Qué es el PIB y para qué sirve
El Producto Interior Bruto es uno de los indicadores macroeconómicos más utilizados pero pocas veces se pone en contexto.
A menudo oímos hablar del PIB como medida de la actividad económica dentro de un país. PIB corresponde a las siglas de Producto Interior Bruto, que viene a ser la suma de todos los bienes y servicios producidos dentro de un país en un periodo de tiempo, normalmente un año o tres meses. Esta suma se expresa en dinero, por lo que cuando se habla de PIB siempre se expresa en alguna divisa. Por eso, cuando se nos proporciona el PIB oímos cifras en euros o en dólares.
El PIB es una de las principales cifras usadas por la macroeconomía (la parte de la economía que se encarga de estudiar los grandes indicadores económicos) y su cálculo forma parte de la contabilidad nacional, por lo que resulta fundamental para entender a nuestra propia economía y también para relacionarnos económicamente con otros países.
Para su estimación, que no es fácil, se emplean varios enfoques complementarios que miden la cantidad de operaciones que se realizan, que descuentan los impuestos y las subvenciones de las cantidades finales. También hay que tener en cuenta los ajustes de la inflación, para evitar posibles distorsiones en los resultados. Tras realizar todos los cálculos, es posible hasta incluir las cifras que mueve la economía sumergida, no sólo las operaciones legales.
¿Todo puede explicarse por el PIB?

Economías del mundo
Es verdad que el PIB puede darnos una idea general de la marcha económica de un país. Los crecimientos del PIB suelen ir acompañados de crecimiento del empleo y de aumento de la riqueza en niveles absolutos. Sin embargo, no nos dice si ese crecimiento es sostenible o si está provocando daños económicos a medio o largo plazo.
Por ejemplo, si la parte de la economía sumergida del PIB es demasiado grande, esto puede indicar que las finanzas públicas tienen poco margen para poder controlar los ciclos económicos o para financiar sectores fundamentales para el normal funcionamiento de la economía o incluso de las propias vidas de los ciudadanos. Hasta los economistas más escépticos acerca del papel del Estado suelen estar de acuerdo en que éste es necesario para la creación de infraestructuras o mantener la seguridad de un país.
Además, el PIB es un mero indicador material, no mide la calidad de vida de un país o del bienestar de sus habitantes. Tampoco tiene en cuenta criterios medioambientales, ni aspectos negativos de la actividad económica (externalidades negativas) que pueden costar mucho dinero en un futuro.
Por otro lado, más de una vez se ha sospechado que hay países que mienten o manipulan sus cifras del PIB para poder ofrecer falsas imágenes de fortaleza o evitar que sus socios comerciales o prestamistas quieran retirar su dinero. Todos los países han resultado más o menos sospechosos de manipular estas cifras en algún momento, desde EE. UU. hasta China, pasando por Argentina o numerosos países asiáticos. En el caso de los Estados Miembros de la Unión Europea, se acepta que el cálculo sea auditado por Eurostat, para ofrecer cifras fiables y evitar esas sospechas.
¿Qué alternativas hay al PIB?
Pese a sus insuficiencias, el PIB sigue siendo fundamental para entender la marcha económica de las diferentes economías nacionales y hasta del mundo. Aunque se han propuesto algunas magnitudes alternativas, como el “PIB Verde”, que resta al PIB los daños causados a los recursos naturales, es más fácil fijarse además en otro tipo de cifras para que nuestra idea general sea más fiable, como:
El Índice de Desarrollo Humano, que mide el PIB per cápita, el nivel de educación de la población y la esperanza de vida de la población.
El índice de Gini, que mide la diferencia entre ricos y pobres de un país y que ofrece una cifra entre 0 y 100. Cuanto más cercano al cero esté el índice, más igualdad existe en un país y más desigual será según se acerque al 100.
Y, por otro lado, debemos tener en cuenta también las diferencias con el llamado PNB (producto nacional bruto) que mide el total de bienes y servicios producidos por un país, mientras que el PIB mide sólo lo que se produce dentro de las propias fronteras.