El espíritu Mukainada vive en los Mazda
Mazda nació hace un siglo en Hiroshima, ciudad que sufrió el ataque de las bombas atómicas. Desde entonces, el espíritu Mukainada forma parte su historia.
Nadie olvidará jamás el instante en el que impactó el segundo avión en una de las Torres Gemelas, como tampoco desaparecerá la fecha en la que sucedió. Ese ataque cambió el paradigma de nuestra sociedad, el modo en el que viajamos y nos llevó a consecuencias dramáticas en territorio español. Todos recordamos qué estábamos haciendo el 11 de marzo de 2004. Los más jóvenes se dirigían a la escuela mientras la capital se ponía en marcha, era plena hora punta. Esa sensación no desaparecerá con el paso del tiempo, formará parte de nuestro carácter, elecciones y reacciones. Mazda nació hace cien años en Hiroshima, una ciudad unida, de forma inseparable, con el pasado demoledor de las bombas atómicas. La devastación resultante del bombardeo a Hiroshima y Nagasaki cambió el curso de las guerras actuales, pero también a la sociedad nativa. Desde entonces, la lucha y la superación forman parte del esquema mental de sus ciudadanos y de empresas como Mazda.
En 1929 Hiroshima era la séptima urbe más grande de Japón. En ella se encontraba Toyo Kogyo, un fabricante de materiales derivados del corcho. En ese preciso instante, su presidente, Jujiro Matsuda, se preparaba para dar el salto a la producción de vehículos. En este artículo os hablamos de la historia de Mazda como constructor de automóviles, un legado de innovación, belleza y respeto por el medio ambiente. El motocarro Mazda-Go se presentó en 1931 y pronto cosechó el éxito que permitió a la empresa seguir con su objetivo. Un juramento que está presente en el logotipo de Toyo Kogyo y que se traslada a los empleados de Mazda: “contribuir al mundo a través de la fabricación".

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Llegó la devastación
Apenas quince años después de su fundación como fabricante de automóviles, cayó la bomba atómica sobre Hiroshima. El 6 de agosto de 1945 el ser humano fue consciente de su poder de aniquilación. La estrategia de la destrucción mutua asegurada consiguió equilibrar las fuerzas, evitando la utilización de una fuerza que solo daría como resultado el fin del mundo. En Hiroshima, sin embargo, las historias son personales y familiares. Ese mismo día cumplía años Jujiro Matsuda, fundador de Mazda.
La costumbre japonesa dicta que en los cumpleañeros uno debe cortarse el pelo, así que Matsuda se levantó muy pronto ese 6 de agosto. Calculan que sobre las 7:30 pasó sobre sus cabezas el bombardero Enola Gay B-29 y el impacto de la bomba tuvo lugar a las 8:16 am. En ese instante, el fundador se encontraba volviendo de su peluquería, alejada de la ciudad. La casualidad, o el destino, quisieron que estuviera a suficiente distancia de la terrible Little Boy (bomba que cayó en Hiroshima). Su vehículo recibió el choque de la onda expansiva pero sobrevivió. Fortuna que no tuvo su hijo pequeño.

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Espíritu de superación
Miles de japoneses perecieron ese lejano día. La devastación fue casi total y las secuelas aún están presentes. La crisis del coronavirus nos puede acercar, mínimamente, a la situación dramática de un país golpeado por dos bombas nucleares. Damos por sentada la depresión económica y social a la que nos veremos abocados, a nivel mundial, tras el paso del virus. Sin embargo, Hiroshima tomó las riendas de su sino. La población se unió y las empresas florecieron bajo el impulso de una sociedad que no se quedó atrás.
El escritor John Hersey visitó la ciudad un año después. Su libro Hiroshima recrea una atmósfera de lucha como “un espíritu de comunidad casi eufórico, parecido al de los londinenses después de los bombardeos alemanes, una sensación de orgullo por el modo en que ellos y los demás supervivientes habían superado aquella horrible prueba”. Mazda tiene un nombre para ese espíritu: Mukainada. Es el nombre del distrito en el que se fundó la empresa y que apenas sufrió daños al encontrarse alejado del epicentro del impacto. Lejos de regodearse de su suerte, Mazda se impuso la responsabilidad de contribuir a la reconstrucción y recuperación de la ciudad.

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De fabricantes a médicos
El monte Hijiyama redujo notablemente los daños de onda expansiva de la bomba Little Boy. Los empleados utilizaron esa segunda oportunidad para repartir material médico y montar centros de atención, instalaciones de reencuentro entre familiares. Los Mazda-Go se utilizaron para labores de desescombro y la planta pasó a ser un refugio de personas sin hogar, hospital de campaña y oficinas para el gobierno local y medios de comunicación.
Cuatro meses después, la zona estaba lista para reanudar su nueva normalidad. La recuperación de la producción del Mazda-Go supuso un chute de energía y motivación para la población de Hiroshima. Desde entonces, el porvenir de la firma ha estado ligado a la ciudad y sus vecinos. El espíritu de Mukainada representa la voluntad de hacer las cosas de forma diferente, de no rendirse nunca y buscar lo excepcional. Un modo de vida que les permitió superar la peor decisión humana y sus horribles consecuencias.