Pedidas de matrimonio o una maratón en coche: Estas son las anécdotas más surrealistas de los Juegos Olímpicos
En la historia reciente de los Juegos hay sucesos que poco tienen que ver con el deporte.
Los Juegos Olímpicos son el acontecimiento deportivo más solemne, antiguo, reputado y prestigioso de todo el planeta. Según los pocos textos que aún se conservan de la Grecia clásica, en la antigüedad (en torno al año 1000 antes de Cristo), la ciudad griega de Olimpia celebró por primera vez una serie de competiciones deportivas arbitradas donde se reconocía el esfuerzo, la entrega y el virtuosismo de los atletas. Todo bajo la atenta mirada de los dioses, por supuesto.
Sin embargo no fue hasta finales del siglo XIX, en 1896, cuando un historiador y filántropo francés, el barón Pierre de Cubertin, se movilizó para impulsar lo que ahora conocemos como Juegos Olímpicos modernos; una competición que cada cuatro años reúne en una única sede a los mejores deportistas de todo el mundo. Este año, por ejemplo, en Tokyo se han citado casi 12.000 atletas de más de 200 países.
No obstante, aunque el deporte es el protagonista indiscutible del acontecimiento más importante y mediático del verano, en la historia reciente de los Juegos Olímpicos se han producido episodios que nada tienen que ver con el olimpismo y la competición. Aquí te contamos algunas de las anécdotas más surrealistas de los Juegos.
Carreras de sacos y salto de la rana
Aunque ahora la seriedad y el profesionalismo impregnan cada una de las disciplinas deportivas que se desarrollan en los Juegos Olímpicos, hace no tanto la improvisación era lo que reinaba en esta cita tan internacional. En el año 1900, por ejemplo, una de las competiciones oficiales era la carrera de sacos, y también se otorgaban premios para los ganadores del salto de la rana.
Por supuesto, la inmensa mayoría de los pocos participantes de aquellos primeros Juegos modernos eran aristócratas que practicaban el deporte por puro ocio. Así, en 1900 también se produjo el primer éxito de un deportista español, aunque su disciplina (el tiro con arco) no estaba entre los deportes oficiales, y solo era exhibición.
El primer escándalo
Tan solo cuatro años después, en 1904, el deportista estadounidense Fred Lorz le echó muchísima cara dura y ganó el maratón, la prueba más dura y exigente de los Juegos. El problema es que lo hizo subido en un coche la mayor parte del trayecto. Por aquel entonces, sin cámaras que retransmitiesen el evento, a Lorz lo pillaron cuando ya había terminado la carrera.
Pero ahí no acaba todo. Ese mismo año, un alemán conquistó el podio con una medalla de oro, dos de plata y una de bronce. Una gesta encomiable, sobre todo si tenemos en cuenta que el hombre tenía una pierna de madera.
Los símbolos importan
Ahora es lo más normal del mundo, pero el logo de los anillos olímpicos entrelazados no nació hasta 1920. También es relativamente moderno lo de crear una mascota representativa de la edición correspondiente de los Juegos. Esto surgió por primera vez Múnich 1972. Pero sin duda, la anécdota más tierna tuvo lugar hace tan solo cinco años, en Río de Janeiro 2016. Allí, una saltadora china vivió uno de los momentos más importantes de su vida cuando, estando en el podio recogiendo su medalla, su novio se acercó y le pidió matrimonio. Ella dijo que sí.
Por último, uno de los sucesos divertidos se produjo durante la ceremonia de inauguración de Londres 2012. Allí, el agente secreto más famoso del mundo, James Bond, se lanzó en paracaídas nada más y nada menos que con la reina Isabel II.