3 frases de Edmund Burke contra la acumulación de la riqueza
El teórico conservador más famoso de la historia fue diputado de la Cámara de los Comunes británica y se convirtió en el máximo representante de los 'Old Whigs'.
Edmund Burke (Dublín, 12 de enero de 1729-Beaconsfield 9 de julio de 1797) es el mayor representante de la corriente del conservadurismo en la historia de Occidente. Miembro de la Cámara de los Comunes británica y parte de los Old Whigs, escribió el famoso texto Reflexiones sobre la Revolución francesa en 1790, solo un año después del estallido de la revolución.
En él reflexiona profundamente sobre por qué este acontecimiento histórico hacía, a su entender, aguas por todos lados. “Con razón o sin ella, la revolución siempre será el último recurso para el hombre que piensa y ama el bien”, llegaba a afirmar Burke entre las páginas de este libro. Se trató, de hecho, de una reflexión profundizada que posteriormente influiría en el pensamiento de otros teóricos tan plurales como Karl Marx o Friedrich Hayek.
Burke hizo a lo largo de su trayectoria una defensa acérrima de las tradiciones, una crítica profunda de la "democracia absoluta" -que creía que suscitaría una tiranía de las mayorías contra las minorías- y una apología de la libertad a través de la conservación de la cultura, los bienes, la herencia y el patrimonio.
Sin embargo, en esta obra pueden encontrarse afirmaciones que llevan a comprender que lo que asevera es fruto de la reflexión profunda y del diálogo interno. Así, aunque se muestra favorable a criticar, por ejemplo, algunos aspectos relacionados con el papel de la clase eclesiástica o de la nobleza francesa del siglo XVIII, introduce también argumentos a favor de ambas. “La perpetuidad de las corporaciones y de sus riquezas es una cosa preciosa en manos de un hombre que tiene grandes miras, que medita proyectos que sólo el tiempo puede perfeccionar, y que una vez ejecutados no tienen valor sino por su duración”, asevera entre sus líneas.
Sin embargo, hemos extraído algunas de sus frases que suponen una muestra de cómo su pensamiento pivotaba entre unos y otros argumentos en busca de lo que el británico consideraba correcto. Y que contienen una clara carga en contra de la acumulación de la riqueza:
- Ningún exceso es bueno; por esto me parece que de oficio y de por vida no debe poseerse una muy grande propiedad raíz.
- El único interés del estado es que el producto de la tierra recompense al hombre industrioso que lo ha procurado, que la renta se parta de manera que la moral no se ofenda de los gastos de los propietarios, y que el pueblo no sea perjudicado en la parte que le corresponde de derecho.
- Ved lo que sucederá entre el pobre y el rico en una provincia tenida por aristocrática, y que en sus relaciones interiores es todo lo contrario. En sus relaciones exteriores, es decir, en las que mantiene con las otras provincias, no veo cómo esta representación desigual concedida a las masas en razón de sus riquezas, puede ser un medio para conservar el equilibrio y la tranquilidad de los intereses públicos; porque si uno de sus objetos, como lo es indudablemente el de toda sociedad, es impedir que el débil sea abatido por el fuerte, ¿de qué modo los más pobres y pequeños de estas masas estarán al abrigo de la tiranía de los más opulentos?