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El impacto económico del coronavirus: ¿el fin del liberalismo como lo hemos conocido hasta ahora?

Los cuatro pilares de la globalización han sufrido una profunda crisis desde la caída del Muro de Berlín. La provocada por el coronavirus y sus consecuencias han puesto a prueba el movimiento global de personas.

Cuando cayó el Muro de Berlín en 1989 pareció que el mundo finalizaba su gran división este-oeste para buscar lugares comunes que incluyeran lo mejor de ambos. La rivalidad entre Estados Unidos y sus aliados y la URSS y sus aliados parecía haber llegado a su fin, terminando con las diferentes posiciones internacionales, sociales, políticas, económicas y de seguridad de ambos bloques. Como señala Ralph Dahrendorf en Después de la democracia, el bloque oriental se caracterizó por una economía dirigida, un sistema político centralizado, una sociedad guiada por valores más homogéneos, donde el Estado y los elementos de lo público ganaban en importancia y el sistema de seguridad agrupaba a los países de su entorno bajo el Pacto de Varsovia; frente a los valores del bloque occidental, donde la economía era abierta, el sistema político democrático, la sociedad más diversa, los elementos de la iniciativa privada predominaban sobre el sector público y el sistema de seguridad reunía a sus aliados reunidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Es precisamente con la Caída del Muro de Berlín cuando la globalización se expande por el mundo: al quitar el elemento frontera, ambos bloques y su influencia se extienden. Las grandes instituciones internacionales, creadas tras la Segunda Guerra Mundial a partir de 1945 bajo el Sistema de Naciones Unidas parecen no estar ajustadas al nuevo mundo que surge en el que caen grandes potencias y surgen otros centros de poder mundiales.

En nuestro siglo, la necesidad de ajustes es aún más necesaria que nunca. Durante este período de cierta bonanza económica y estabilidad política, la globalización se va abriendo paso en todos los continentes haciendo que nuestras vidas estén interconectadas, con comunicaciones inmediatas y sean mutuamente interdependientes. Junto a las oportunidades que la globalización ofrece para el desarrollo de numerosos países en América y Asia principalmente, así como el desarrollo de millones de personas que acceden a las clases medias saliendo de la pobreza como ha señalado el Banco Mundial, comienzan a sucederse las crisis que, al ser globales, producen un “efecto contagio” en todo el planeta en breve plazo de tiempo.

Los cuatro pilares de la globalización y sus crisis

La globalización se basa en cuatro grandes pilares: circulación de mercancías, personas, prestación de servicios y flujo de capitales. Cada una de estas dimensiones ha experimentado su crisis particular en las últimas décadas. El movimiento de mercancías experimenta una crisis en los años 90 con el movimiento de deslocalización, cuando las grandes empresas pasan a producir en países terceros buscando abaratar costes y optimizar su cadena de valor. La prestación de servicios experimenta una crisis durante las décadas de los años 90 y en la década del 2000 en la llamada "crisis de las empresas punto com”. La circulación de capitales experimenta la profunda crisis del año 2008 (crisis económico-financiera) y la circulación de personas ha entrado en crisis recientemente con la expansión del coronavirus.

Esta última crisis tiene la particularidad de ser una “crisis global globalizada”, ya que, si bien surge en la dimensión de la circulación de personas, afecta indirectamente a las otras tres: mercancías, servicios y capitales. Desde una crisis de salud se está produciendo una crisis económica, social y política sin precedentes.

En cuanto a la crisis económica, el Fondo Monetario Internacional ha señalado recientemente que se avecina una de las mayores recesiones de los últimos cien años, semejante en sus efectos a la Gran Depresión surgida tras el Crack del 29, afectando al menos a 170 países. Uno de los efectos de esta crisis, consiste en que los países volverán a centrarse en producción autóctona propia para evitar problemas de desabastecimiento y de falta de seguridad en la cadena de valor global. El comercio mundial cambiará, buscándose países de producción más seguros en América Latina, Sur de Asia, algunos de Extremo Oriente e incluso algunos países de Europa donde el coste de mano de obra es bajo o donde ha bajado considerablemente, a la vez que se ofrecen altos estándares de producción segura y eficiente. Otros cambios que van a producirse en el plano económico se refieren a la inversión en sectores clave: como sabemos, no todos los sectores están en crisis (turismo y viajes, hoteles, hostelería, pequeño comercio en general, autónomos y pymes), sino que hay algunos otros sectores que salen reforzados como: tecnológico, distribución, e-commerce, transporte, salud, farmacéutico, ciertos equipamientos y sector primario en general (agricultura, ganadería y pesca).

