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Y tú, ¿de qué vas?

De los conservadores a los comunistas, pasando por democristianos, liberales, keynesianos, neoliberales, socialdemócratas y socialistas. ¡Sin olvidar a los libertaristas y los anarcocapitalistas!

Los orígenes remotos del liberalismo clásico se remontan a los conatos emancipatorios de la naciente burguesía urbana frente al yugo feudal, a fines de la Edad Media; pero su consolidación se produce durante los siglos XVIII y XIX, con el impulso del pensamiento ilustrado frente al absolutismo monárquico y los sistemas económicos mercantilistas. Sus antecedentes se hallan en el filósofo empirista y médico inglés John Locke (1632-1704), que en sus Ensayos postula la libertad individual, la estabilidad social, la tolerancia y los fundamentos naturales de los derechos a la vida, la libertad y la propiedad. También en la obra del francés Montesquieu (1689-1755), que en su El espíritu de las leyes enumera las indispensables para restringir la autoridad de los monarcas, además de sentar las bases del sistema moderno de la separación de los poderes del Estado.

El liberalismo económico moderno se elabora a partir de las ideas y postulados del liberalismo clásico y va evolucionando desde el duro e insensible capitalismo de principios del siglo XIX hasta derivar en una valoración positiva del comercio y un reconocimiento mesurado de la iniciativa privada y del derecho a la propiedad ante el régimen gremial y contra los abusos de autoridad. Sus defensores argumentan que los sistemas económicos basados en los mercados libres son más eficientes y facilitan el progreso y la prosperidad general, pero aceptan la desigualdad económica como un resultado natural de la competencia, limitando la intervención del Estado a los casos de coacción, violencia o fraude.

El keynesianismo fue una teoría desarrollada por el liberal británico John Maynard Keynes (1883-1946) plasmada en su Teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936) como respuesta a la Gran Depresión de 1929 y puesta en práctica por los gobiernos occidentales, en particular por el conservador Churchill y el demócrata Roosevelt. Su propuesta se centraba en el análisis de las causas y consecuencias de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de empleo y de ingresos. Keynes aspiraba a dotar a las instituciones nacionales e internacionales de poder para controlar la economía en épocas de recesión o crisis. Ese control se ejercería mediante el gasto presupuestario del Estado para aumentar la demanda de empleo, la llamada política fiscal. La novedad de su pensamiento radicaba en considerar que el sistema capitalista no tendía al pleno empleo ni al equilibrio de los factores productivos. Sus recetas consistieron, por tanto, en la intervención estatal mediante la planificación, la política fiscal y monetaria y la inversión pública como modo de paliar el desempleo. Según Keynes, el paro era causado por el descenso del consumo debido a la desigualdad en el reparto de las rentas y la falta de alicientes del capital. El intervencionismo estatal bajaría los tipos de interés, incrementaría las inversiones públicas y el consumo -mediante una redistribución de las rentas vía impuestos- y establecería protecciones aduaneras. Desde los años 1930 hasta su muerte, fue el economista más prestigioso, consultado y escuchado del mundo capitalista.

El liberalismo progresista (también conocido como socioliberalismo, liberalismo social o liberalismo democrático) es una corriente liberal que, siguiendo al británico John Stuart Mill (1806-1873), coloca en el centro de su pensamiento el desarrollo personal y material de los ciudadanos y propugna que su bienestar material y realización social son compatibles con la libertad individual. En lo económico propone una mínima regulación social, sin ingeniería; y una intervención parcial del Estado, que garantice una economía genuinamente libre en la que se castigue la formación de intereses monopolísticos. Políticamente es crítico con el “socialismo real”, pero no tanto con la socialdemocracia.

El neoliberalismo –también llamado nuevo liberalismo o liberalismo tecnocrático– es la corriente económica capitalista inspirada en el liberalismo clásico y responsable de su resurgimiento político en la década de 1980 con los gobiernos de Ronald Reagan (USA) y Margaret Thatcher (Gran Bretaña). Influidos por las teorías de Milton Friedman, sus defensores eran partidarios de la privatización de las empresas estatales, la reducción del gasto público y la intervención gubernamental en la economía a favor del sector privado, que pasaba a desempeñar las competencias tradicionalmente asumidas por el Estado. El significado del término neoliberal ha ido cambiando con el tiempo y en la actualidad está cargado de connotaciones negativas de tinte no siempre racional: sus críticos lo utilizan como un calificativo peyorativo asociado a la derecha política, casi como insulto y expresión de condena general al capitalismo.

