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De la moda rápida a la basura electrónica: El coste medioambiental del “usar y tirar”

Este modelo de consumo está acabando con el planeta.

Desde la publicidad y los medios de comunicación constantemente se nos anima a actualizar y cambiar nuestros aparatos tecnológicos por modelos más modernos, potentes y mejores, deshaciéndonos de los antiguos que, en la mayoría de los casos todavía funcionan perfectamente.

Lo mismo ocurre con nuestra ropa. Compramos y compramos, renovamos nuestro armario y nos deshacemos de lo antiguo con una rapidez y una facilidad pasmosas, sin pararnos a pensar en el enorme coste medioambiental que tienen esas acciones. Sin embargo todos estos productos desechados acaban en vertederos ilegales que contaminan el subsuelo, o directamente acaban en el mar.

Basura tecnológica

La tecnología, en constante evolución, es una de las cualidades definitorias de nuestra generación, pero también significa que sus desechos se están convirtiendo en un problema dramático en los vertederos de todo el mundo. Actualmente hay 50 millones de toneladas de desechos electrónicos y eléctricos, conocidos como basura electrónica, en nuestro planeta, que acumulan un peso total superior al de todos los aviones comerciales construidos a lo largo de la historia juntos. Sorprendentemente, solo el 20% de todo eso se recicla eficazmente.

Atrás quedaron los días en los que gigantescos televisores de tubo catódico ocupaban la mayor parte de nuestros salones. Ahora las pantallas son más finas que un libro, y eso significa que los viejos aparatos han acabado en vertederos. Solo en Europa desechamos cada año más de 25 millones de televisores antiguos. Además, estos modelos son particularmente difíciles de reciclar, ya que contienen tubos de rayos catódicos llenos de plomo.

Lo mismo ocurre con otros aparatos como los  electrodomésticos donde, además, la obsolescencia programada influye en que la rueda del consumo rápido nunca pare de girar. Lavadoras, microondas, frigoríficos; millones y millones de aparatos inútiles acaban amontonados en descomunales vertederos, muchos de ellos ilegales, donde se desguazan, se sacan metales valiosos como el cobre y el resto queda ahí abandonado, sin el adecuado tratamiento de residuos como el plomo, el arsénico o los gases y ácidos tóxicos.

Moda rápida

Después de la petroquímica, la industria de la moda es la más contaminante del mundo. En los últimos años la ropa barata está por todas partes y hay grandes cadenas de tiendas que han hecho del low price su modelo de negocio.

En 2018, solo en España casi 300.000 toneladas de residuos textiles terminaron en vertederos. Esto es el equivalente a la friolera de 15.000 millones de euros tirados (literalmente) en ropa que después acabó en la basura.

No obstante hay una buena noticia, ya que casi la mitad de la ropa que se tira en Occidente luego se revende en el mercado de segunda mano. De hecho, en los EEUU el mercado de ropa usada llegó a facturar 24.000 millones de euros en 2019, no muy lejos de lo que generó la moda rápida (unos 35 mil millones), y la tendencia está completamente al alza.

La ropa de segunda mano es un gran negocio en expansión, y se estima que el 80% de la población de África usa prendas de segunda mano que el mundo desarrollado no quiere.

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