La economía y sus efectos sobre la sociedad y la política

Existe también una crisis social. Los sectores vulnerables precisan protección, ya que a escala mundial numerosas unidades familiares se pueden ver inmersas en una verdadera tragedia humana donde además de la enfermedad y la muerte, en algunos casos hay que sumar situaciones de desempleo y hundimiento de los ingresos de la unidad familiar. Este reto social se resuelve no sólo con ayudas de semejante naturaleza facilitadas por los respectivos Estados (acceso a internet, alimentos, refugio para personas sin hogar…), sino también mediante medidas de alivio fiscal (aplazamientos, suspensión, reducción o exención de tributación) e inyección de liquidez en las economías que llegue a los más vulnerables, tal y como han establecido el Banco Europeo de Inversiones, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico o el Banco Mundial. Como ha indicado hace escasas semanas la London Business School, estamos ante un “bucle de depresión económica donde alternaremos una crisis de oferta, demanda, con una posible crisis financiera que afectará especialmente a los grupos sociales más vulnerables”.

Existe también una crisis política. No sólo debido al desbordamiento de los Estados que tienen que gestionar todos estos frentes, sino por un cambio de los equilibrios de poder a escala global.  

Si durante la Guerra Fría la disputa de poder enfrentaba a Estados Unidos y la URSS, hoy lo hace con Estados Unidos y China. Desde la guerra comercial, pasando por la guerra tecnológica, así como el cruce acusaciones relativas al coronavirus, podemos afirmar que la nueva guerra fría ha llegado. Cada una de estas dos grandes potencias tiene que librar sus batallas internas económicas, sociales y políticas; y a la vez, librar la batalla contra su contrapoder global. Las tensiones que vimos en la Guerra Fría se reeditan, ya que ambos países tienen una visión contrapuesta de las relaciones internacionales, la perspectiva social, la política, la dimensión económica y la seguridad:

  • Para China el ámbito internacional es donde desea estar, aspirando a ser la primera potencia mundial; su sociedad se inspira en parte en la visión colectiva, pero debido al aperturismo económico existen segmentos de la sociedad que están ascendiendo socialmente con rentas más elevadas. En la dimensión política, el sistema chino se mantiene con un Estado fuerte, económicamente existe un aperturismo, pero también se mantienen sistemas de control, en cuanto a la seguridad, ésta prima sobre la libertad.  
  • Estados Unidos quiere seguir siendo la primera potencia mundial y rivaliza con China, la sociedad es abierta, su sistema económico es de mercado, el Estado se organiza bajo un sistema democrático, la seguridad es prioritaria pero la libertad es una premisa irrenunciable en la concepción americana. 

¿Qué sistema económico seguir? Un debate interesante, una respuesta compleja

Ahora la pregunta es: en un mundo en plena gestión de crisis por la pandemia del covid-19, ¿qué sistema deberíamos seguir? El debate es sumamente interesante y la respuesta es compleja; ya que, por una parte, la gestión de crisis requiere un liderazgo fuerte y sólido en la toma de decisiones; pero, por otra parte, no podemos dejar de lado los derechos humanos y libertades. Si bien el sistema internacional tal y como lo hemos conocido está en plena transformación como hemos señalado; la respuesta pasa por ajustar la globalización.

La globalización, a pesar de las crisis antes señaladas, también ha permitido el desarrollo de numerosas personas, países y regiones del mundo, como es el caso de Europa, Asia o América Latina; constituyendo uno de los períodos más prósperos de la historia de la humanidad. Las dos potencias actualmente en disputa no serían lo que son sin la globalización. La globalización es un fenómeno que podemos ajustar. Para ello, debemos trabajar en dos niveles: global y nacional. Global para los aspectos comunes en las relaciones multilaterales revisando el papel de las instituciones internacionales para que sean cada día más eficaces al servicio de todos y en las relaciones bilaterales, negociando y estableciendo límites cuando sea necesario. Nacional, ya que esta crisis nos ha permitido ver que el primer nivel de protección de las personas son sus Estados.

La crisis del coronavirus modificará nuestro modo de vida, quizá no nos lleve a un mundo con un único poder mundial idealista donde reine lo colectivo, pero tampoco nos llevará a un mundo donde el liberalismo, el individualismo y el realismo sea la norma general. Tendremos campo para la iniciativa funcional de todos los actores globales, pero a la vez un sentido esencial de corresponsabilidad; habrá acción conjunta, pero también espacio para la iniciativa particular. Es decir, seguiremos globalizados, pero estableciendo determinados ajustes económicos, políticos, sociales e internacionales para el bien común. Ya estamos viendo algunas manifestaciones actualmente: esfuerzos por el poder, crisis y enfrentamientos, pero también las acciones humanas más elevadas y altruistas.

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