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Nuevos retos para la vieja banca

Los bancos están luchando con una insólita situación de tipos de interés negativos y los desafíos de la digitalización del negocio.

La banca está en horas bajas. El sector bancario ha perdido peso bursátil en los principales índices del mundo y su margen de beneficio lleva años estrechándose debido a las políticas de bajos tipos de interés que comenzaron como algo temporal, pero que no terminan de ver el fin.

La última crisis arrasó con el sistema tal como lo conocíamos y ahora los bancos tratan de reinventarse en un entorno desconocido. Cada vez más clientes hacen transferencias desde el móvil, se abren una cuenta sin pasar por la oficina o incluso contratan una hipoteca a distancia. Todo esto mientras el Banco Central Europeo (BCE) inunda de liquidez el mercado ahogando el negocio tradicional de los bancos de tomar dinero prestado de unos y cobrar intereses por dejárselo a otros.

El estallido de la burbuja del ladrillo y sus coletazos se llevó por delante la economía y disparó el nivel de paro, pero además acabó con un gran número de cajas de ahorro que quebraron y fueron engullidas por otras entidades. En septiembre de 2008, España registró su récord de sucursales bancarias con 45.707. Las oficinas florecían casi en cada esquina al calor de las grúas que poblaban el horizonte construyendo miles de nuevas viviendas.

Doce años después, solo quedan 25.755 sucursales de bancos, según los datos del Banco de España, un desplome del 43,6 % que ha ido en paralelo al ajuste de empleados de la banca. El número de trabajadores desde los máximos registrados en 2008 ha caído un 41 %, según el último informe presentado por Comisiones Obreras. Estas cifras podrían vivir un gran aumento con la fusión de Caixabank y Bankia, que pone en juego 5.000 empleos por posibles duplicidades.

Los robots, la banca digital y tipos de interés

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Tipos de interés del BCE

Primero fueron los ERE tras la quiebra de las cajas que compraron los grandes bancos y cuando parecía que esta reducción de plantilla había acabado, llegaron los robots y la banca digital que susituyen al trabajo de muchos empleados de banca. Este año Caixabank y Santander han puesto en marcha dos grandes ERE que supondrán la salida de algo más de 5.000 trabajadores del sector.

La banca se enfrenta además a un escenario desconocido: los tipos de interés negativos. Una situación que estrangula su negocio tradicional. El BCE, bajo el mandato de Mario Draghi, ha llevado los tipos de interés al mínimo en un intento por hacer que el dinero salga fuera de los balances de las entidades para llegar a la economía real en forma de préstamos.

El indicador que marca el precio al que los bancos se prestan el dinero entre si está al 0 % y la facilidad de depósito, que estipula lo que el BCE les da a los bancos por tener fondos depositados en él, está en el -0,4 % desde marzo de 2016. En la práctica esto significa que las entidades tienen que pagar al banco emisor por depositar su liquidez sobrante cada día.

“Es muy difícil hacer intermediación bancaria con tipos negativos. La razón es que la esencia del negocio bancario es tomar fondos de corto plazo y prestarlos a largo plazo. Esto es difícil si la diferencia entre el tipo de corto plazo y el de largo es ínfima”, apunta Santiago Carbó, catedrático de Economía del Colegio Universitario de Estudios Financieros (CUNEF) y director de Estudios Financieros de Funcas, la fundación de las antiguas cajas de ahorro.

Una idea con la que coincide Joaquín Maudos, director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) y catedrático de la Universidad de Valencia. El experto apunta que a los bancos de la zona euro les cuesta unos 7.000 millones de euros al año la penalización del BCE al exceso de liquidez que se calcula cercana a los 1,8 billones de euros en toda eurozona.

Los tipos de referencia que marca el BCE se terminan trasladando al resto de referencias que se utilizan en el negocio bancario como el euríbor, el indicador más utilizado como referencia de las hipotecas a tipo variable, que lleva meses en cifras negativas y ha marcado un nuevo máximo histórico en el mes de septiembre de 2020 situándose en el -0,4%.