John Maynard Keynes. | Getty Images

John maynard keynesJohn Maynard Keynes. | Getty Images

Como observación, cabe decir que en Estados Unidos se llama "liberal" al progresista de izquierdas que defiende ideas socialdemócratas: por ejemplo, los votantes del Partido Demócrata se consideran a sí mismos liberales y reformistas; a los votantes del Partido Republicano, por su parte, no les importa que se les tache de conservadores. En  Europa y América Latina, en cambio, el término se asocia a la defensa de las libertades individuales, la economía de mercado, la desregulación y la mínima intervención del Estado en la vida de las personas. En ambas regiones, los liberales se sienten más identificados con las doctrinas económicas del liberalismo individualista clásico, mientras que el liberalismo estadounidense se acercaría más al progresismo en las costumbres y al reformismo socialdemócrata.

El conservadurismo clásico es una tradición de pensamiento social y político orientada a frenar los abusos del radicalismo populista y a promover cambios graduales que favorezcan la continuidad de los procesos sociales. Sus orígenes se remontan al estadista británico Edmund Burke (1729-1797), quien se enfrentó a los excesos de la Revolución Francesa en sus Reflexiones, un manual de empirismo político que rechazaba la falta de respeto a las tradiciones y a las normas jurídicas consuetudinarias –no escritas, pero arraigadas en el tiempo– fomentada por los nuevos principios legales revolucionarios. Es, por tanto, en sus inicios, una reacción frente al racionalismo ilustrado y contra las utopías sociales y las revoluciones colectivistas modernas. En su lugar, los conservadores optan por sistemas de gobierno equilibrados que basen sus políticas en la propia evolución histórica de cada sociedad, en las lecciones emanadas de experiencias comunitarias concretas y en la continuidad de instituciones fundamentales, tales como la familia y la religión.

En la actualidad, el conservadurismo moderno (si ese oxímoron resulta posible), además de condenar el consumismo materialista, centra su crítica en el debate cultural de la secularización, la polémica sobre el relativismo moral y la pérdida de los valores trascendentales de una sociedad cada día más hedonista. Por su parte, el conservadurismo económico se basa en la austeridad y el ahorro. Rechaza los déficits presupuestarios y, frente a los déficits comerciales, es proclive a fomentar el proteccionismo.

El conservadurismo se define hoy por cuatro rasgos principales: la creencia en las virtudes del mercado libre y la desconfianza en las políticas reguladoras; la resistencia al gasto social; la reducción de impuestos que gravan la renta y aumentan la capacidad de intervención del Estado; y el nacionalismo económicamente proteccionista. En política, por tanto, se denomina conservadurismo al conjunto de doctrinas, corrientes, opiniones y posiciones –generalmente de derechas– opuestas al progresismo, que favorecen las tradiciones y que son refractarias a los cambios políticos, sociales o económicos radicales. En lo social, los conservadores defienden valores familiares, tradicionalistas y religiosos. Para algunos, el partido Vox sería un ejemplo de esta ideología.

En lo económico, los conservadores se han posicionado históricamente como proteccionistas y opuestos al libre mercado. Pero durante el siglo XX algunos partidos conservadores, concretamente los tories británicos, adoptaron posiciones económicas liberales al fusionarse con partidos de esa tendencia, aliados en la defensa del sistema socioeconómico capitalista, en oposición al socialismo marxista y al comunismo; pero también contra los totalitarismos fascista y nacionalsocialista. En el conservadurismo político actual coexisten, por tanto, diversas posiciones económicas. A la fusión entre ambas posturas se la denomina liberalismo conservador.

Karl Marx. | Getty Images

Karl MarxKarl Marx. | Getty Images

El socialismo comprende una amalgama amplia de ideas que fluctúan entre el liberalismo y el comunismo. Los orígenes del socialismo se remontan a varios pensadores que oscilan entre los extremos moderados y radicales, incluyendo a Robert Owen (1771-1858), Charles Fourier (1772-1837), Pierre J. Proudhon (1809-1865) y Louis Blanc (1811-1882), entre otros, en sus críticas a la excesiva pobreza y a la desigualdad provocada por la Revolución Industrial, con propuestas sobre métodos de redistribución de la riqueza hasta políticas para transformar la sociedad en pequeñas comunidades sin propiedad privada.

