ESG: Una cosa es predicar, y otra dar trigo
Los temas corporativos y de inversión relacionados con ESG (Environmental, Social and Governance) continúan capturando la atención social, comercial y política.
Los temas corporativos y de inversión relacionados con ESG (Environmental, Social and Governance) continúan capturando la atención social, comercial y política. Las consideraciones Ambientales que implican a las empresas se refieren a la mitigación y adaptación al cambio climático, a la intensidad en CO2 y residuos de los negocios así como al medioambiente en general y sus riesgos asociados. Las consideraciones Sociales se refieren a cuestiones de desigualdad, inclusión, diversidad, relaciones laborales, de inversión en capital humano y en las comunidades, así como a los Derechos Humanos. Por otro lado, la Gobernanza de las instituciones, incluyendo sus estructuras de gestión, las relaciones con los empleados, el compliance y la retribución de los equipos directivos, desempeña un papel fundamental para garantizar la inclusión de las consideraciones sociales y ambientales en los procesos de toma de decisión y de formulación de estrategias.
De hecho, las políticas y regulaciones ESG en los mercados de capitales se han casi duplicado a nivel mundial desde 2015, de 430 a 817 a septiembre de 2019, donde Europa representa más del 65% de las propuestas regulatorias con los riesgos de cambio climático como prioridad. Esto es consistente con el último Informe Global de Riesgos 2019 del World Economic Forum, institución poco “sospechosa” en cuanto a posicionamientos ecologistas extremos: los riesgos medioambientales siguen dominando los resultados de la encuesta anual de percepción de riesgos mundiales (≈1000 dirigentes de los sectores público y privado, de la academia y de la sociedad civil), ocupando los tres principales puestos por probabilidad de ocurrencia y cuatro de los cinco primeros por nivel de impacto. Aunque los sucesos meteorológicos extremos es el riesgo que produce mayores inquietudes, los encuestados están cada vez más preocupados por el fracaso de las políticas ambientales. Veamos como concluye la COP25.
Sin embargo, esta percepción sobre los riesgos a los que nos enfrentamos globalmente contrasta con las opiniones de los 12.897 CEOs de 133 economías a los que también el World Economic Forum les pidió que identificaran los cinco riesgos más preocupantes para hacer negocios en su país en los próximos 10 años (Global Competitiveness Report - Executive Opinion Survey, Enero-Abril 2019).
Lo urgente oculta lo importante
A nivel agregado, tres de los cinco riesgos más importantes marcados por los CEOs en este informe son económicos: las «crisis fiscales» en el primer lugar del ranking, el «desempleo o subempleo» en el tercer lugar y el «impacto del precio de la energía» el cuarto. Estos tres riesgos presentan fuertes correlaciones con los que se enumeran como quinto y sexto: el «fracaso de la gobernanza nacional» y la «profunda inestabilidad social». Pero sorprende que a nivel corporativo solo en Asia y el Pacífico, debido a los desastres naturales sufridos, los riesgos medioambientales sean una preocupación real de primer orden para las empresas: a nivel agregado el resultado de la encuesta arroja que entre los 10 primeros riesgos no hay ninguno de carácter medioambiental. Para los CEOs de 16 economías que representan más del 40% del PIB mundial, el principal riesgo que enfrentan sus negocios son los ciberataques. Como en tantas ocasiones, lo urgente puede estar ocultando lo importante.
Redunda en lo anterior que, según el informe Corporate Responsability Reporting 2017, elaborado por KPMG, solo un 28% de las 4.900 compañías analizadas en 49 países del mundo reconoce los impactos financieros que pueden suponer los riesgos climáticos para sus negocios. En España se analizaron 100 compañías, las de mayores ingresos, y el resultado fue también de ese orden. De estas compañías solo catorce describían los riesgos y apenas una lo cuantificaba. En ese año el 52% de las empresas analizadas en España reportaban sus objetivos de reducción de Gases de Efecto Invernadero (superando el 36% a nivel global) aunque únicamente el 43% los tenían alineados con los del Acuerdo de París (un 23% a nivel global).
En el ámbito de la COP25, la Organización Meteorológica Mundial (WMO) ha publicado que todo apunta a que 2019 será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos. Este año pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, y todo ello exacerbado por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana. Pendiente del cierre de los datos finales del año, la WMO adelanta que, casi con toda certeza, las temperaturas medias de los periodos 2015-2019 y 2010-2019 serán las más elevadas de las que se tiene constancia (+1,1ºC sobre los niveles pre-industriales). Las concentraciones de CO2 en la atmósfera alcanzaron un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón en 2018, y en 2019 no dejaron de aumentar.
Por otro lado, entre enero y junio de 2019, se contabilizaron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos de población, y siete millones se debieron a desastres meteorológicos como el ciclón Idai en África Suroriental, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en Irán, Filipinas y Etiopía. La cantidad de nuevos desplazamientos asociados a fenómenos meteorológicos extremos podría más que triplicarse hasta alcanzar una cifra de aproximadamente 22 millones de personas a finales de 2019. La clara relación entre emigraciones y cambio climático afecta directamente a las tres patas del concepto ESG y será un factor geopolítico a tener muy en cuenta en el desarrollo de negocios.
En definitiva, la generación de rentabilidades sostenibles a largo plazo depende de sistemas sociales, ambientales y económicos estables, que funcionen bien y estén bien gobernados. La creciente complejidad latinoamericana lo está poniendo de manifiesto.
Nuestras empresas tienen ahora una oportunidad única, y probablemente irrepetible, para comprometerse y realizar aportaciones especificas y cuantificables al desarrollo sostenible del planeta, de la sociedad y de los ecosistemas donde operan. Esas aportaciones deben de trascender las meras declaraciones grandilocuentes de los CEOs y suponer el atractivo imprescindible para la retención del talento en las organizaciones la próxima década.
La empresas con visión deberán ser las que se alineen y colaboren con los gobiernos que tiran del mundo hacia delante, desinvirtiendo o rebajando la prioridad de sus inversiones en aquellos países cuyos gobiernos no trabajen por la consecución de todos y cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 que bajo el lema de “no dejar a nadie atrás”, proponen erradicar la pobreza, reducir la desigualdad y cuidar el medio ambiente (ONU 2015).