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¿Qué pasa con la llama olímpica cuando terminan los Juegos?

El fuego olímpico se mantiene encendido ininterrumpidamente durante todo el campeonato.

Las competiciones terminan, las pruebas se acaban; el crono se para y las medallas se reparten. Después de varias semanas de emoción y deporte, los Juegos Olímpicos se acaban y ya toca pensar en la cita olímpica que tendrá lugar, si ninguna pandemia lo impide, dentro de cuatro años. Pero hay un detalle en el que mucha gente repara y sobre el que muchos se preguntan: ¿Qué pasa con la llama olímpica cuando terminan los Juegos?

Se apaga y se enciende

Aunque muchos crean que el fuego olímpico se mantiene eternamente encendido, y va pasando de Juegos a Juegos sin alterarse, lo cierto es que al finalizar las pruebas la llama se apaga. Solo unos meses antes del comienzo de los siguientes Juegos es cuando se enciende y va recorriendo distintos lugares del país anfitrión dispersando el espíritu olímpico.

Para encender la llama olímpica, en la Antigua Grecia se utilizaba directamente el calor del sol. Así, según las antiguas creencias, se mantenía la pureza, y simboliza el fuego que Prometeo le robó a los dioses y le entregó a los hombres. Después, esta llama se dejaba en el altar de la diosa Hestia, la deidad griega del fuego del hogar, aunque también se hacían ofrendas frente a los templos de los dioses Zeus y Hera.

Se crea en Grecia

En la actualidad, al menos oficialmente, aún se sigue utilizando el sol como catalizador para crear el fuego olímpico. Un detalle curioso es que esta ceremonia todavía se realiza en Grecia (concretamente en Olimpia), la cuna de los Juegos y de los dioses. Si el día del ritual las condiciones meteorológicas no son las propicias, se recurre a la llama prendida en el ensayo general, que permanece guardado en una lámpara de seguridad. Hoy en día, la antorcha olímpica suele coronar el estadio principal de los Juegos, y permanece encendida durante toda la competición.

Para los antiguos griegos, la llama representaba las cualidades más positivas de los hombres, que iban a sacar lo mejor de sí mismos en las diferentes pruebas deportivas. Sin embargo, y a pesar de toda la tradición, no siempre ha habido antorcha desde que se recuperaron los Juegos a finales del siglo XIX.

No fue hasta los de Ámsterdam, en 1928, cuando se recuperó la tradición del fuego olímpico, aunque en esa ocasión se encendió directamente en el pebetero del estadio. Ya en los Juegos de 1936, en Berlín, la ceremonia de la llama volvió a Grecia, pero por una cuestión puramente comercial: el Reich creía que volver a la antigua tradición serviría como reclamo para turistas y espectadores.

Desde el regreso de los Juegos Olímpicos, la ceremonia del encendido de la antorcha se ha convertido en un acontecimiento curioso y lleno de solemnidad. El paso de los años y las décadas ha ido añadiendo elementos al ritual, que ahora es grabado y retransmitido en directo a través de las redes sociales, y sigue un itinerario y un recorrido hasta que el día del inicio de los Juegos la llama culmina en el estadio principal, donde estará encendida ininterrumpidamente hasta que todo termina.

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