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La importancia de ‘Akira’ en Occidente

El manga de Katsuhiro Otomo y su versión cinematográfica llegaron a finales de los 80 a Europa y América.

Julio de 2019 es la fecha en la que comienza Akira. 31 años después de una supuesta explosión atómica, la devastada ciudad de Neo-Tokio intenta sobrevivir como puede bajo una férrea dictadura militar en guerra abierta contra un grupo rebelde y mientras las bandas juveniles de moteros causan estragos por las atestadas calles. A todo esto hay que sumarle sectas místicas, proyectos secretos bajo el estadio de las próximas Olimpiadas (sí, Los Simpson no son los únicos que predicen cosas) y unos extraños personajillos con poderes mentales. ¿Cómo no iba a gustar una historia así?

Rompiendo fronteras

A mediados de los 80, el manga era prácticamente desconocido fuera del territorio nipón. El cómic japonés era creado pensando en el mercado nacional y eran pocos los lugares en Europa o América que recibían este tipo de contenido, limitando sus seguidores en estos países a grupos muy reducidos que sabían lo que buscaban y debían conformarse con lo poco que llegaba a las tiendas. Pero menuda sorpresa se llevaron estos fanáticos del noveno arte japonés cuando vieron los carteles de Akira en los cines, una película estrenada en 1988 y que recaudó más de 700 millones de yenes en Japón. Se trataba de la adaptación cinematográfica de un manga creado por Katsuhiro Otomo que llevaba publicándose desde 1982 y que no terminaría hasta 1990.
Pero, ¿qué tiene de especial Akira? Hablemos primero de la película y luego del manga. Como ya se ha dicho, la animación japonesa era bastante desconocida en Occidente y por ello resultaba extraño encontrar una película del país nipón en los cines. A pesar de esto, la frenética trama y los impecables apartados visual y sonoro convirtieron a Akira en una película de culto (aun cuando había aspectos de la historia que no terminaban de entenderse o no se habían desarrollado tanto como deberían).
Existían ejemplos previos de animación japonesa en occidente con series como Heidi, Marco o Mazinger Z (ah, la nostalgia...) pero Akira suponía un cambio radical tanto en estilo como en tono narrativo. La estética ciberpunk y la decadente sociedad a lo Mad Max habían demostrado su atractivo para la gente de los 80 y la reinterpretación de estas temáticas que Otomo hizo con su película triunfó tanto como su versión norteamericana, adaptándose a los deseos de un público joven adulto. Si se le puede sacar alguna pega es que la historia se comprimió demasiado, ya que aunque Otomo no había terminado aún el manga, la limitación de tiempo hizo que los ritmos y tempos de la película resultaran confusos por momentos y Akira pudiera resultar chocante para un público en absoluto acostumbrado. Con todo, la película recaudó 80 millones de dólares a nivel mundial y fue, durante muchos años, la película de anime más taquillera.
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Akira

El descubrimiento del manga en Occidente

Ahora toca centrarse en el material original, el manga. Para 1990, cuando Katsuhiro Otomo concluyó la historia, el éxito de Akira empezaba a asentarse a nivel mundial. La película hizo que la sociedad occidental viera el potencial que tenía el peculiar estilo narrativo nipón, pidiera más y mucho curiosos quisieron sumergirse en las páginas de Otomo. El impecable dibujo del manga, ya fuese en sus primeras versiones en blanco y negro o las posteriores en color, devolvían la animación de infarto de la película al medio en papel y ampliaban la historia hasta nuevas cuotas, profundizando en el desarrollo de los personajes y tocando temas tan variados como las tendencias autodestructivas del ser humano, el abuso de poder, los complejos mesiánicos y la religión, la anarquía…  Además, el autor se tomaba su tiempo para construir una de las historias más sólidas que pueden encontrarse en el noveno arte, sin por ello renunciar a la acción constante y la sucesión de tramas paralelas trepidantes. El manga llegó a ritmos distintos al mundo pero allá donde apareció se instaló sin dificultad.
En España, por ejemplo, la primera colección del manga empezó a publicarse en 1990 y hasta 1996, por lo que cuando la película llegó a los cines españoles en 1992 había muchos familiarizados con la historia. Las ganas de saber qué pasaba con Kaneda y Tetsuo (los dos grandes protagonistas de la historia además de Akira, obviamente) crecían sin parar y hacían que las editoriales occidentales vieran en la afición por el manga y el anime un nuevo filón de negocio. El mercado se adaptaba a las nuevas exigencias de los consumidores.

El manga y el anime llegaron para quedarse

Las convenciones de manga, la cultura otaku occidental y el éxito de series como Dragon Ball, Death Note o Ataque a los Titanes no se entenderían sin Akira. Como pasó con el cómic de superhéroes, el manga y el anime fueron productos culturales recluidos a un público y una zona geográfica muy concreta que vieron cómo se expandían rápidamente una vez la sociedad les dio la oportunidad de conocerlos. Lo que era un entretenimiento creado por y para los japoneses se convirtió en un fenómeno global del que se valoraba su cuidado apartado técnico, la originalidad y complejidad de sus tramas, las zonas grises y dilemas morales de sus personajes o los planteamientos tan chocantes para el modo de pensar de Europa y América.
Considerado el Watchmen del anime (obra cumbre de un género que rompió los moldes y marcó un momento clave en el noveno arte), Akira de Katsuhiro Otomo llegó más lejos de lo que ningún manga o anime había llegado y marcó el camino para todos los que vendrían después. Akira cambió la concepción que se tiene del arte japonés, cambió el cine y cambió la cultura popular. Puede que Neo-Tokio no exista, pero el espíritu de Akira está más vivo que nunca.

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