Esas ideas se transformarán más tarde en el llamado “socialismo científico” postulado por los alemanes Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), que proclamaban el materialismo histórico, la lucha de clases y el sistema dialéctico en la conducta de la sociedad. Finalmente desembocan en el cruel radicalismo de Lenin y  Mao-Tse-Tung, dos poderosos estadistas que las convirtieron en lo que hoy se conoce como comunismo. A nivel intermedio, pueden buscarse sus orígenes en las ideas de August Comte (1798-1857) quien desarrolló el concepto de “socialismo administrativo” y dio paso a la socialdemocracia europea.

El objetivo de la socialdemocracia apunta al llamado “Estado de bienestar”, a través de la nacionalización selectiva de industrias, medios de producción y recursos naturales, y gracias al establecimiento de impuestos progresivos (ascendentes según las rentas) y a la reglamentación de los mercados. Algunas de sus ideas básicas parten de los planteamientos teóricos sobre la unidad entre socialismo y democracia elaborados por Karl Liebknecht (1871-1919). La socialdemocracia tuvo su primera oportunidad de gobierno en la República de Weimar, surgida tras la derrota alemana de la I Guerra Mundial, y se consagró bajo el gobierno de Friedrich Ebert (1871-1925).

¿Izquierda y derecha?

La Democracia Cristiana, que ahora se identifica con el Partido Popular Europeo (EPP), rescata los postulados del pensamiento social-cristiano que sirven de base a la Economía Social de Mercado. Toma algunos elementos del conservadurismo, del liberalismo y del socialismo que le anteceden, pero descansa en los principios que emanan de la doctrina social de la Iglesia católica, elaborados a través de múltiples encíclicas; cuidando de no manifestarse en su estructura política como un movimiento confesional sino estructurado en formaciones políticas abiertas a los ciudadanos de todas las religiones y con pleno reconocimiento de la separación entre la Iglesia y el Estado.

Los orígenes de su proyección política se remontan a los franceses Federico Ozanán (1813-1853) y Philippe Buchez (1796- 1865), pero no se plasman en una estructura programática hasta la visión del “humanismo cristiano” que promueve su compatriota Jacques Maritain (18882-1973) y su obra El Hombre y el Estado. La democracia cristiana empieza a concretarse en el Partido Popular Italiano en 1918. Tras la II Guerra Mundial contará con estadistas notables como Alcides de Gasperi (1881-1954), además del gobierno en Alemania de Konrad Adenauer (1876-1967), uno de los fundadores de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU).

El libertarismo es una filosofía política radical que defiende la libertad del individuo dentro de la sociedad, la propiedad privada y la distribución de los recursos económicos a través de la economía de mercado. De hecho, considera que  propiedad y mercado son las bases más sólidas para garantizar la libertad individual. Los libertarios identifican al Estado con la burocracia y defienden su máxima limitación. Sostienen que la ley debe fundarse en la protección de los derechos individuales y promueven la reducción de impuestos y regulaciones. Si bien es común identificar a los libertarios con la derecha, su intransigencia en la cuestión de la libertad individual diferencia su filosofía política del conservadurismo con el que se suele asociar. El libertarismo, por cierto, rechaza las etiquetas izquierda/derecha tradicionales.

El anarcocapitalismo aparece durante la segunda mitad del siglo XX, como una nueva corriente de pensamiento dentro del libertarismo. Es una forma sofisticada del anarquismo contemporáneo, poco emparentado con el anarquismo histórico y nada con el anarcosindicalismo o comunismo libertario pero que, sin embargo, toma sus ideas del antiguo anarquismo individualista norteamericano del siglo XIX: William Godwin, Henry David Thoreau, Josiah Warren, Herbert Spencer, Benjamin Tucker… Conocido también como anarcoliberalismo, el anarcocapitalismo promueve una sociedad auto-organizada sin Estado y sin impuestos: jueces, tribunales y policía funcionarían privadamente en un mercado abierto. Las actividades personales y económicas serían reguladas por leyes de gestión privada y agencias de arbitraje, en lugar de por la ley de gestión política. El historiador de la Universidad de Columbia Murray Rothbard (Estados Unidos, 1926-1995), perteneciente a la Escuela austríaca de economía –Von Mises, Hayek…– fue su principal impulsor. A partir del iusnaturalismo jurídico respecto a la validez de los derechos individuales, y con el precedente ideológico de los anarcoindividualistas (Max Stirner), formuló sus teorías con base en las “tesis austríacas” sobre la acción humana favorable a la economía de mercado y contra la planificación central estatal.

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