Así es como una gamba puede convertirse en una batería de almacenamiento de energía renovable
La transición ecológica busca mecanismos para ser más eficiente.
En los últimos tiempos el almacenamiento de energía renovable se ha convertido en una prioridad en muchos lugares, en algo muy importante. El problema es que tanto el sol como el viento no son fuentes de energía predecibles, ya que dependen directamente de las condiciones climáticas para que los molinos de viento y las placas solares puedan funcionar. Es por eso que las baterías, generalmente hechas con litio, se utilicen cada vez más para almacenar la energía generada por las energías renovables hasta que esta se necesita.
Por ejemplo, los parques solares y eólicos no suelen construirse en áreas que disponen de una conexión sólida a una red eléctrica convencional. Es por esto que las baterías de litio son una solución bastante pragmática para evitar que la energía generada en un día particularmente soleado o ventoso se desperdicie.
La clave está en la cáscara de los crustáceos
Un reciente proyecto liderado por varios investigadores españoles, junto con la ayuda de algunos científicos del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha ideado un nuevo e innovador material con el que fabricar estas baterías para almacenar la energía renovable. Resulta que al extraer quitina del caparazón de las gambas, los langostinos, y de los crustáceos cuya cáscara contiene esta sustancia, los científicos pueden producir electrodos para construir baterías de flujo de vanadio.
Lo que los investigadores que han llevado a cabo este proyecto proponen es que se produzcan estos electrodos de batería de flujo de vanadio a partir de quitina, un material presente en las cáscaras de numerosos crustáceos que, además de carbono, contienen nitrógeno. En concreto, la quitina es un polisacárido, similar a la celulosa, que se encuentra en el exoesqueleto de crustáceos e insectos marinos.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista científica y biológica ACS Sustainable Chemistry & Engineering, concluye que las cáscaras y conchas de determinadas especies de crustáceos podrían usarse para crear baterías que almacenan mucha energía sin ser demasiado caras, a diferencia de las tradicionales de litio, que además son bastante contaminantes si no se tratan correctamente una vez se ha agotado su vida útil.
Las baterías de flujo redox de vanadio, a diferencia de las baterías de litio convencionales utilizadas en la industria automotriz y tecnológica, no proporcionan una alta densidad de energía, pero proporcionan un gran volumen de almacenamiento de energía a bajo coste, lo que las hace ideales para almacenar energía de fuentes renovables como la solar y la eólica, unas fuentes de energía que son intermitentes, ya que no siempre está haciendo sol ni siempre se mueve el viento.
La fabricación de baterías a partir de los desechos de estos alimentos también podría proporcionar una forma sostenible de ahorrar energía sin los problemas ni el coste económico que conlleva obtener litio. A pesar de todo, es obvio que hay electrodos de carbono que pueden producir un mejor rendimiento, pero la clave de este proyecto es producir tales electrodos a partir de un material de desecho y sostenible, en este caso, la quitina de las cáscaras de los crustáceos.