La situación de los tipos de interés al mínimo es la razón por la que los depósitos prácticamente no rentan nada, mientras que las hipotecas a tipo variable referenciadas al euríbor se revisan a la baja. Ahora el debate se centra en si los bancos acabarán cobrando a los particulares por depositar su dinero en ellos.

El impacto en los clientes de los bancos

Los bancos españoles ya cobran a algunos grandes clientes empresariales o institucionales por depositar su dinero con ellos. Sin embargo, los directivos de la banca aseguran que, por ahora, parece difícil que esto llegue a los clientes particulares. Aunque difícil no quiere decir  imposible. "Entre bancos se cobra, a los clientes institucionales ya se les cobra y es una práctica habitual del mercado, eso ya se viene haciendo", apuntaba José Antonio Álvarez, consejero delegado de Santander en la presentación de los resultados semestrales de la entidad en julio. Álvarez descartó que en el Santander tuvieran planes para cobrar a los clientes minoristas.

Una idea similar a la que transmitía el consejero delegado de BBVA, Onur Genç. El banquero turco señaló que, dependiendo de la relación con el cliente corporativo y de la cartera que tengan con él, establecen diferentes condiciones y reconocía que en algunos casos ya están cobrando por los depósitos. “A clientes minoristas no tenemos en absoluto previsto cobrar por los depósitos", aseguró en la presentación de resultados en julio.

Las alternativas, el gran escudo de los particulares

"¿Por qué no pueden entrar los tipos en terreno negativo en principio [para los particulares]? Porque el cliente tiene una alternativa. Mientras haya circulante, efectivo, siempre tiene la alternativa de coger el dinero y llevarlo a una cámara de seguridad", explicaba el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, en un evento financiero a comienzos de verano. Como dijo el consejero delegado de Banco Sabadell, Jaime Guardiola, cobrar al cliente particular es “muy difícil” pero no imposible. "Creo que no va a llegar a los particulares, pero el paradigma es de tal calibre que puede visualizarse en algún momento", apuntó en la presentación de resultados.

Es una preocupación que afecta a todos los bancos de la zona euro. “Si se produjera en el mercado una tendencia de intereses negativos que se trasladan a los clientes, tendremos que analizarlo” afirmó el director financiero del banco alemán Commerzbank, Stephan Engels, según recoge la agencia Bloomberg. “Si nos viéramos inundados de depósitos como consecuencia de esto, tendríamos que analizar muy de cerca cómo lidiar con esto con sensatez”, añadió.

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Esta insólita situación de los tipos de interés penaliza al negocio de los bancos y se nota en sus cuentas. En la primera mitad del año, las entidades españolas ganaron cientos de millones de euros, pero menos que el año anterior. Las cuentas de las grandes entidades están lastradas, en algunos casos, por el coste de los ERE, por la adopción de las nuevas tecnologías y, por supuesto, por las dificultades para hacer negocio. Hay un problema que va más allá del beneficio: la baja rentabilidad.

“Lo relevante no son los millones que ganan, sino lo que estos representan como porcentaje del capital que pone el accionista, es decir, la rentabilidad sobre el capital —un indicador conocido como ROE, por sus siglas en inglés—”, explica Maudos. El ROE de la banca española —incluyendo sus filiales en extranjero— era del 7,9 % en septiembre de 2020, según datos de la autoridad bancaria europea EBA. El problema es que este nivel está por debajo de lo que cuesta captar capital que se estima al menos en el 10 %. Es decir que a los accionistas les resultaría más atractivo meter su dinero en otro tipo de inversión que la banca.

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Sucursales bancarias en España

“En este contexto, son muy pocas las opciones que le quedan a la banca y una de ella es reducir costes para ganar eficiencia. Eso pasa por seguir ajustando la capacidad, cerrando oficinas y racionalizando empleo. Y aumentar los ingresos distintos al cobro de intereses, lo que explica que la banca incentive a los clientes a colocar sus ahorros no en depósitos, que están penalizados por el BCE, sino en fondos de inversión o de pensiones para poder ingresar comisiones”, añade el experto.

