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Motores Seat, 50 años de evolución

50 años separan el nacimiento del Seat 1430 del lanzamiento del motor 1.5 TSI. Sin embargo, a lo largo de este tiempo, Seat no dejado de evolucionar en este sentido, pensando siempre en ofrecer la máxima eficiencia gracias a sus motores de combustión interna actuales.

El  Seat 1430 de 1969, modelo que destacó por su motor de 1.438 cc, celebra ahora su 50 aniversario. Ha pasado mucho tiempo desde que dicho motor llegara al mercado, empleándose en ocho modelos diferentes a lo largo de los años, y hasta dar paso al 1.5 TSI de 150 CV, con el que cuentan algunos de los modelos más exitosos de Seat en la actualidad como el Arona, el León, el Ateca o el Tarraco. La diferencia entre uno y otro es infinita, aunque ambos comparten la peculiaridad de haber sido utilizados en numerosos modelos de diferente naturaleza, demostrando así su versatilidad, dureza, sobriedad y equilibrio.
De hecho, uno de los objetivos más buscados hoy en día a la hora de desarrollar un nuevo motor es que se pueda utilizar en diferentes modelos. El 1.5 TSI es un buen ejemplo de ello, de la misma manera que el 1430 lo fue durante la década de los 70 y de los 80. Asimismo, el 1430 y la actual gama León guardan muchas similitudes entre sí, tanto por concepto de vehículo que representan como por el cliente al que se dirigen.
El 1.5 TSI llegó a la gama  Seat en septiembre de 2017, implementándose por primera vez en la quinta generación del Ibiza. Más tarde, el motor fue llegando al resto de la gama, incorporándose también al León, al Ateca, al Arona y al Tarraco. Este motor, desarrollado en un régimen de giro comprendido entre 5.000 y 6.000 rpm con un ratio de compresión de 10,5:1, consigue ofrecer al usuario una conducción sencilla con pocos cambios de marcha, además de un excelente dinamismo cuando se exprime al máximo.
Sea como sea, y aunque el motor represente una parte realmente importante de cualquier automóvil, necesita de otros elementos para funcionar de una manera específica, por lo que dos vehículos con el mismo motor pero con características distintas, acaban resultando en la práctica completamente diferentes. Así pues, igual de importante resulta el chasis, la suspensión, la transmisión, la dirección o los frenos. La combinación de todos será la que definirá el comportamiento final del coche en carretera.

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