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¿Qué son los mercados de futuros?

Desde hace más de 200 años mucha gente se ha dedicado a comprar cosas antes de tenerlas. Esta práctica tiene sus ventajas y sus inconvenientes tanto para compradores como para vendedores.

Los futuros son contratos de compra o venta de determinados bienes… en el futuro. El truco reside en que dichos contratos se firman en el presente. En dicha firma se fija el precio del bien en concreto, su cantidad y la fecha de vencimiento. En otras palabras: son productos financieros muy atractivos para los especuladores.

Este tipo de contrato nació en el siglo XIX y solía girar en torno a materias primas, metales preciosos, productos agrícolas o mercaderías. Actualmente existen también los futuros de divisas, acciones e índices bursátiles. Como la compra o venta se llevará a cabo en el porvenir, pero el precio se pacta en el presente, puede que a la fecha convenida el precio sea similar, inferior o superior al pactado, y de esa similitud o diferencia dependerán la ganancia del comprador y del vendedor.

Pese a que no es hasta hace poco más de 200 años que se formalizan este tipo de acuerdos, se han hallado indicios de negociaciones similares ya en el Antiguo Egipto, hace unos 4.000 años cuando los agricultores acordaban un precio con el comprador antes del final de la cosecha.

Hasta los años 80, este tipo de contratos se limitaban a materias primas, desde agrícolas a minerales, y mercancías de distinto tipo, pero a finales del siglo XX se inició a negociar con el porvenir de productos financieros, como divisas, tipos de interés, acciones e índices bursátiles.

¿Qué gana el comprador de futuros y que el vendedor?

El comprador de los mercados de futuros lo que buscar es comprar algo a un valor determinado que espera que cuando llegue a su posesión tenga un valor de mercado superior al negociado. Así una vez adquirido el producto lo volvería a vender al precio que tiene en ese momento y así obtener un beneficio. Por su parte, el vendedor se asegura el cobro en el futuro. Esto le evita estar sujeto a los vaivenes del mercado y le permitiría, por ejemplo, negociar un crédito para poder llevar a cabo su actividad.

El riesgo es sobre todo para el comprador. Como en todo proceso especulativo, si por el motivo que sea las previsiones fallan y en el momento de ejecutar la compra el precio de mercado del producto es inferior al precio pactado, el comprador perderá dinero.

Pongamos un ejemplo sencillo. Un agricultor planta su campo de trigo. Ese trigo no lo puede vender todavía, pero habla con un comprador y compromete su cosecha con un comprador a un precio determinado en 6 meses vista. A la hora de negociar el precio, el agricultor tendrá en cuenta los costes de la producción mientras que el comprador se fijará en cuanto espera que valga el trigo el día que lo adquiera y buscará comprarlo más barato.

Para el vendedor es un seguro de cobro una vez pase el tiempo pactado. Si ha negociado bien, podrá cubrir los costes de la producción y sacar un beneficio de ello. Además, en caso de que no tenga dinero suficiente para afrontar la producción y tuviera que pedir ayuda financiera tendría una posición favorable, también para negociar ese crédito. La parte negativa para el agricultor sería que, una vez llegue el momento de vender la cosecha, su precio de mercado sea superior al negociado y sus beneficios sean menores que los de alguien que venda en el momento y no lo hubiera vendido en el mercado de futuros.

Si al cabo de medio año, la cosecha ha sido muy buena y el precio del trigo ha bajado mucho, el comprador se podría tirar de los pelos. Si, por el contrario, se ha dado mal la cosecha o se incrementa la demanda de trigo por una crisis, una guerra o previsiones de que la siguiente cosecha vaya a ser peor y el precio del trigo se dispara, el comprador podría haber hecho un pingüe negocio sin haber movido un dedo.

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