Los bancos tratan de arañar comisiones en segmentos como el crédito y también han subido las comisiones para tener una cuenta. Todo en un contexto de reducción de personal y el cierre de sucursales físicas. En general, los bancos están apostando por menos sucursales, más grandes y enfocadas a la operativa más compleja, aquella que requiere asesoramiento personal.

“La demanda se ha digitalizado mucho, pero aún debe madurar más hacia un cliente omnidigital. La oferta se está adecuando progresivamente pero el problema es que hay una competencia de una nueva oferta que nace digital como son los neobancos y que se prevé que pronto sean también las BigTech”, señala Carbó.

Una mala reputación acompañada por escándalos

La banca se enfrenta también a un desafío que lleva arrastrando desde la crisis: el daño a la reputación del sector. La venta de participaciones preferentes a personas sin conocimientos financieros, la controvertida salida a bolsa de Bankia o las diversas trampas que han ido apareciendo en las hipotecas han golpeado la imagen pública de las entidades. A esto se suman los miles de millones de euros en ayudas estatales que se fueron dando a las entidades y que culminaron en el rescate internacional del sistema financiero de España en 2012.

“Tras diez años de crisis la percepción de los consumidores sobre las entidades financieras es realmente mala, se acepta como una realidad que hay que tener cuidado cuando se va al banco, revisar bien lo que se va a contratar y pensarlo dos veces”, apunta Patricia Suárez, presidenta de la asociación de consumidores bancarios Asufin. “Notamos igualmente un mayor conocimiento y mayor precaución a la hora de contratar, sobre todo en el caso de las hipotecas, las comisiones o las tarjetas”, añade.

Cuando parecía que las aguas empezaban a volver a su cauce, saltó el caso del BBVA por las presuntas escuchas del excomisario José Manuel Villarejo a una serie de políticos y empresarios durante el mandato del anterior presidente de la entidad Francisco González. El juez de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, ha imputado al banco como persona jurídica por presunto cohecho, descubrimiento y revelación de secretos y corrupción en los negocios.

Otro escándalo, el caso de la salida a bolsa de Bankia, volvió a la Audiencia Nacional en septiembre. Los jueces deben tratar de dilucidar si se incurrió en delito con el salto al parqué de la antigua caja de ahorro.

Este otoño también está previsto que quienes fueron los máximos directivos de Banco Popular se sienten en el banquillo de la Audiencia Nacional para tratar de esclarecer lo ocurrido en la última etapa de la entidad antes de su quiebra en junio de 2017. Tras meses de incertidumbres, vaivenes en bolsa y cambios en la dirección, la Junta Única de Resolución, un mecanismo europeo, acabó interviniendo al Popular tras una masiva salida de depósitos que hacía que no fuera viable. La entidad fue vendida por un simbólico euro al Santander, que posteriormente tuvo que realizar una ampliación de capital de 7.000 millones de euros para sanear las cuentas del banco.

La intervención del banco popular por el organismo europeo se hizo ya bajo las nuevas directrices europeas del rescate sin recurrir a dinero público. Dejó como consecuencia accionistas y bonistas a cero que ahora acuden a los tribunales pidiendo la responsabilidad de los directivos en esta quiebra. "La quiebra del Banco Popular pone de manifiesto la nefasta gestión de los directivos de banca, que se entregaron a las ganancias a corto plazo y a la especulación. Es imprescindible que la banca comprenda que es un pilar fundamental del sistema. Las entidades no pueden gestionarse solo de cara a los accionistas o a los inversores, también tienen que medir su impacto en la sociedad. Si caen, lo pagamos todos”, apunta Suárez de Asufin.

Así, 11 años después de que cayera Lehman Brothers desencadenando la crisis financiera que acabó desestabilizando la economía mundial, la banca española vuelve a enfrentarse a un otoño caliente. Ahora solo queda esperar para ver si se queda en el otoño o continuará al cambiar de estación.

*Artículo publicado en la revista Muy Negocios y Economía número 1.

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