SoftBank, ¿el inversor que quiere ver al mundo arder?
Algunos de los más sonados fiascos de Silicon Valley tienen detrás a esta empresa japonesa, cuyas arriesgadas estrategias de inversión causan no poca polémica.
SoftBank es una empresa japonesa de telecomunicaciones, que además de ofrecer servicios de telefonía e Internet, también ofrece servicios financieros. Pero lo que le ha hecho más conocida en el resto del mundo es su fondo de inversiones tecnológicas llamado VisionFund. Este fondo, dotado con más de 100.000 millones de dólares invierte en tecnologías emergentes, start-ups, Internet de las Cosas, inteligencia artificial y soluciones tecnológicas para los sectores inmobiliario, de ventas y transporte. Las inversiones se realizan siguiendo la mejor tradición de Japón, con el máximo ejecutivo de SoftBank, Masayoshi Son, poniéndose en contacto con los directivos de las empresas en las cuales van a invertir sus fondos.
Dinero a cambio de subcontratar y crecer
Pero el caso es que las inversiones de SoftBank, que son muy generosas, han ido dejando un reguero de dimisiones, dramas entre directivos, quiebras, despidos, petardazos bursátiles y crisis en sectores enteros de la economía mundial, como la hostelería, el transporte y el sector inmobiiario.
Durante la última década, Masayoshi Son ha regado de dinero a diferentes empresas emergentes a lo largo y ancho del mundo. La mayor parte de ellas basadas en modelos de subcontratación, “asociados”, “proveedores” y los que algún tribunal ha definido claramente como falsos autónomos. Las instrucciones de Son eran claras: hay que crecer todo lo posible en el menor tiempo posible. Equiparando tamaño a rentabilidad. Una equiparación que tiene sus riesgos.
Así, muchas de estas jóvenes empresas usaron el dinero fresco de SoftBank para ofrecer incentivos, primas y otros pagos para atraer rápidamente a la mayor cantidad de trabajadores y proveedores posible. Pero cuando no lograron obtener ganancias y SoftBank cambió de repente su opinión con el crecimiento a toda costa, las compañías a menudo redujeron o rechazaron esos mismos incentivos, dejando a sus trabajadores y proveedores con nóminas pendientes y facturas incobrables.
Durante la última década, Masayoshi Son ha regado de dinero a diferentes empresas emergentes a lo largo y ancho del mundo. La mayor parte de ellas basadas en modelos de subcontratación, “asociados”, “proveedores” y los que algún tribunal ha definido claramente como falsos autónomos. Las instrucciones de Son eran claras: hay que crecer todo lo posible en el menor tiempo posible. Equiparando tamaño a rentabilidad. Una equiparación que tiene sus riesgos.
Así, muchas de estas jóvenes empresas usaron el dinero fresco de SoftBank para ofrecer incentivos, primas y otros pagos para atraer rápidamente a la mayor cantidad de trabajadores y proveedores posible. Pero cuando no lograron obtener ganancias y SoftBank cambió de repente su opinión con el crecimiento a toda costa, las compañías a menudo redujeron o rechazaron esos mismos incentivos, dejando a sus trabajadores y proveedores con nóminas pendientes y facturas incobrables.
Sobrecapitalización y distorsiones en el mercado
El Vision Fund de SoftBank ejemplifica un fenómeno más amplio conocido como "sobrecapitalización" que es, básicamente, dotar a una empresa de tanto capital que ésta deja de ser rentable. Sólo en 2017 los fondos de capital riesgo inundaron a las nuevas empresas con más de 207.000 millones de dólares, casi el doble de la cantidad invertida a nivel mundial durante el auge de la burbuja de las puntocom en 2000, según CB Insights, una empresa dedicada a seguir la pista a las empresas emergentes.
Sin embargo, esta sobrecapitalización ha provocado inmensos fiascos con consecuencias más allá de las cuentas de resultados. Uber, la empresa que ha puesto y pone en riesgo empleos en el sector del taxi y del transporte de viajeros, no deja de perder dinero desde que se fundó. Su salida a Bolsa ha sido como un globo que no se deja de desinflar. De los 45 dólares por acción al empezar a cotizar, ahora pugna por mantenerse en torno a los 27. Y sigue teniendo pérdidas de miles de millones de dólares, por lo que los accionistas y sus propios directivos no tienen claro si alguna vez la empresa conseguirá repartir dividendos.
Sin embargo, esta sobrecapitalización ha provocado inmensos fiascos con consecuencias más allá de las cuentas de resultados. Uber, la empresa que ha puesto y pone en riesgo empleos en el sector del taxi y del transporte de viajeros, no deja de perder dinero desde que se fundó. Su salida a Bolsa ha sido como un globo que no se deja de desinflar. De los 45 dólares por acción al empezar a cotizar, ahora pugna por mantenerse en torno a los 27. Y sigue teniendo pérdidas de miles de millones de dólares, por lo que los accionistas y sus propios directivos no tienen claro si alguna vez la empresa conseguirá repartir dividendos.
En el caso de WeWork, el AirBnb de las oficinas, llegó a estar valorada en unos 47.000 millones de dólares mientras se disponía a salir a Bolsa, pero su salida al mercado se frustró tras conocerse importantes pérdidas y en medio de muchas críticas por la gestión del cofundador y entonces consejero delegado, Adam Neumann, que terminó dejando el cargo. SoftBank anunció entonces que respaldaría a la inmobiliaria haciéndose cargo de la empresa y rescatándola con 3.000 millones de dólares. Nunca llegaron y ahora desde WeWork se va a demandar a la empresa japonesa.
Otros sonoros fracasos han sido Lyft, una empresa de patinetes eléctricos, Oyo, una start-up hotelera india que ha llevado a la quiebra a más de un centenar de establecimientos asociados, la inmobiliaria estadounidense Compass, la empresa de reparto de comidas Rappi o el intento de hacer un Amazon de marcas blancas, Brandless. Por el camino se han quedado decenas de miles de puestos de trabajo, un reguero interminable de deudas y una enorme distorsión en los mercados, provocada por la sobrecapitalización y una imagen engañosa de los negocios basados en la subcontratación, que les ha estallado a muchas personas en la cara.
SoftBank ha declarado recientemente que ha perdido 6.500 millones de dólares gracias a estos y a otros sonados pinchazos. También anunció sus intenciones de poner en marcha una segunda parte de su Vision Fund, pese a las pérdidas.
SoftBank ha declarado recientemente que ha perdido 6.500 millones de dólares gracias a estos y a otros sonados pinchazos. También anunció sus intenciones de poner en marcha una segunda parte de su Vision Fund, pese a las pérdidas.