cualquier otro método conocido por la humanidad". El filántropo multimillonario se llamó a sí mismo un "escéptico de Bitcoin" y dijo que "no le hace ningún bien al medioambiente".
Algunas estimaciones afirman que cada año, la criptomoneda por sí sola podría llegar a emitir aproximadamente la misma cantidad de dióxido de carbono que la isla de Nueva Zelanda. Para muchos, ha puesto en duda las credenciales medioambientales de las empresas que optan por invertir en Bitcoin, pero ¿existen alternativas que puedan convertir esta moneda virtual en verde?
La minería, lo más contaminante
Los llamados mineros de Bitcoin utilizan ordenadores y servidores altamente especializados, conectados a la red de criptomonedas para resolver complejos acertijos matemáticos. Este proceso verifica las transacciones, evitando que el registro global se edite de manera fraudulenta. Como recompensa, estos mineros ocasionalmente reciben una pequeña cantidad de Bitcoin.
Desde su creación en 2009, la minería de Bitcoin se ha convertido en un negocio lucrativo. Pero, como las recompensas son un poco como una lotería, se necesitan muchos ordenadores para que sea rentable. Grandes almacenes de todo el mundo llenos de servidores funcionan las 24 horas del día y, como es lógico, consumen grandes cantidades de energía. Tanto es así que en los últimos años la criptomoneda ha crecido hasta consumir más energía que países como Holanda, Argentina o Suiza juntos.
A medida que Bitcoin ha crecido, se cree que la cantidad de poder computacional que se utiliza para hacer minería se ha triplicado durante el último año. Algunos expertos estiman que la compra de Tesla por sí sola hizo que esta práctica aumentara en un 6%, lo que probablemente provocó que el consumo de energía aumentase en la misma cantidad.